EL MEXICO DE FOX
Vicente
Fox, no cabe duda, es un presidente optimista. Sin embargo, el ánimo
desbordado que lo caracteriza pareciera hacerle ver una realidad muy distinta
a la que viven millones de mexicanos. En el marco de la 11 Cumbre Iberoamericana,
celebrada en Lima, Perú, el presidente Fox se refirió a un
México maravilloso, "ejemplo del respeto a los derechos humanos",
donde se han logrado "importantes avances" en materia de desarrollo, educación,
salud, empleo, combate a la pobreza, y cuyo "único" asunto pendiente
es "la firma concreta de un acuerdo de paz con el zapatismo".
Que el Presidente asuma en el exterior el papel de promotor
de un México democrático y respetuoso de los derechos humanos
no es ninguna novedad; de hecho, es parte fundamental de su estrategia
de política exterior. Con el aval de haber sido elegido mediante
un proceso democrático, lleva casi un año dedicando gran
parte de su tiempo a vender una imagen de nación a todas luces distorsionada,
cuya finalidad aparente es el reconocimiento internacional para ganar posiciones
--como un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU-- y la atracción
de inversiones.
En ningún momento hemos cuestionado la legitimidad
democrática con la que Fox llegó al gobierno, por el contrario,
la hemos celebrado como un avance de la mayor trascendencia para el país
y que, por supuesto, debe ser cacareado en el exterior. Sin embargo, jactarse
--como lo hizo en Lima el Presidente-- de gobernar un país ejemplar
en materia de derechos humanos, precisamente cuando el asesinato de Digna
Ochoa ha puesto en relieve la vigencia de abusos en la materia, resulta
una evidente contradicción.
Asimismo, minimizar los crecientes problemas económicos
y sociales, argumentando que su gobierno nada puede hacer ante la recesión
mundial, sólo puede ser entendido como un pretexto retórico
a la incapacidad para resolver las principales demandas de la población.
El desencanto social por la falta de resultados es más
que evidente y Fox parece hacer caso omiso a las voces que alertan sobre
la problemática económica y política que impera en
el país. Ayer, mientras el Presidente deslindaba a su gobierno de
responsabilidades por la situación económica, dirigentes
del sector privado demandaban un cambio de actitud de su parte y, de ser
necesario, ajustes en el gabinete ante la incertidumbre sobre la conducción
del país.
Arturo González Cruz, presidente de Concanaco,
propuso evaluar la gestión realizada por las secretarías
de Estado en este primer año de gobierno para calificar su desempeño
y determinar si han cumplido los compromisos asumidos.
En este sentido, resulta oportuno preguntar: ¿por
qué se han realizado tres recortes al gasto público si existe
un fondo de estabilización petrolera que fue creado, precisamente,
para compensar las caídas en el precio del crudo y evitar los ajustes
al gasto? El problema es que no queda claro --ni se ha informado debidamente--
por qué no ha sido ejercido ese dinero, hecho que se presta a sospechas
sobre la transparencia en el uso de los recursos si tomamos en cuenta,
por ejemplo, que se tiene prevista una reducción al presupuesto
de los estados. ¿En dónde están los 9 mil millones
de pesos de dicho fondo?
El presidente Vicente Fox ha sido reacio a la crítica,
así como a las propuestas y exigencias de diversos sectores que
han visto cómo las promesas de campaña se han ido desvaneciendo
con el paso de los meses. La realidad es que no se ha cumplido con las
promesas de campaña y la sociedad comienza a externar su inconformidad
por la falta de resultados.
Por eso llama la atención que el Presidente de
México parezca vivir en un país tan lejano al que pisan millones
de pobres y desempleados, en el que se amenaza constantemente a los defensores
de los derechos humanos y se mantienen encarcelados a ciudadanos por motivos
políticos, ignorando recomendaciones como la emitida por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. En fin, un país que destaca
más por el descontrol que por la democracia, aunque el Presidente
diga lo contrario.
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