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Este era un rey que oía voces

Un re in ascolto, ópera de Luciano Berio se estrenó en Bellas Artes en el centenario de su nacimiento

 
Periódico La Jornada
Jueves 3 de julio de 2025, p. 3

En un mundo actual donde gobiernan sujetos delirantes y peligrosos, tenemos aquí un rey loco y solitario que escucha voces, lo que no significa que las entienda. Pariente paródico de Hamlet, Segismundo y el Ubú de Alfred Jarry, termina barrido por la tempestuosa irrupción de un Próspero que germina dentro de él, rodeado por un elenco circense y marinero que remite al más poético de los dramas shakesperianos, y lo dejan sumido en un estupor de recuerdos futuros.

Abren la acción musical, más que ópera, los sonidos y murmullos de un ajetreo que rodea al rey del cuento de Ítalo Calvino: Soñé con un teatro, otro teatro,/hay otro teatro, además de mi teatro,/un teatro no mío/que conozco, que recuerdo,/es decir, recuerdo haber olvidado sólo éste./Un teatro donde canta un yo que no conozco./Canta la música que no recuerdo/y que ahora quisiera cantar pero no recuerdo (Versión española de José Luis Roviaro).

El rey se extravía en un río de voces que ensayan el drama isabelino. Residen fuera de su mente, pero él no lo sabe. En la mezcolanza de realidad y teatro, vida y sueño, él habrá de disolverse. Suplica a los fantasmas que lo asedian le muestren el camino y ve venir, como Shakespeare, al ejército de nubes que acarrean la traición, el exilio, los diálogos con el mudo Ariel, con su esposa liberada y las discusiones de Próspero y su doble con el director de escena.

En su mente los sonidos navegan buscando el puerto. Hay un coro rotundo que, sin embargo, balbucea cuando la tempestad lo ahuyenta. Próspero se encarama en una pantomima de la memoria. Sabe o alucina que hay una conspiración en su contra, pero a la José Alfredo Jiménez sigue siendo el rey en un teatro de silencios donde la voz ilumina la oscuridad, pero no su cordura.

Antes de morir, Próspero canta: Hay una voz escondida entre las voces;/escondida en el silencio, en el reverso,/en el fondo, en el fondo del lienzo,/en el jardín nocturno, en el bosque, en el lago,/en el reflejo del agua, entre las hojas del revés,/al revés de los sonidos en la sombra,/la oscuridad iluminada por la voz la sombra/donde el recuerdo no llega, el no recuerdo/es un lago frío y negro, la memoria custodia/en silencioso recuerdo la promesa del futuro. Un futuro donde él no está.

Circo, maroma y ópera, ¿teatro total? No pocos riesgos se toma la Compañía Nacional de Ópera del Inbal al montar Un re in ascolto del compositor italiano Luciano Berio. Siempre se disfruta cuando Bellas Artes libra las telarañas de la rutina y se anima a la ópera moderna, aunque sea tantito. Y lo hace con creatividad escénica. Un buen reto a los intérpretes y los responsables del montaje. Y nuevamente es de agradecer la eficacia de la orquesta, de seguro divertida al fondo del foso.

Con Un rey escucha (o a la escucha), Berio volvía a colaborar con su antiguo cómplice Ítalo Calvino para montar un continuo dramático con base en citas, referencias y ecos: La Tempestad, de William Shakespeare, versos de El mar y el espejo, de W.H. Auden, y pasajes calvinianos que tocan a los sentidos, aprovechando la noción intertextual de su amigo Umberto Eco y conversando con el Roland Barthes de El acto de escuchar. Se canta sobre la voz y sus silencios, y de manera simbólica, del poder. Otro rey que desea gobernar el flujo de los ríos. Mas éste es un rey abandonado.

Como pocos, Berio (1925-2003) se comió el siglo XX de un solo bocado, no le dejó intacto ningún camino sonoro. De la canción popular italiana a los alambiques electrónicos y las rutas del serialismo vivo, de la ópera más o menos tradicional y el seco sprechstimme a la suavidad, la expresividad y la lujuria de Cathy Berberian, una de las voces más radiantes de la era vanguardista, musa y género en sí misma, ilimitado instrumento de Berio (fue su primera mujer, durante 14 fructíferos años). A ella se referiría Steely Dan en Countdown to Ecstasy: “Even Cathy Berberian knows/There's one roulade she can't sing”.

