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 |  | A ver, ésos de HBOVisto que hacer televisión narrativa en este país no pasa de timoratas convenciones, esto es, de infame factura, del temor a tratar temas que esta sociedad harto más madura que sus medios masivos electrónicos necesita abordar de manera cruda y realista, de pésimos diálogos que intentan apuntalar exageradas y poco creíbles actuaciones, de risibles (d)efectos especiales o de joyas de humorismo involuntario en cada chambona escena de acción, esta retobona columna hace hoy una petición malinchista: señores productores de hbo , vénganse a hacer una de sus series acá, a México.  Miren ustedes: temas sobran. Tramas abundan, desde la Cenicienta, que de vendedora de cacahuates o tacos acaba en gran señora con narcotienditas, hasta precintos policíacos que rezuman baja estofa. Desde sufrientes curitas pederastas hasta parentela política –en más de un sentido– explicable y estratosféricamente enriquecida: miles de leyendas urbanas alimentadas todos los días desde la nota roja, dignas de convertirse en guión porque violencia vende. Muchos mexicanos siempre nos hemos preguntado cómo será ver una serie de televisión, una serie policíaca (de a de veras, no como esa mamarrachada de El Pantera  de Televisa que no asusta ni a un apanicado ratón, más bien una especie de padrote de barrio que mal tira patadas voladoras, mezcla patética de Juan Querendón y Kato) ambientada en nuestras calles, tal que deben sentir los habitantes de Nueva Jersey cuando ven sus barrios y hasta algunos de sus vecinos en un episodio de Los Soprano . Por mucho que a este aporreateclas, antiyanqui a conveniencia, le cueste admitir, ustedes en su país, y ojo, que aquí está lo interesante, también en otros países, han realizado espléndidas series para otras audiencias que no solamente las gringas y que han sido igual éxitos internacionales.   Argumentos, pues, en nuestro explosivo caldo de pobreza, violencia, corrupción y desmedida avaricia les van a sobrar. Con adecuados –en estas cuestiones ustedes son expertos– dispositivos publicitarios abundarán patrocinadores, porque créanlo o no en este país hay a quien el dinero le sobra, se les escurre, se les sale hasta de los regurgitantes excusados. A poco no sabían que el hombre más rico del mundo ya no es un gringuito muy abusado para las computadoras, ni la reina de Inglaterra ni un jeque petrolero y narigudo: no, señores, es un mexicano que empezó vendiendo géneros o mueblería y acabó monopolizando las telecomunicaciones del país con alguna pequeña ayuda, cantaría Ringo Starr, de sus amigos. Pues ese señor, señores, seguro se interesa en invertir con ustedes. Y hay otros, miren, dueños de bancos, de embotelladoras de las aguas negras del imperialismo, empresarios acaparadores de maíz, y hasta casi me dejo cortar la uña del dedo meñique del pie si no le entraría al proyecto una de las dos bestias, digo, televisoras del duopolio nacional de la conciencia colectiva y santa señora del incivismo mexicano. Como en este país es cosa resabida y comprobada que el fin justifica los medios, no faltará el que logre colar unos cuantos bien lavados milloncejos de cueros de rana a la ecuación y vualá, tienen ustedes la mesa servida. Ya será cosa solamente de traerse directores, hacer castings  –que de paso pueden convertir en socorridos reality shows con que ir calentando  el proyecto– y se traen, también, alguna principal figura actoral que además se lleven los de la Secretaría de Turismo en un tour  por nuestras reconocidas y recochinas playas, y por algunas de nuestras cocacolonialescas ciudades, para armar bonita campaña de promoción turística que desmienta a la fea señora realidá que a diario asoma su horrible jeta en los noticiosos… Con suerte hasta se nos queda a vivir por acá o se compra una casita en la playa para habilitarla como distinguida leonera, cual aquellos mejores tiempos de Acapulco, María Bonita, o el Puerto Vallarta del Burton y la Taylor. Al fin que, como dice Adolfo García Ortega –que es, señores, un magnífico escritor español– lo absurdo, por posible, no deja de ser absurdo.
 Y quitándole a esta redacción un poco de esa pedante socarronería de siempre, insisto seriamente en el asunto: si pudieron realizar, maquilar, subcontratar o como sea, magníficas producciones en Argentina, cuando Epitafios , o en Brasil con Hijos del carnaval , no vemos por qué no ha de ser posible o atractivo aventarse el trompo a la uña en tierras mexicas. Échenle una buena pensada. Acá muchos los vamos a apoyar. Y desde luego, a pedir chamba.  |