Cabeza grande, brazos y piernas cortas, una esperanza de vida de 10 a 15 años menor que el resto de la población, son los signos más evidentes de las personas con talla baja que sobreviven porque a causa de los daños asociados al déficit de crecimiento tienen dificultad para respirar y un alto riesgo de morir antes de cumplir un año de vida, afirmó Emily Yokoyama Rebollar, genetista integrante de la Asociación Mexicana de Genética Humana.

Explicó que la causa más frecuente de la talla baja es la acondroplasia, que es una displasia ósea –alteración de huesos y cartílagos–, de origen genético que se puede identificar desde la gestación detectando la mutación en el gen FGFR3.

En entrevista, la especialista comentó que la acondroplasia es la displasia ósea más frecuente. A escala global, se presenta en uno por cada 25 mil recién nacidos vivos, y en México la estadística no existe, pero en los hospitales de alta especialidad, que es donde se atienden estos casos, puede ser de uno en cada 10 mil.

Las personas con talla baja se enfrentan a un cúmulo de dificultades en su salud: neurológicas, en el aparato respiratorio, ortopédicas y en su metabolismo, por lo que se condiciona la disminución en su calidad de vida y funcionalidad por sus características físicas. Además, son víctimas del estigma y la discriminación, por lo cual tienen baja autoestima, depresión y ansiedad, por lo que es necesario un diagnóstico oportuno y atención médica multidisciplinaria.