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Para las calendas griegas
I

nterrogada el viernes pasado sobre la posibilidad de una reforma fiscal, la presidenta Sheinbaum respondió: “Todavía, yo creo, es más, lo hemos estudiado ya por varios meses, hay muchas oportunidades de recaudación, sin necesidad de una reforma fiscal profunda… pero igual, si son necesarias reformas adicionales, pues lo estaremos trabajando a lo largo del próximo año”.

El título de estas líneas habla de un plazo que nunca se cumplirá porque los griegos no contaban el tiempo en calendas, como lo hacían los romanos. Las calendas eran el primer día de cada mes, que coincidía con la luna nueva. La reforma fiscal en México tendrá lugar para las calendas griegas; eso lo saben los economistas supervivientes de los años 60 del pasado siglo, porque se entusiasmaron con la propuesta de reforma que en 1960 formulara Nicholas Kaldor, contratado por el secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena; el estudio lo produjo Kaldor en una estancia de tres meses. Los economistas de El Colegio de México, encabezados por Victor Uriquidi, se animaron como nadie y algunos de ellos trabajaron una propuesta de reforma a partir del estudio de Kaldor, hasta bien entrado el año 1964. Nunca nada pasó en esta materia… con el tiempo y un ganchito.

Cuando estuvo en México, Kaldor era fellow del King’s College en la Universidad de Cambridge. Había sido estudiante de John Maynard Keynes y era un polemista temido por su bisturí lógico en los arduos debates de aquellos años sobre la teoría del capital. Luigi Passinetti, heredero de los poskeynesianos de Cambridge, alguna vez rememoró las amargas y airadas palabras expresadas por Kaldor respecto a los abogados de Ortiz Mena que frustraron su trabajo. Unos abogados analfabetos en la ­materia.

Han muerto los involucrados de aquellos años, Kaldor, Víctor Urquidi, Antonio Ortiz Mena (y desde luego Keynes y Passinetti, y también los abogados de Ortiz Mena), y nadie pudo ver la famosa reforma de Kaldor… ni ninguna otra digna de llamarse reforma fiscal. En 2022 la carga tributaria de México (la relación entre los ingresos tributarios y el PIB) era de 16.9 por ciento, la más baja de la OCDE, institución a la que México pertenece. Las cargas más altas correspondían a Francia con 46.1 por ciento y a Noruega con 44.3 por ciento. En rangos superiores a 38 por ciento, Finlandia, Italia, Dinamarca, Suecia, Alemania, Países Bajos. Todos, países desarrollados. La carga de EU es de 27.7, aunque Trump se propone derribarla. La de Chile, de 23.9, por encima de la de México.

El crecimiento futuro del país depende en gran medida del aumento de la carga tributaria. La expansión de la infraestructura para el crecimiento del producto depende de la carga tributaria; el combate a la desigualdad y su impacto en la expansión del mercado interno, también. Nadie mínimamente ­informado puede estar en contra. El aumento de los recursos públicos, provenientes de una reforma, impulsarían el ingreso nacional, por la vía del multiplicador de la inversión y la citada expansión del mercado interno.

La reforma, además, debería reducir la enorme economía informal existente; tendríamos un gran aumento de los ingresos públicos para operar el desarrollo. En los últimos años la economía informal ha mantenido una tendencia al crecimiento. De acuerdo con el Inegi, equivalía a 22.6 por ciento del PIB en 2016 y a 24.4 por ciento en 2022. Pero la cifra de la ocupación laboral en la economía informal, en 2022, llegó a 55.4 por ciento de la ocupación total del país. A gritos, pide manos a la obra. Puede dejarse como está el cuentapropismo individual o familiar, y llevar a la formalidad a las empresas, al menos las que cuenten con 10 trabajadores o más. Se les puede detectar por el suministro de energía eléctrica, o el del agua.

Según mi lectura de la declaración arriba transcrita, la Presidenta no está en una negativa absoluta a la reforma fiscal. Es de celebrar que el SAT tenga detectados a los causantes que deben cumplir las normas tributarias. Más allá de esa acción, México debería procesar una reforma fiscal de gran alcance: una nueva era para la economía mexicana. Es preciso saber cuál será el efecto de la postura de Trump para la economía internacional, para no moverse en un pantano; nuestra dependencia de la economía del vecino tiene que ser parte de la estrategia. La reforma debiera ser un pacto político entre el gobierno y todos los sectores socioeconómicos. Un pacto para un nuevo desarrollo con justicia social de fondo. Nuevas ramas de la economía; una sustitución de importaciones para integrar a las empresas maquiladoras; alcanzar la autosuficiencia alimentaria; aumentar decisivamente el grupo etario que alcanza educación superior… Precisar los fines específicos (ramas de la economía) para los que serían usados los recursos adicionales. Las mejoras estimadas en el nivel de vida de los asalariados. La prefiguración de una nueva economía, mediante un pacto político nacional.

El plazo de las calendas debe ­terminar.