El musical presenta a los españoles orgullosos de su misión casi filantrópica y a los mexicas como crueles y fustigadores
Martes 27 de septiembre de 2022, p. 7
Madrid. En el musical La Malinche, del ex integrante de Mecano Nacho Cano, los conquistadores españoles, encarnados en la figura de Hernán Cortés, son seres recios, valientes, orgullosos de su misión, que roza la metafísica y la filantropía, ya que su encomienda es evangelizar, expandir la lengua y llevar, a fin de cuentas, la civilización
. La contraparte, es decir los indios que habitan ese nuevo mundo
, al que llegan con sus cruces y sus espadas de hierro, son seres crueles, que fustigan a las mujeres esclavas con látigos y violencia, que persiguen a niñas para ser sacrificadas, que cultivan el canibalismo y que, en definitiva, se nutren de una barbarie sin freno para saciar sus ansias de dominación.
Es una pieza en la que, incluso, los géneros elegidos para cada grupo humano son una oda a los tópicos de los pueblos indígenas plagada de racismo y prejuicios; cuando aparecen los bravos
conquistadores ibéricos la música es tersa, amable al oído y en ocasiones hasta entraría en los anales de los éxitos del pop más empalagoso. Sin embargo, cuando aparecen los indios
politeístas y antropófagos la música invita a la zozobra, al miedo, a la intranquilidad, a la oscuridad...
Nacho Cano, autor de esta pieza musical en dos actos con una duración que roza tres horas, explicó que dedicó los pasados 12 años de su vida a dar forma a lo que, según él, sería su gran obra musical, en la que concentraría los aprendizajes y los conocimientos adquiridos durante toda su trayectoria artística.
A sus 59 años y después de numerosos obstáculos, finalmente logró estrenar, en el centro de convenciones de Ifema en Madrid, su musical La Malinche, en el que supuestamente intenta centrar la trama en la figura de Malintzin, al ser ella precisamente el símbolo del mestizaje, del encuentro de los dos mundos en una nueva cultura, en un nuevo pueblo.
Para abordar un tema tan complejo y espinoso como es el periodo de la Conquista, Nacho Cano aseguró que todos los datos históricos y los giros de la trama fueron sometidos a la consulta y al escrutinio de los máximos expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Incluso agregó que cuando le presentó el proyecto personalmente a Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, le gustó mucho
.
Pero el caso es que en la versión que estrenó en Madrid el pasado 15 de septiembre y que ya lleva dos semanas en cartelera, el personaje de Malinche no es el que sostiene la trama del musical, sino que la convierte casi en un personaje secundario. Todo gira por el lado de los conquistadores españoles, en torno a Hernán Cortés y a un amanerado monje franciscano que hacen continuas loas a la misión suprema de la evangelización
, convirtiendo incluso a este último en una especie de Segismundo, de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, que después de vivir en la sombra del desenfreno sexual y etílico, finalmente se ve a sí mismo como un ser eterno que llevará la luz y la palabra divina
a un mundo nuevo en el que impera la muerte y el vacío.
El otro gran protagonista es Moctezuma, al que dibuja como un emperador implacable, que goza con los sacrificios humanos de niñas, que somete al esclavismo a una corte de mujeres de las que abusan y a las que maltratan sus soldados más fieles, que en ocasiones, por su vestimenta y rostro desfigurado, recuerdan a las hordas de orcos de El señor de los anillos. Incluso la ropa y las máscaras son parecidas.
La voz de Andrea Bayardo inunda el escenario
El personaje de Malinche pasa por tres etapas; primero es una niña que tiene que huir despavorida para que las hordas de los esclavistas y soldados de Moctezuma no la detengan y la lleven ante la piedra sagrada para ser sacrificada y arracarle el corazón. Su madre le explica que se tiene que ir de casa, que en las leyes de Moctezuma no hay lugar en su hogar para su hermano y para ella, así que la entrega a un grupo de esclavistas. Después aparece joven, ya hecha una mujer entregada a la causa de la Conquista y embelesada por esos hombres nobles
que portan la cruz y la espada. Y, finalmente, es la esposa amorosa y entregada que vive a la sombra de Cortés, la que de forma simbólica representa el surgimiento del mestizaje.
Durante las tres horas del musical hay un coro que resume de alguna manera el meollo de la trama, cuando todos cantan con ritmos pop y alegres que ¡una nueva raza grande, libre y mágica!
nace del amor de Malinche hacia Cortés. En el que, eso sí, la voz de la mexicana Andrea Bayardo inunda el escenario de belleza, así como algunos bailes colectivos en los que se mezclan la danza española y los bailes precolombinos.
El musical, además, lleva el maniqueísmo al extremo, al intercalar los géneros musicales en función de las escenas; si aparecen soldados aztecas o esclavistas indígenas fustigando mujeres, sacrificando seres humanos o representando una orgía antropófoga con los enemigos caídos en combate, suena a todo volumen un rock espeso, heavy, mientras se oscurece y los efectos de la tiniebla inundan el escenario.
Sin embargo, cuando aparecen Cortés o el monje franciscano y los guerreros valientes
, como Pedro de Alvarado u Orteguilla, todo se vuelve meloso, con ritmos ligeros, con estribillos que se repiten sin cesar, con letanías simples y fáciles de recordar, que traen a la memoria, en ocasiones, los temas menos sofisticados del ya desaparecido Mecano. A fin de cuentas, el musical es obra del integrante de este grupo de la década de 1980.