En versiones sentidísimas, Berio elaboró piezas románticas de los Beatles (Michelle, Ticket to Ride, Yesterday) a sabiendas que lo aleatorio no quita lo Stravinsky ni lo Berio puede sin Maderna. Padre de la música electroacústica de la mano del Ulises de Joyce y la garganta de Berberian, compartió hazañas con Karlheinz Stockhausen, Pierre Boulez, John Cage, Hans Werner Henze, György Ligeti, y fue maestro de Steve Reich y Phil Lesch (miembro de The Grateful Dead). Pocos como él han puesto a flor de canto las palabras de Karl Marx. Se paseó con Samuel Beckett y replanteó múltiples pasajes de Mozart, Schubert, Mahler, Puccini, Kurt Weil, Maurice Ravel, Frescobaldi y Claudio Monteverdi. En fin, comió lumbre y salió airoso. Libre, según él, del collage y su facilismo, su reto es multisensorial. Ver la música. Olvidarla. Traducirla. Sobre su Homenaje a Joyce postulaba: cada vez descubrimos más poesía en la prosa que en la poesía misma y más música en el habla y el ruido que en los sonidos musicales generalmente aceptados.

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▲ Circo, maroma y ópera, ¿teatro total? No pocos riesgos se toma la Compañía Nacional de Ópera del Inbal con este montaje.Foto Cristina Rodríguez

Versión crítica del sonido

Contemporáneo y par del impar Luigi Nono, con Bruno Maderna protagoniza la avanzada musical italiana del medio siglo XX en adelante, experimental pero llena de gracia, sin temerle al pop ni ceder a sus tentaciones. Su música concreta nunca es abstracta, y de secuencia en secuencia construye una versión crítica del sonido, creación y comentario. Quizá sea uno de los compositores más intelectuales de su tiempo. Un traductor musical. Para Juan Arturo Brennan, nuestro crítico de casa, su obra representa uno de los puntos culminantes de la creación musical en el siglo XX.

En materia de ópera, Berio se despachó con Outis, Cronaca del Luogo y La Vera Storia (también con Calvino, 1978; allí emprendió una ópera repetida, el mismo libreto en dos versiones musicales diferentes). Renuente al concepto tradicional del género, ya en 1970 había compuesto con Calvino un comentario extenso autodenominado Ópera. En 1983 compartieron la acción musical de Un re in ascolto (estrenada en Salzburgo al año siguiente), donde la locura y la magia se tocan en torno a un rey decadente que, dejándose llevar por La tempestad de Shakespeare, confunde realidad y teatro, presencia y extravío.

Se insiste en el compromiso social y político de Berio, pero él nunca cayó en el panfleto. Curtido en la Resistencia italiana, su revolución fue música. Como declaró a Ramón Chao en una entrevista para la revista Triunfo: cuando se comprenden ciertas armonías, no se puede ser fascista. Punto. Para él, la música es una multiplicidad, pero como la poesía, no evoluciona de manera lineal y progresiva. Expresa una verdad de la que no se puede hablar. La voz humana le resulta pues ineludible, indispensable.

En su serie de conferencias, reunidas en 2006, Un ricordo al futuro: Lezioni americane, Berio discute las nuevas necesidades de la música, más allá de los instrumentos. Habla de éstos como depositarios de una continuidad histórica, memoria, pero los recursos sonoros de la electrónica y la manipulación magnetofónica demandan otra aproximación. Un lenguaje distinto, renovado, ilimitado. Llega a proponer el olvido de la música para volver a ella.

La puesta en escena en el teatro de Bellas Artes cuenta con la dirección musical de Wolfgang Wengenroth y la asistencia de Alejandro Miyaki. La elaborada dirección escénica es de Martín Bauer. Dirige el coro Rodrigo Cadet. La propuesta visual incluye escenografía y diseño multimedia de Matías Otálora, iluminación de Raúl Farías, vestuario y maquillaje de Joanna Nogueiras Yankelevich, y diseño de movimiento por Vivian Cruz.

El elenco lo encabezan Josué Cerón en el papel de Próspero y Cecilia Eguiarte como la Protagonista. Nicola Beller Carbone interpreta a Venerdì y un solvente Evanivaldo Correa al Regista. También participan Hildelisa Hangis, Jacqueline del Rocío Medina y Frida Portillo. Son cantantes múltiples y de aspecto idéntico Ricardo López, Chac Barrera y David Echeverría. Elizabeth Mata representa a la Enfermera, Luis Alberto Sánchez al Doctor, José Luis Reynoso al Abogado y Araceli Fernández a la Esposa. Actúan, y ocasionalmente tocan, los pianistas Daniel Cruz y Andrés Sarre (que también canta). La Orquesta y el Coro son del Teatro de Bellas Artes.

He aquí un nuevo hito del arte operístico en México.