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Revueltas: las evocaciones requeridas
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u origen fue como el de muchos: una familia humilde de provincia. Pasó sus primeros años en las minas de San Andrés de la Sierra, Durango. Pero su origen fue como el de muy pocos: su hermano Silvestre se hizo compositor; Rosaura, actriz; Fermín, pintor. Él decidió dedicarse a la escritura, ese oficio demandante del que no se puede vivir y por el que tuvo que dedicarse a otras cosas.

Ya en la Ciudad de México su inteligencia precoz y justiciera lo hizo afiliarse a los 14 años al Partido Comunista Mexicano (PCM). A los 15 fue detenido por repartir propaganda en el Zócalo. En la época de la Gran Depresión se le acusó de rebelión, sedición y motín, y fue confinado en un reformatorio. A los 20 fue enviado a las Islas Marías por subversivo. Fruto de esa experiencia nació su novela Los muros de agua.

El joven José Revueltas publicó en la revista Taller de abril de 1939 el primer capítulo de El quebranto, pequeño escrito de juventud intenso, confuso, relampagueante, a decir de Octavio Paz. Son los meses previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Paz, quien también reseñó en la revista Sur de julio de 1949 El luto humano, recordó en un ensayo que en mayo de 1936 durante una asamblea de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios se cuestionaba el sentido de la poesía sin causa. Paz, Efraín Huerta y José Revueltas escucharon frente a un público hostil y ante los antenas de algunos obispos y coadjutores, cómo Cardoza y Aragón defendió a la poesía, no como una actividad al servicio de la Revolución, sino como la expresión de la perpetua subversión humana.

Según José Emilio Pacheco, Revueltas tuvo la facultad de percibir en su obra el espanto, la desolación, la inhumanidad de nuestro tiempo; de ver las cosas que otros nos ocultamos para seguir viviendo. La vida para él era dolor y desgracia, y detrás de nosotros no hay nada sino pavor. Un día llegó a decir fundamentalmente, esencialmente, soy pesimista; en el fondo de mí hay una profunda desesperación sin remedio.

El crítico Phillip War afirma que El luto humano es una de sus obras mejor logradas. Yo añadiría El apando, su novela más conocida. Un libro compacto e intenso. El apando es la celda de castigo de la cárcel, pero también una fortísima metáfora: el lugar de castigo en el que todos, víctimas y verdugos, estamos presos en nuestro aislamiento, en nuestra soledad, a decir de Pacheco.

Ahora que en México se habla de militantes puros de izquierda, Revueltas ha sido el más, tal vez el único.

En 1949 publicó la novela Los días terrenales, que provoca acaloradas polémicas. En ella, critica la rigidez ideológica, la disciplina paramilitar de los comunistas. Uno de sus personajes, Fidel, es una horrible máquina de creer, una horrible máquina sin dudas, un dogmático estalinista, un sectario reduccionista.

La novela fue una bomba para la izquierda de entonces. La tacharon de reaccionaria y decadente. Evodio Escalante afirma que la izquierda de la época la condenó de manera unánime. Hasta Pablo Neruda, que fue su amigo, la condenó. Marco Antonio Campos cita al poeta chileno: Las páginas de su último libro no son suyas. Por las venas de aquel noble José Revueltas que conocí circula una sangre que no conozco. En ella se estanca el veneno de una época pasada, con un misticismo destructor que conduce a la nada y a la muerte.

Fue tal la polémica, que Revueltas retiró de circulación Los días terrenales y la obra de teatro El cuadrante de la soledad, que versaba sobre el mismo tema. Quería hacer una autocrítica.

Para Octavio Paz, su crítica a la ortodoxia comunista lo convirtió en un hereje de la izquierda. Su honradez escrupulosa lo hizo criticar a la ideología de izquierda que opera como ciencia, más cercana a las estructuras religiosas con sus órdenes y sectas, donde cada una se cree poseedora de la verdad.

Fue tal su coherencia política, que su familia ha dicho que a José Revueltas se le recuerda más por su pureza ideológica que por su genio literario. Tienen razón: fue militante, sí, pero fue, y sigue siendo, sobre todo, un gran escritor.

En su obra de teatro Nos esperan en abril, a decir de la crítica Aurora Ocampo, nos muestra que el PCM nunca renunció a los intereses creados y contubernios con el poder.

En manos de Revueltas, según José Emilio Pacheco, la novela y el cuento fueron instrumentos de la crítica radical. Su hija Andrea Revueltas decía en 1987 que los partidos de izquierda todavía no superan los problemas que planteó su padre. Y tal vez aún no lo han logrado.

En 1968, José Revueltas fue detenido y condenado a 16 años de prisión en la cárcel de Lecumberri. Lo acusaron de incitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, daño a la propiedad, ataques a las vías de comunicación, robo, acopio de armas, homicidio y lesiones, por su participación en el movimiento estudiantil. El 10 de diciembre de 1969 inició junto con sus compañeros una huelga de hambre por tiempo indefinido que afectó brutalmente su salud.

El dramaturgo estadunidense Arthur Miller pidió al presidente Díaz Ordaz su excarcelación. Finalmente, fue liberado en mayo de 1971. Murió cinco años después, a los 61, el apasionado, generoso, enamorado, vital, inolvidable José Revueltas, a decir de Carlos Fuentes, el mismo sobre quien Julio Cortázar había dicho que tendría que haberse incluido en el boom latinoamericano. A 110 años de su nacimiento su obra sigue viva.