entablan un diálogo degeneradoen dos muestras en París
Jueves 22 de septiembre de 2022, p. 6
París. París disfruta de dos grandes exposiciones sobre el denominado arte degenerado, el apodo que los nazis pusieron a obras que sacudieron el mundo de la pintura, de la mano del noruego Edvard Munch y del austriaco Oskar Kokoschka.
En ambos casos, las etiquetas restringieron la verdadera dimensión de su arte.
Se puede ser célebre y sin embargo desconocido
, advierte el comunicado de prensa de la exposición sobre Munch, inaugurada el martes pasado y que permanecerá abierta hasta el 22 de enero en el Museo de Orsay.
Heredero de la fuerza expresiva de Vincent Van Gogh, Munch (1863-1944) pronto causó escándalo con su visión de la vida burguesa como un escenario inquietante, en la que personajes, a menudo cadavéricos, deambulan en la más absoluta soledad o con expresiones agónicas.
Su obra más conocida es El grito (1893), un cuadro que rompe abruptamente con el impresionismo o el realismo del finales del siglo XIX y que contribuye a precipitar la llegada de la modernidad al mundo del arte.
Munch empezó a exponer en su país natal con poco más de 20 años. En 1886, cuatro cuadros suyos provocaron escándalo y sus amigos escritores salieron en su defensa.
Apenas seis años después, otra exposición personal en Berlín tuvo que ser cerrada precipitadamente ante las protestas de algunos visitantes, desconcertados ante la morbidez de esas telas.
Un poema de vida, de amor y de muerte
Munch perdió en su niñez a su madre y a una hermana mayor, y luchó toda su vida contra la depresión. Pero veía su obra como un poema de vida, de amor y de muerte
, una gran cenefa
en la que esos temas iban a entrelazarse de manera permanente.
La cenefa de la vida ha sido pensada como una serie coherente de cuadros
, explicó en 1919.
“Era importante mostrar en esta exposición hasta qué punto Munch pensó en El grito no como una obra aislada, sino inscrita en un ciclo”, explicó a la Afp la curadora de la exposición, Claire Bernardi.
A pesar de esa visión de conjunto de Munch, muchas de sus obras fueron percibidas como auténticas bofetadas pictóricas, como su Madonna de 1895 o la mujer vampira
que pintó también ese año, una impactante versión pictórica del mito.
La exposición del Museo de Orsay presenta casi 100 obras, entre pinturas, grabados y litografías, por orden cronológico.
Munch vivió para presenciar cómo los nazis confiscaban sus obras, tanto en Alemania como en Noruega. Una suerte que compartió con Oskar Kokoschka (1886-1980), cuya retrospectiva, que se abre el viernes en el Museo de Arte Moderno, es la más importante presentada hasta la fecha en París.
Kokoschka también sacudió a la sociedad vienesa de principios de siglo con unos retratos inquietantes.
No busca representar a la persona de forma convencional, ofrecer una imagen halagadora, sino mostrar su vida interior, sus estados de ánimo
, explica a la Afp la curadora de la exposición, Fanny Schulmann.
En Alemania, esa tendencia se denominó expresionismo
, una escuela a la que se acogió voluntariamente Kokoschka.
Algunos de sus clientes rechazaron sus obras, como el doctor Auguste Forel, quien creyó que su retrato de 1910 guarda más relación con la siquiatría que con la pintura.
Los críticos tildaron a Kokoschka de “fauve” (salvaje) y él reaccionó rapándose la cabeza. Pero a diferencia de Munch, Kokoscha se encontró en el ojo del huracán, en el corazón del nacionalsocialismo.
En los años 30, los nazis confiscaron más de 400 obras suyas. Algunas fueron destruidas, unas más vendidas cínicamente en Suiza para recaudar fondos y otras formaron parte de una exposición para reírse de esos artistas.
Kokoschka respondió retratándose a sí mismo como un artista degenerado
y comprometiéndose políticamente. En 1937 denunció el bombardeo de Guernica durante la guerra civil española con un cartel. El original de ese cartel será colgado en el Museo Guggenheim de Bilbao, que recibirá la exposición después de París, con más de un centenar de obras.
Kokoschka murió casi cuatro décadas después de Munch, pero no se olvidó de rendirle homenaje mediante un ensayo en 1957.
Munch no cerró sus ojos ante el infierno moderno
, proclamó el artista austriaco.