Recordando a El Caballero Antillano
ubo una época de grandes bandas, de grandes orquestas que animaron la escena del dancing y el espectáculo en la Ciudad de México. Algunos historiadores refieren que el auge de estas agrupaciones comenzó al término de la Revolución Mexicana y alcanzó su florecimiento, hasta mediados del siglo XX, a la par de los cabaretes con pista y grandes salones de baile que nacieron como una respuesta social a la exclusiva actividad de esparcimiento de la burguesía posrevolucionaria.
Era una época en la que se bailaban el swing, boogie-woogie, jazz, charleston, tango, polka, dixieland, mambo y danzones cubanos. A esa etapa pertenece la orquesta de Arturo Núñez, El Caballero Antillano. Originario de Cárdenas, provincia de Matanzas, Cuba (4 de octubre de 1913), quien arribó a la Ciudad de México en 1940 como director musical de la compañía teatral del ilusionista británico Fu-Manchú y se nacionalizó mexicano en 1965.
La historia la cuenta su hijo, Arturo Núñez González, actual representante de la agrupación.
“En efecto, mi padre llegó a la Ciudad de México con esa compañía contratados para presentarse en el Teatro Arbeu. Al concluir el compromiso, decidió quedarse aquí, impresionado por el ambiente musical que se vivía por ese entonces, participó de inmediato como pianista de grandes orquestas como la de Absalón Pérez, Ismael Ruiz (padre de Mario Ruiz Armengol) y de Emilio B. Rosado, que tenían como escenario diversos salones de baile, teatros, cabaretes y actuaciones radiofónicas, como las que ofrecían en la XEW.
“Cuando decidió formar su propia orquesta fue apoyado por don Vicente Miranda, propietario del cabaret El Patio, donde debutó con su agrupación, la Orquesta Antillana, cuyos primeros integrantes fueron: Ignacio Soriano, trompeta; Alejandro Torres Vera, saxofón; Domingo Vernier Robich, Mango, flauta; Arsenio Núñez Molina, contrabajo; Aurelio, Yeyo Tamayo, tumbadoras; Genaro José Che Toledano, bongó; Kike Mendive, cantante y mi padre al piano y dirección.
Tal fue el éxito que solicitó un aumento de sueldo pero Miranda se lo negó. Don Pancho Aguirre, dueño del Río Rosa, vio la oportunidad, tomó la iniciativa y los contrató mejorando el salario, manteniendo una excelente relación laboral que duró tres años.
Muy pronto entró a los estudios de grabación y al salir al mercado, sus discos estuvieron presentes en la radio capitalina, y en muchos hogares mexicanos y de países latinoamericanos. Los sellos Columbia, Peerless, RCA Victor y Musart registraron lo mejor de su repertorio musical, mismo que incluye sones, boleros, guarachas, danzones y mambos. Piezas entrañables como: Danzonson, La palma, Sorrento, Linda jarocha, María la O, La sitierita, La pastora, Lala, Silver Star y de su inspiración Nuestra cita, dedicada a su esposa Lucha.
El estilo que imprimió Arturo Núñez a su orquesta era marcadamente suave, romántico y alegre. Cuenta el periodista Alfonso Juárez Ramírez: “En 1954, cuando Dámaso Pérez Prado El Rey del Mambo estaba en todo su apogeo, tocó un mano a mano con Arturo Núñez en el salón El Fénix. Pérez Prado sufrió un baño musical por parte de la orquesta de Núñez, tanto que el público, entusiasmado, lo sacó en hombros hasta la calle, por lo que Pérez Prado enfurecido, no finalizó su turno y se retiró molesto”.
La orquesta de El Caballero Antillano era lo que se llama en el beisbol, un trabuco. Arturo siempre contó con grandes atrilistas mexicanos y cubanos. En esta combinación destacan: Memo Salamanca, Salomón Jiménez, Chilo Morán, Luis Mancera, José del Villar, Marcelino Montes, Rey Carmona, Inocente Díaz; y cantantes de la talla de Kiko Mendive, Vicentico Valdés, Lalo Montané, Benny Moré, Toño Montané, Francisco Chico Andrade, Antonio Jiménez, Tony Camargo, Ignacio Téllez, Luis Demetrio, entre otros que le dieron lustre a la orquesta.
A propósito del sobrenombre de Caballero Antillano, el percusionista y compositor cubano, Silvestre Méndez, decía que el maestro “era muy correcto, disciplinado, bastante educado (…), una persona estupenda en el ambiente musical y en el ambiente social”.
Arturo Núñez falleció el 27 de febrero de 1981, a causa de un paro respiratorio. Sus restos descansan en el panteón Mausoleos del Ángel, edificio Arcángel Gabriel, junto con los de su amada esposa, Luz María González Félix.
Actualmente la orquesta pervive, gracias a los esfuerzos de Arturo Núñez hijo quien la sostiene contra viento y marea
para fortuna de aquellos que gustan de la música bailable bien hecha, con elegancia y sabrosura.
Hoy, en el Salón Los Ángeles, se presenta la actual Orquesta Antillana de Arturo Núñez, dirigida por el maestro Emmanuel Arzate Alavez. Ocasión imperdible para escuchar y disfrutar sus clásicos (sonando partituras originales) como Mi lindo Veracruz, del maestro Memo Salamanca, y nuevos números como Havana del Este, Besame mamá… entre otras sorpresas. La cita es en Lerdo 206, colonia Guerrero, a las 17 horas.