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Ver día anteriorMartes 27 de octubre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Morena en su laberinto
M

orena está definiendo su futuro, lo cual importa mucho, pues del rumbo que tome dependen la Cuarta Transformación (4T) y el país. La 4T no es sólo el gobierno, somos todos, y sin un partido que ayude a mover la elefanta reumática que es nuestra sociedad poco servirá que AMLO active al Estado. El carisma cuenta, pero los líderes mueren (Chávez), los encarcelan (Lula), se exilian (Correa), se desgastan (Evo), envejecen (Mujica) y sin el protagonismo colectivo de los partidos es fácil que los procesos se reviertan ¿Hay un Lenín Moreno en nuestro futuro?

Con el triunfo de AMLO arrancó en Nuestra América el segundo ciclo de su largo curso emancipatorio: Venezuela resiste, en Argentina y Bolivia la izquierda gobierna de nuevo y se posiciona en Colombia, en Chile y Ecuador avanzan los movimientos sociales. La correlación de fuerzas se va inclinando a nuestro favor. Pero los tiempos son otros y a México le toca ayudar a fijar el rumbo posneoliberal en un mundo golpeado por la pandemia y la recesión. La responsabilidad es enorme y más sin partido.

El problema es que aquí el partido de las izquierdas se hunde lentamente en el pantano. Morena ganó las elecciones por nocaut y luego se pasmó. Quizá porque nació como movimiento opositor vuelto después máquina electoral y no tiene claro su papel ahora que gobierna. Y cuando no se mueven los partidos, pierden masa muscular y se les atrofian las articulaciones.

El agua estancada cría sapos y a Morena le urge romper diques y activarse. Pero lo que hay de fondo son dos concepciones de lo que debe ser, de su lugar en la 4T y de la propia 4T: la mayoritaria que se identifica con su proyecto fundacional como partido movimiento y la de quienes lo ven como trampolín político: un nuevo PRI.

La cuestión no es que no se ponen de acuerdo, como expresó AMLO, sino que algunos han encontrado en la judicialización, más que en el debate de ideas, la forma de posicionarse. El resultado fue el desconocimiento en 2019 del Congreso Ordinario que estaba muy avanzado, el bloqueo de las nuevas convocatorias y, finalmente, el inaudito fallo del Tribunal Electoral que, pasando por encima de militancia y estatutos, instruyó que la dirigencia se eligiera por encuesta abierta como si se tratara de ponerle nombre al rinoceronte bebé que nació en Chapultepec: ¿cuál les gusta: Porfirio o Mario?

Pero tras el anecdotario están problemas estructurales que aquejan a todo partido de izquierda que accede al gobierno. Consuélense, los males de Morena son idénticos a los que hace un siglo enfrentaba el notable Partido Socialista del Sureste. En el Congreso de Izamal de 1918 se decía:

En Yucatán se ha logrado ya un principio de mutación social, puesto que ocupan la dirección de los asuntos públicos hombres del partido. Pero se ha cometido el error de suponer muerta la hidra cuando no está más que ligerísimamente herida. Por si eso no fuese bastante, se permite el acceso al partido a los que por conveniencia se adhieren a las nuevas ideas, pero que en realidad están dispuestos a la traición. En política es necesaria la unidad de mando. No pasa inadvertido, sin embargo, el cúmulo de ambiciones personales que nace al aproximarse la época electoral, así como las maniobras e intrigas, a veces muy repugnantes, que se ponen en juego para obtener cargos de elección. Los líderes obreros no deben seguir de ninguna manera el rumbo de los políticos de profesión. El pueblo emancipado no quiere colocar nuevos amos sobre sus espaldas.

El Congreso estableció también que los socialistas no deben autopostularse para puestos públicos y no se aprobarán las credenciales de compañeros que traten de relegirse en los cargos de elección popular. Un delegado decía: es necesario entender que los cargos no son recompensa de servicios prestados a la causa. Otro abundaba: efectivamente, quienes se autopostulan se exhiben como ambiciosos vulgares que se han afiliado al partido para asaltar los puestos públicos y lucrar con ellos. ¿Les suena?

Resumo en ocho puntos mi balance de los problemas de Morena: 1. Crecimiento oportunista de la militancia en cuando se vio que iba de gane, 2. Visión del partido como trampolín para cargos o puestos, 3. Migración al gobierno de cuadros probados y calificados, 4. Inercia de la estructura y dinámica puramente electorales previas a los comicios, 5. Distanciamiento de los movimientos sociales de que proviene, 6. Incapacidad de sustituir por conducción colectiva la muy personalizada de AMLO, 7. Definición programática sexenal sin visión estratégica y 8. Y sobre todo, pasmo, parálisis que no suplen la participación en elecciones ni la plausible formación política si es sucedáneo a la inacción política.

¿Qué hacer para salir del atolladero? Vincularse a los movimientos sociales y recoger sus demandas. Concientizar, organizar, movilizar en torno a propuestas que respondan a las necesidades populares y a la visión de la 4T, sin limitarse a repetir el discurso del gobierno. Avocarse a construir el complemento social de las políticas públicas, no gestionando clientelarmente los programas, sino construyendo las contrapartes autogestionarias de la acción institucional.

Quizás haya servido para ganar simpatías a la hora de las encuestas, pero es mala señal que alguien se venda como delfín, como el hombre del Presidente: para lanzarme consulté a Andrés Manuel. Ya lo dijo Pepe Mujica: En política no hay sucesión, hay causas. En tanto que expresión de intereses sociales el partido, puede y debe influir en el Presidente, no al revés. Éste es de Morena, no Morena del Presidente… Sí, no se rían; así debe ser por el bien del Presidente y de Morena.

La encuesta impidió saber a qué dirigentes hubiera elegido el partido. Es grave, pero no tanto. Y es que, aunque los cargos cuentan, la batalla por Morena y la 4T se libra en la militancia, la discusión política y el activismo social. La unidad se puede pactar arriba, pero se construye abajo.