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Puntos sobre las íes

Recuerdos // Empresarios (CXLVI)

V

aya lío… Juntar las piernas o separarlas era un dilema para dos chiquillos novilleros –Manolo y Antonio– y, según Conchita Cintrón, no habían llegado a una solución cuando ella cambió de giro.

Marcial Lalanda era, según la gran torera, un maestro eximio y era un deleite oírlo hablar de toros, y en una ocasión, “los pareceres se acaloraron tanto, que hasta llegamos al extremo de parar el automóvil en plena carretera, con la muleta en la mano para ilustrar mejor el tema y proseguir la discusión. Ruy, menos ardoroso en sus convicciones, los miraba, los miraba sonriente”.

Estas discusiones dieron lugar a una divertida controversia. La manoletina era un pase descalificado por nosotros, escribió La diosa rubia del toreo, pero, había un problema: al público le gustaba.

Una faena con manoletinas no vale nada, insistía Conchita. “–A la gente” –decía Antonio.

“–¿Y cómo voy a saber yo si las instrumentas por la gente o por falta de imaginación?”

“–Pues para indicar de lo que se trata, te guiñaré –contestó Antonio.

Me reí.

“Toreábamos en Melilla. Antonio daba manoletinas.

“‘¿Qué tendrá en la vista Antonio Ordóñez?’, preguntaba un aficionado, mientras aplaudía a rabiar la faena del novillero.”

***

“Una tarde, en un pueblo, el gentío soportaba, hacía 20 minutos, las hazañas de un infeliz, que, no sabiendo lo que hacía y no teniendo miedo, resultaba volteado constantemente. Cayó, por fin, inerte sobre el suelo, y los peones lo llevaron en brazos hacia la enfermería. Mas por el camino comenzó a recobrar la conciencia, moviendo piernas y brazos con el fin de ponerse en pie. Un espectador exclamó, afligido:

“‘¡Que no reviva!’ Y le dio con una botella en la cabeza.”

***

“En Quito, Rafaelillo, queriendo sacar de la cárcel a un novillero amigo, que después de una juerga había terminado allí, llamó a un médico.

“–Pero, ¿por qué me llama usted a estas horas?, ¿es grave el caso?

“–Muy grave –afirmó Rafael Valera.

“Llegaron al lugar del siniestro y Rafaelillo explicó lo que ocurría:

“–Es que el muchacho torea mañana y quiero que le dé un certificado diciendo que está enfermo y así dormirá en el hotel.

“–Pero si soy ginecólogo –explicó el doctor.

Y Gitanillo durmió en la cárcel.

***

¿Qué sería de la fiesta sin estas notas pintorescas?

***

“Conocí por aquellos días la más extraordinaria emoción.

“Aconteció en el antiguo coso de Nimes, cuyas ruinas, unas ruinas inmensas, le proporcionan una impresionante belleza.

“Me encontraba a caballo, esperando la orden de la autoridad, cuando, súbitamente, me di cuenta de que iba a pisar el mismo lugar donde los cristianos, hacía siglos, habían luchado y perecido entre fieras. Imaginé a los gladiadores, recordé una civilización. Era la misma arena, las mismas piedras. La multitud gritaba Con una impresión indecible, noté que el tiempo me abismaba. Sintiéndome infinitamente pequeña, levanté los ojos y miré el monumento que me rodeaba. Seguí con la vista, lentamente, las gigantescas columnas de piedra que sobre mí se elevaban. Y entonces, comprendiendo toda su grandeza, me pareció sentirlas vibrar dentro de mi propia alma. La sensación duró lo que dura un escalofrío, pero fue fantástica.

***

“Una tarde, en Bayona, no llegaron a tiempo mis espadas y Antonio Bienvenida –ese señor que es un torero– me prestó su mejor espada.

“Si tienes suerte con ella –me dijo–, te la regalo. Al terminar la tarde era mía.

Seis años después, Antonio me rogó, desde Madrid, que le prestara la espada para matar seis toros en Vista Alegre. Se la envié por avión y la tarde resultó tan feliz, que se la he dejado hasta que se retire de los toros.

***

“En Nimes, cuando me escapaba del hotel por la puerta de la cocina, me llamó, de repente, Monasterio. Pablo Picasso estaba en el hall con Asunción y Ruy. Decidí enfrentar a los ardientes buscadores de autógrafos que me perseguían (Asunción se encontraría conmigo en la puerta de la calle)

“Decidí afrontar a los buscadores ya que deseaba conocer al maestro… y pedirle un autógrafo.”

(Continuará) (AAB)