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La mareada rosa
N

os quieren dar sidral por cerveza o cerveza por sidral, advirtió en 1994 Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano cuando en el primer debate presidencial celebrado en México relató cómo Ernesto Zedillo –quien después de la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta dejó de ser coordinador de la campaña priísta para convertirse en su candidato– pidió durante un acto de campaña con taxistas que le sirvieran cerveza en un vaso de plástico para que pareciera que en lugar de beber alcohol tomaba refresco. Treinta años después, y con ellos cientos de maromas, alianzas, y tantas coaliciones como cambios de nombres ha tenido el mismo grupo político que usó en vano el nombre de la Revolución Mexicana para institucionalizar la transa, sigue ofreciendo sidral por cerveza o cerveza por sidral.

El camuflaje más reciente de los que dieron cerveza por sidral, y con ello crearon el Fobaproa hoy es de color rosa, tono que en México es insignia de quienes ocultan con ese pigmento los colores de tres partidos políticos que en el imaginario colectivo despiertan más que recelo temor y que, a pesar de ser aparentemente no sólo opuestos sino antagónicos, hoy asociados se hacen llamar el futuro, cuando no son otra cosa que el intento desesperado del pasado por regresar a un México que, no entienden, ya no existe.

La marea rosa tomó los colores del INE para defender un supuesto ataque a la autonomía del instituto encargado de velar y procurar la democracia en México, excusa tan falsa como efectiva para congregar, bajo pretexto de un ataque que no se dio, a mexicanos que, en todo su derecho, son opositores al gobierno de la Cuarta Transformación, pero que no hubiesen acudido a una movilización convocada por el rancio priísmo, el agónico perredismo, y el tan alejado de los preceptos de Gómez Morín panismo. Había que encontrar un elemento que congregara a los opositores de a pie; los colores de esos tres partidos políticos no lo harían, el miedo, el repudio y la amenaza a la democracia sí.

A las concentraciones anteriores de la marea rosa acudieron por su propio pie miles de mexicanos, tanto al Monumento a la Revolución como al Zócalo, no hubo acarreados y sí mucha determinación, tanta como ignorancia sobre el plan B que fueron a denunciar; no sabían en qué consistía, tampoco lo que implicaba ni lo que no. El domingo pasado miles de personas, una vez más, se reunieron en el Zócalo de la Ciudad de México en pleno ejercicio de su derecho a la libre manifestación para protestar contra un gobierno al que consideran ajeno y, hay que decirlo, los ha señalado de serlo. Hubo consignas que acusaron una tiranía antidemocrática que pone en riesgo las libertades y la democracia. Los participantes –parece– no entendieron que al emitir sus lemas donde y con quienes lo hicieron, ejercieron el mismo derecho cuya ausencia y riesgo acusaron.

Tampoco parecen haber tenido en mente que protestaron convocados por quienes durante sus gobiernos sí impidieron la libertad a manifestarse a través de la represión que causó la pérdida de vidas de estudiantes, activistas, académicos, disidentes y periodistas. ¡La democracia está en riesgo!, gritaron miles de personas convocadas y acompañadas por líderes y candidatos de las mismas organizaciones políticas que de manera sistemática orquestaron fraudes electorales. Protestaron vestidos de rosa, camuflaje con el que el PRI PAN y PRD ocultan sus colores y con ello disfrazan sus viejas aunque vigentes intenciones bajo la premisa de marear a una marea al hacerle creer que son amigos porque comparten enemigo.

Recordemos que las candidaturas a la Presidencia de la República y a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México de la coalición Fuerza y Corazón por México no se dieron –a pesar de que se prometió– como resultado de un proceso ciudadano ni democrático, sino por decisiones de las cúpulas partidistas, es decir, por dedazo. El domingo, una vez más, la marea rosa mareó y fue mareada al utilizar a ciudadanos opositores a la 4T para reclutarlos como carne de cañón politiquero. Los convocaron a una congregación que partió de la falacia de ser ciudadana y no partidista cuando claramente se trató de un acto político electoral disfrazado con un color rosa que se usurpó a un órgano autónomo que se dice defender. Sidral por cerveza y cerveza por sidral que una vez más marea a una marea a la que le han hecho creer que marcha por una causa ciudadana, pero a la que le toman el pelo hasta en los colores con los que ocultan su verdadero semblante llamado PRI, PAN y PRD.