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Los retrocesos ambientales de la 4T
C

onfirmando las contradicciones y claroscuros de un gobierno que no alcanza a definirse en torno al fenómeno supremo de la vida, y la ambigüedad de un gabinete sin control y sin brújula, en las últimas semanas se han sumado declaraciones y decisiones sobre los temas ambientales que reflejan no sólo una falta de interés, sino evidentes retrocesos en un gobierno que se ha declarado contra el neoliberalismo, pero que en el caso de la defensa de la vida está reproduciendo sus mismas prácticas y visiones. Todo ello sin que se nieguen los evidentes avances contra la corrupción en todas sus escalas y la evasión fiscal, y los programas que realmente coadyuvan a sacar de la marginación a amplios sectores sociales (Sembrando Vida, las Escuelas para el Bienestar y las 140 Universidades Benito Juárez). Alcanzo a situar los retrocesos en los campos de la energía, los alimentos, los megaproyectos del sureste, el presupuesto realmente existente y otros.

El desdén que ha mostrado el gobierno de la 4T por la transición a energías renovables raya en el absurdo, cuando oficialmente las reservas probadas del petróleo, que será cada vez más caro, no dan más que para unos ocho a 10 años, y cinco años en el caso del gas. ¿Qué será del país después de este sexenio? Los combustibles fósiles, piedra angular de la civilización moderna, capitalista, tecnocrática y patriarcal, han creado una verdadera adicción (tan colectiva como individual) de la que como toda patología resulta difícil salir. Ello quizás explica las declaraciones tecnocráticas y cortoplacistas del Presidente (Las energías limpias son un sofismalo que se necesita es comprar más carbón. Nava, Coahuila, 24/10/20), y de la secretaria de Energía: La energía nuclear es “continua, segura y efectiva […] ya es tiempo de que en México se hable de la energía nuclear, un tema vetado, porque es una energía muy benéfica” (Senado de la República, 27/10/20). Por lo anterior, el gobierno de la 4T construirá una nueva planta carbonífera, el combustible más contaminante que se conoce, con un costo de mil 120 millones de dólares, equivalente a todo el presupuesto de la Semarnat en 2019, y pretende construir una nueva planta nuclear en Baja California, ahí donde la radiación solar alcanza su máxima potencia, y donde una superficie de sólo 2 mil kilómetros cuadrados (45 por 45 kilómetros) puede generar energía eléctrica para cubrir las necesidades de ¡todo el país!

Sobre las bondades de la energía nuclear hay que decir que tanto el uranio como la tecnología deberán importarse (cero soberanía energética), que un reactor cuesta al menos unos 210 mil millones de pesos, que no está resuelto el confinamiento de los residuos radiactivos, y que negar el riesgo de los accidentes es, para decir lo menos, un acto inmoral. Yo recomiendo leer dos libros estremecedores: Voces de Chernóbil, de la premio Nobel Svetlana Aleksiévich, y Fukushima: vivir el desastre, de Takashi Sasaki, que hacen a todo ser humano convencerse de que lo nuclear es una tecnología para la muerte. La obsesión por la energía fósil se expresa en los mil 174 miles de millones de pesos del presupuesto 2020 que resultan de la suma de lo asignado a Pemex, la CFE y la Sener, donde se desmanteló la pequeña oficina dedicada a energías alternativas y se despidió al equipo técnico.

México es una de las cinco regiones con mayor radiación solar del mundo y con yacimientos de litio para desarrollar una industria de autos eléctricos, además de abundantes recursos hidráulicos, eólicos y geotérmicos. La mesa está puesta para que la 4T diseñe una ruta antineoliberal con soberanía, con los ciudadanos, con empresas públicas, sociales y privadas, y de pequeña y mediana escala. La carencia de lo anterior afecta el rol que juega México en la batalla mundial contra la crisis climática. Aunque el país sólo contribuye con 1.7 por ciento de los gases invernadero que calientan la atmósfera, estamos entre las cuatro naciones más afectadas por ese desequilibrio global (huracanes, sequías y aumento altitudinal de la temperatura). Al menos los gobiernos neoliberales dejaron para la historia un compromiso del país con los Acuerdos de París, un Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (Inecc) y una Comisión Intersecretarial. Por lo contrario, en el gobierno de la 4T parece estar vetado hablar de la crisis del clima, el presupuesto del Inecc ha sido reducido en 2019, 2020 y 2021, y no hemos escuchado una sola mañanera en la que se trate el tema. Mientras, en el resto del mundo, salvo Estados Unidos y Brasil, los gobiernos se afanan por sumar esfuerzos. En lo que va del año en Francia e Inglaterra surgieron parlamentos ciudadanos por el clima, y antes ocurrió en Suecia en 2014, y China se ha propuesto transitar hacia una ¡civilización ecológica para 2035! En próximas entregas examinaré los casos de los alimentos, los trenes del sureste, la distribución del presupuesto, los parques y reservas y otros temas.