ue necesario que las estaciones del año cambiaran, que los hijos dejaran el hogar y que la jubilación rompiera las cadenas del tiempo para que Elisa Suárez Zavaleta (CDMX) se dedicara plenamente al arte. Y así nació Insumisas en tinta: mujeres que estampan su voz, un homenaje a todas aquellas que han postergado sus sueños para atender las demandas del mundo exterior. Este proyecto surgió de la rabia y la frustración ante una realidad que aún niega espacio, visibilidad, reconocimiento y oportunidades a las artistas, especialmente a quienes se desarrollan en disciplinas como el grabado.
La historia familiar de Elisa es de migración, esfuerzo y arraigo. Su abuelo materno llegó a la Ciudad de México desde Real del Monte en 1930, sin zapatos y con lo puesto. Comenzó a trabajar en una pulquería y gracias a su temple se convirtió en líder de los pulqueros; fundó ocho establecimientos y se mantuvo activo hasta 1968. Falleció frente a la pulquería La Magueyera, ubicada en la calle de Jesús María, en la Merced, el día que fue clausurada por órdenes del entonces regente de la ciudad.
Elisa Suárez creció en la colonia Nueva Santa María, en Azcapotzalco. Fue gracias a su hermano mayor que tuvo su primer acercamiento a Shakespeare. Aquellas lecturas tempranas despertaron en ella una fascinación profunda, especialmente por las brujas de Macbeth, figuras enigmáticas, sobrenaturales y caóticas que sembraron la semilla de una sensibilidad artística que más adelante florecería en la gráfica.
Formó parte de la sexta generación del CCH Azcapotzalco, donde recuerda haber experimentado una libertad tan amplia que sintió que, a su edad, podía ser fácil perderse. En su caso, fue una oportunidad para encontrarse. Ahí tuvo un maestro de literatura que la impulsó a leer mucho, a pensar, a cuestionar y a desarrollar una conciencia crítica que la marcaría para siempre.
Egresó de la ENAP Xochimilco en 1983. Contó con maestros fundamentales en su formación como Luis Gutiérrez, destacado grabador, y Leonel Padilla, maestro de escultura, quien, con paciencia y ojo agudo, la alentó a no rendirse y a seguir intentándolo.
Elisa realizó su tesis doctoral sobre un tema simbólico: La cama en el arte contemporáneo
, en la que abordó a ese mueble como escenario de descanso, sexualidad, nacimiento y muerte, es esta última la que representó con una mosca, presencia silenciosa y constante en su obra.
Durante 30 años fue docente en diferentes escuelas, al tiempo que desarrollaba proyectos personales de gráfica. Su vocación ha sido enseñar para despertar conciencias y crear para seguir cuestionándose.
Insumisas en tinta es un proyecto que brotó de un foro en el que participaron artistas no sólo de la Ciudad de México, Veracruz, Chiapas y Baja California, sino también de Colombia y España, con el objetivo de visibilizar el trabajo de las mujeres en la gráfica. A través de redes sociales, lograron integrarse cerca de 250, todas comprometidas con el proyecto.
Siempre va antes otra persona. Alguien con más trayectoria, generalmente un hombre. Incluso alguien que ya murió.
Aunque sabe que el arte es un proceso de aprendizaje y construcción, Elisa Suárez se pregunta: ¿cuándo será el momento? ¿Cuándo se reconocerá mi trabajo?
Porque el arte no es sólo técnica, es una visión profunda de lo que significa la vida, el ser humano. Sin esa perspectiva, es imposible construir una propuesta estética auténtica. Y esa visión, en palabras de Elisa, se forja después de los 50 años, cuando la experiencia y la reflexión han madurado.
Hace un lustro, Elisa Suárez comenzó la serie Ni tan santas ni tan profanas, que explora la vida de las mujeres en el circo
. A pesar de enfrentar situaciones extremas, estas mujeres conservan su dignidad y luchan por sobrevivir. Una de ellas es Mary Ann Bevan, conocida como la mujer más fea
, cuyo rostro fue deformado por una enfermedad. Aun así, resistió el rechazo y la humillación y se mantuvo firme para dar sustento a sus hijos.
La exposición no las presenta como santas ni profanas, sino como figuras activas, inteligentes y sensibles.
La muestra se inauguró el 27 de junio en el Museo de la Estampa de Toluca, con 60 obras realizadas sobre madera, poliéster, láser grafía y grabados intervenidos, empleando técnicas no tóxicas que ha explorado desde hace 15 años con su esposo y compañero, Francisco Plancarte, un apoyo constante en su camino artístico.
El 28 de junio, Elisa Suárez también presentó seis libros de artista y tres esculturas con gráfica y papel en el Museo de Arte Moderno de Toluca.
Actualmente trabaja en un Bestiario barroco en torno a Sor Juana Inés de la Cruz. Con sus trazos, invoca a las mujeres silenciadas. En su obra como en su vida, la tinta grita donde otros han impuesto silencio.