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Decenas de organizaciones sociales intentan llevar ayuda a la franja de Gaza

Llena de solidaridad, la flotilla humanitaria
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 26 de junio de 2011, p. 25

Atenas, 25 de junio. Jorge ha experimentado lo mejor y lo peor de su vida en un espacio de apenas 40 kilómetros de largo por 12 de ancho. Ha visto la muerte de cerca, pero aún considera el día en que llegó a las costas de Gaza como el más feliz de su existencia. Resultaría un trabajo duro, incluso para el mejor de los sicólogos, averiguar por qué una persona es capaz de arriesgar todo por un pueblo al que ni siquiera conocía.

Siempre sentí complicidad con la lucha palestina. Fui varias veces y en una protesta en Cisjordania, hace bastantes años, me detuvieron las autoridades de Israel, lo cual implicaba que no me dejarían regresar. Esta fue la razón, compartida por varios activistas más, que lo impulsó a romper por vez primera el bloqueo marítimo en 41 años.

En agosto de 2008 lo consiguieron. Nadie lo imaginaba. No teníamos ninguna experiencia con barcos y apenas dinero. Creo que ni los israelíes pensaban que íbamos a llegar, por eso no pasaron de las amenzas y de los bloqueos de las comunicaciones. Aunque apenas llevaban ayuda humanitaria, el simbolismo de esta acción abrió el camino hacia nuevas experiencias.

La llegada fue impresionante. Había miles de personas que nos esperaban en el puerto. Era la primera vez que veían llegar un barco extranjero en 41 años. Había niños, ancianos, políticos y trabajadores. Nos costó media hora avanzar 500 metros, por la gran cantidad de personas que estaban esperándonos. Nos trataban como héroes, cuando lo son ellos viviendo bajo esa situación. Fue un año después de que Hamas adquirió el poder político, que había ganado en las urnas, generando el bloqueo total por Israel.

Durante más de un año Jorge vivió rodeado por mar y muros. Los primeros meses fueron de supuesta tregua. Acompañábamos a palestinos atacados diariamente en su trabajo. Por un lado pescadores que salían a faenar cerca de sus costas y a campesinos que cultivaban cerca de la supuesta frontera con Israel. Aunque su presencia no evitaba los disparos, al menos los atenuaba.

Pero poco después empezó la guerra. La operación Plomo endurecido le provocó las peores tres semanas de mi vida. Millón y medio de personas, mayoritariamente niños, bombardeados, sin poder salir y casi sin posibilidades de protegerse. A nosotros los consulados nos dieron la posibilidad de escapar, pero ellos ni eso. Los israelíes disparaban contra la población civil en hospitales, instituciones de la Organización de Naciones Unidas y en mezquitas a las horas en que había gente rezando; no existía ningún lugar para resguardarse.

Después de algo más de 12 meses Jorge salió de la misma manera en que había entrado: rompiendo un bloqueo, en este caso el egipcio. Era aún más importante cambiar esa situación y hoy día, aunque los medios digan que la frontera está abierta, sigue siendo muy complicado salir por ella.

Así les enseñan

Al regresar a su hogar tuvo tiempo, como muchos activistas, de pensar no sólo en lo que había vivido, sino en la razones que pueden llevar a una sociedad a comportarse así. Es difícil saber cómo piensa alguien a quien consideras un criminal, pero para mí los soldados ni siquiera están conscientes de lo que hacen. No son muy humanos. Pero no son sólo el ejército o el gobierno. Es la gente común y corriente la que participa en esta ocupación y hay que saber que en la escuela, en la televisión y en su casa les enseñan eso.

Las ganas de poder seguir ayudando al pueblo palestino lo llevaron pronto a formar parte de un nuevo proyecto. En esta ocasión serían decenas de organizaciones sociales las que mediante la llamada flotilla humanitaria rumbo a Gaza llevarían toneladas de alimentos, medicinas y material de construcción hasta la franja. Vivió como integrante del buque de bandera griega y sueca el ataque sufrido por los militares israelíes, en el que murieron nueve ciudadanos turcos. Aunque dice no ser quien acabó peor, lo cierto es que la cárcel, los golpes y la deportación no faltaron en su experiencia.

Ello no le ha impedido formar parte de la nueva expedición, en la que se volverán a reunir ciudadanos del mundo entero. Desde ayer un barco francés comenzó esta iniciativa, a la que Jorge ha llegado con las mismas motivaciones: primero porque todavía existe el bloqueo, luego porque lo israelíes no tienen que pensar que matando activistas van a acabar con el derecho internacional.

Desde hace una década este joven ha decidido invertir su esfuerzo, dinero y vida en una causa que le parece símbolo de lo que sucede en el mundo. “Ahora, para mí, es aún más importante, porque tengo amigos ahí con verdaderos problemas. Ahora es más personal, pero aunque haya gente que no la conozca pienso que es cuestión de justicia, de dignidad. Esta gente también tiene derechos. No se trata de ser palestino o de la franja de Gaza. Se trata de ver a alguien sufriendo y pensar: ¿No vamos a hacer nada?