ero en conducta, crónicas de la resistencia magisterial de Luis Hernández Navarro es un libro de difícil clasificación: es un libro de crónica y de análisis político, pero no sólo; también contiene historias de vida de maestros que fueron protagonistas. Recorre más de tres décadas y sigue un orden cronológico que, sin embargo, rompe constantemente para retroceder.
Los relatos adoptan diversos puntos de vista: el del activista, el del observador, el del analista político. El resultado es un libro extraordinariamente rico. Narra los principales episodios de un movimiento que empezó en 1979 y sigue hasta hoy. Movimiento que, por su naturaleza, es más que sindical, porque involucra a la sociedad entera. Está escrito en presente histórico, así el autor logra transmitir la atmósfera que se vivía. En ese sentido, Luis Hernández es un cronista. Cuando es necesario cita documentos o libros de los que transcribe citas extensas. En ese sentido, Luis Hernández es un historiador. Se involucra y toma partido, en ocasiones de manera apasionada. Entonces Luis Hernández es un protagonista.
Los análisis coyunturales muestran las estructuras políticas y las formas del ejercicio del poder. Informa de la mecánica del presidencialismo. Exhibe la demagogia ramplona y funcional en la dramaturgia del Estado.
Su estrategia narrativa recrea una historia en múltiples dimensiones. El sujeto cambia continuamente. Doy un ejemplo: en la página 262 el sujeto es la CNTE que organiza su congreso. Enseguida el sujeto es el Congreso. Pero unas páginas adelante, en la 265, el sujeto es el movimiento magisterial michoacano, y para explicar lo que pasa regresa a sus antecedentes. Unas páginas después el sujeto es El Chino, Francisco Javier Acuña, activista y dirigente del movimiento, que muere en un dudoso accidente. En la página 273 otra vez el sujeto es la Coordinadora y sus corrientes. Y en la 278 nos cuenta la historia del compañero Paco, cuyo nombre verdadero es Jesús Martín del Campo, y con su trayectoria personal recorre la historia de una izquierda vinculada al movimiento estudiantil, la masacre del 10 de junio de 1971, el movimiento jaramillista, la guerrilla de Lucio Cabañas, el movimiento normalista y la fundación del PRD.
En ese recorrido, que enunciado como lo he hecho parece laberíntico, lo que resalta es la prisa del narrador, la necesidad de entender, y para eso se mueve lateralmente, retrocede para cosechar antecedentes, se concentra en un personaje para comprender la dimensión humana y no pocas veces dramática.
Páginas adelante nos encontramos con Juan Rulfo, o mejor dicho con la dimensión rulfiana de la realidad, cuando se cuenta la historia del profesor Proceso Díaz Ruiz y su enfrentamiento con el caciquismo de Los Austria, en Hidalgo, señores de horca y cuchillo. El abuso de Francisco Austria sobre la hermana de Proceso, de nombre Frida, la conduce al suicidio. Pedro Páramo está entre nosotros, pero también está Fuenteovejuna: en 1989 Francisco Austria cae en la cárcel; el pueblo incendia su rancho, y no sólo eso, sino que sacrifica algunas reses y organiza una gran comilona popular.
Las crónicas magisteriales están bien asentadas en la realidad nacional; al contarnos la lucha por el sindicato, nos cuentan también al México verdadero. Para no quedarse en la superficie de los mítines, las huelgas y los plantones, investiga su contexto.
Los sindicalistas de esta historia son también maestros preocupados por su labor; les preocupa la pedagogía y la educación popular. Sus diferencias con el charrismo van más allá de la vida sindical, tienen que ver con su compromiso con la comunidad. Así se explica que las demandas no se limiten a lo laboral, sino se plantean la pobreza de sus alumnos y de la infraestructura escolar. No de otra manera se explica el surgimiento de La Comuna de Oaxaca, la revuelta de la APPO que, originada en el movimiento magisterial deviene movimiento de raíces comunitarias y que suma a amplios sectores de la sociedad en la lucha contra un gobierno déspota.
Como en todo buen libro de historia, las preguntas clave están en el presente: la aparente fortaleza del caciquismo vigente; la alianza sin vergüenza de la presidenta vitalicia del SNTE con un gobierno que reniega de la educación laica y popular; la campaña permanente de desprestigio contra los maestros, a quienes se quiere culpar del bajo nivel educativo; el uso electoral del control corporativo del sindicato para imponer gobiernos; la enorme cantidad de dinero que concentra la cúpula del SNTE. Y detrás de todo eso: la resistencia que ha estado ahí durante tres décadas, y que no cesa.