os ciudadanos de Estados Unidos (EU) vivirán en un país que será bastante más desigual de lo que ya es. Consecuencia agravada por haber elegido a una administración de marcado tinte fascistoide. Sin hipérbole que valga, constatar las enormes diferencias en bienestar, entre distintas clases sociales en ese país, es ya lugar común. Pero, lejos de trabajar para reducir la injusta y hasta inhumana brecha entre los que tienen todo –hasta la insultante abundancia– y la mayoría con carencias, el presidente Trump se esfuerza por agrandar fronteras. El esfuerzo de millones para quedar arriba de la línea de la pobreza –aunque sea uno o dos puntos porcentuales– se tornará batalla perdida. La norma presupuestal, hoy en disputa en el Congreso de EU, conlleva torvas amenazas para los intereses colectivos. No sólo porque, de aprobarse de acuerdo con los dictados de Trump, se les recortarán drásticamente los servicios médicos (Medicaid, Medicare) y otros, sino porque tendrán que hacerse cargo de una deuda que ya rebasa 29 billones de dólares. Es decir, un endeudamiento que sobrepasa, con creces, el PIB de ese país, lo cual exigirá un servicio que rebasará el mismo gasto de la defensa, el mayor del mundo. La carga de impuestos, lejos de disminuir para los de abajo, tenderá al incremento. En cambio, el régimen pensado para gravar a los de arriba, de patológica predilección republicana y aliados presidenciales, volverá a renovarse. De nueva cuenta, la sonada economía de la regadera reaganiana, volverá a justificar la desgravación para los ricos y las empresas. Alegando, sin rubor, que se hace para alentar la inversión y el crecimiento, promesa que siempre ha quedado suspendida o reducida a pequeñísimas escalas.
Los efectos sobre los trabajadores y grupos vulnerables serán de consideración. No obstante, Trump sigue adelante sin preocupaciones que disputen la validez y conveniencia de su compulsiva decisión. Está convencido de que su base de votantes y sostenedores resistirán la dolorosa prueba y seguirán respaldando a un convicto de 30 cargos, lo cual es una presunción que, al menos, causará profundas disparidades en actitudes y conductas. El ya denso movimiento opositor seguirá un curso indetenible de aumento y se hará notable en los meses siguientes a la puesta en marcha de los recortes sociales por casi un billón de dólares. En ese empeño se ha engarzado el mandatario republicano que hace ostensible sus decisiones sólo marcadas por su inconsistente voluntad.
En México, en cambio, el empeño de Claudia Sheinbaum corre por canales y se orienta por senderos totalmente diferentes. Los programas sociales forman el centro neurálgico, no sólo de su política de gobierno, sino del modelo que la guía. Muy a pesar de los constreñimientos presupuestales que limitan sus deseos, la inversión en esos rubros se mantiene. Las medidas de austeridad, decretadas para paliar el déficit fiscal heredado de 2024 no se ciñen sobre las ayudas y programas sociales. A eso obedece, claro está, buena parte de la corriente de apoyos que la gente expresa a su Presidenta. Pero no sólo a ello, también empiezan a resaltar otros empeños: estabilidad financiera, serenidad y razones en los litigios y decisiones, combate al crimen y una visión abarcadora de los balances económicos regionales, por citar algunos ejemplos.
La oposición y la crítica que responde a sus dictados y voluntad lleva tiempo enfocando sus premoniciones del fracaso inminente, en la figura presidencial mexicana. No hay día que deje de insistir en lo equivocado de sus enfoques y las terribles consecuencias que, según torpes alegatos, ya acarrean. Aunque, hay que repetirlo, la realidad circundante desmiente, en diario acontecer, tan aberrantes amenazas. Aquí prevalece un ambiente libertario y constructivo. La vida democrática avanza sin cortapisas. Las imaginadas trampas por conservadoras visiones, ya han sido superadas. La reciente exhibición de una Guardia Nacional consolidada, patenta uno de los logros del pasado gobierno de la República y su destino en el combate al crimen lo confirmará.
Muy a pesar de los innumerables ataques y denuestos, originados en el vecino norteño, sortearlos no ha sido tarea fácil. Menos aún si, entre las mismas filas mexicanas, hay aliados que ceban en ellas sus estériles premoniciones de fracaso. La imagen de un chantajista y abusador personaje al frente del gobierno de EU se enraíza en la mente colectiva del mundo entero. El abuso de fuerza la desgasta, pero, sin reparos de modulaciones y serenidad, continúa usándola hasta la terca necedad. Las consecuencias ya son de extrema gravedad para la sanidad y paz de sus mismos conciudadanos. Así, la comparación entre estas dos realidades en este enorme vecindario nuestro irán balanceando apreciaciones –presentes y futuras– y, con seguridad, arrojando resultados en favor nuestro.