a madrugada de ayer la cuenta de Fox News en Twitter fue intervenida por desconocidos y desde ella se divulgó la falsa información de que el presidente Barack Obama había sido asesinado. Horas más tarde, el grupo Anonymous logró acceso a un servidor de Apple Inc, lo inutilizó, obtuvo los nombres y las claves personales de una treintena de usuarios de uno de los sitios de esa empresa informática y los hizo públicos. A principios de mes, en protesta por las disposiciones antinmigrantes adoptadas por Arizona, Anonymous ya había divulgado medio millar de documentos almacenados en el servidor de la policía de ese estado, y a fines del año pasado atacó los servidores de Visa, MasterCard y PayPal, en lo que denominó una acción de solidaridad con WikiLeaks, una vez que esas empresas se negaron a procesar donaciones al acosado portal de las filtraciones.
El propio WikiLeaks es un ejemplo de las perspectivas de las nuevas tecnologías como instrumento de democracia, transparencia y fiscalización de los poderes públicos por las sociedades. La difusión de medio millón de cables diplomáticos secretos, reservados o confidenciales del Departamento de Estado –tres mil de los cuales fueron redactados por representaciones estadunidenses en México y han estado siendo revelados por este diario– ha causado un impacto formidable en las relaciones internacionales, ha puesto al desnudo la falta de ética con que se conducen las relaciones de Washington con el resto del mundo y, en el caso de nuestro país, ha revelado, entre otras cosas, la injerencia estadunidense, los conflictos entre distintas dependencias y niveles de gobierno y el entreguismo de la clase política en su conjunto. En Egipto, las revelaciones del sitio fundado por Assange fueron decisivas para exasperar el hartazgo popular que culminó con el derrocamiento de Hosni Mubarak y de su régimen.
En ese proceso, los opositores egipcios, sin haber sido los primeros, hicieron uso ejemplar de las redes sociales para organizar las protestas callejeras, eludir la censura oficial y lograr una mínima coordinación de las acciones antigubernamentales. En una escala menor, en nuestro país las redes sociales han resultado decisivas para articular y dar visibilidad a expresiones sociales como la marcha nacional y la caravana de la paz, encabezadas ambas por Javier Sicilia.
En sentido inverso, y más allá de las posibilidades positivas de la red para articular colectivos sociales y para transparentar, con responsabilidad social o sin ella, información que las autoridades quisieran mantener oculta, Internet es también un ámbito desde el que es posible realizar acciones de desestabilización, sabotaje y delincuencia: intervenir sistemas militares y procesos de control de servicios públicos, con resultados posiblemente catastróficos, así como perpetrar toda suerte de delitos, desde fraudes bancarios hasta tráfico de drogas y personas, o emprender sabotajes contra corporaciones y dependencias. Asimismo, la red mundial puede ser utilizada por las autoridades para espiar a las personas de manera indebida y recabar información con propósitos represivos.
El desarrollo tecnológico se acelera y todos los estamentos humanos –comercio, finanzas, gobiernos, medios informativos, movimientos sociales, expresiones culturales, iglesias, y también, por supuesto, delincuencia organizada– lo asimilan a una velocidad de vértigo, que deja muy atrás la conceptualización misma de los fenómenos internéticos, por no hablar de su regulación legal.
Las tecnologías de la información (TI) no son ni buenas ni malas en sí, sino depositarias de lo mejor, lo peor y lo neutro de las sociedades que se sirven de ellas. Es significativo que, aunque en el imaginario colectivo ya están instalados, desde hace dos o tres décadas, temas como el de la guerra nuclear desencadenada o frenada por hackers, o el hundimiento de corporativos por efecto de robos informáticos, entidades y personas siguen interactuando con las comunicaciones digitales con anacrónica candidez. Es importante, en suma, pensar y actuar con plena conciencia de la penetración de las TI en todos los aspectos de la vida; entender que la transformación, en este punto, no tiene vuelta atrás, y recordar que Internet es un ámbito en el que se puede encontrar casi todo, y en el que es posible, también, perderlo todo.