uando todos saben que todos saben. Ese es el principio al que el sicólogo Steven Pinker se refiere como conocimiento común. En sus propias palabras esto se asocia con la conciencia de saber que otros saben lo que uno sabe. Apunta que esta es una cuestión que puede tender a unir a una colectividad, pero también a desgarrarla. Y añade que, desde la cooperación y el civismo hasta la hipocresía y la indignación moral, nuestra vida en sociedad depende de lo que piensan los demás.
De tal manera, detrás de esto hay una lógica que caracteriza la conversación, la acción colectiva y aun la misma estabilidad social.
El conocimiento común se refiere a las creencias que se comparten comúnmente y que la gente sabe que es así, independientemente de que tales creencias sean verdaderas o falsas.
Lo que todos saben involucra el hecho de que la forma en que se modelan las mentes tiende a conformar expectativas compartidas que hacen posible la coordinación social. Pero también puede deshacerlas. La situación se ejemplifica usualmente con el famoso cuento escrito por Andersen titulado “El traje nuevo del emperador”, cuyo desenlace ocurre cuando un niño exclama lo que ve, que el emperador va desnudo y, a la vez, exhibe el silencio, sin crítica, de la sociedad.
La cuestión, como puede desprenderse de lo anterior, tiene una vertiente política relevante cuando se establece como un hecho cierto una visión acerca de la situación reinante en una sociedad, y que no necesariamente tiene que ser compartida. Hay una “mentalización recursiva”, según dice Pinker, y cada uno depende de ella. Se trata, entonces, de la capacidad para representar lo que piensan los demás y lo que ellos piensan que piensan los otros.
Nietzsche dijo: “En los individuos, la locura es rara; pero en los grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla”. El comportamiento colectivo es enigmático. Se manifiesta en una serie de rituales públicos, como las celebraciones y conmemoraciones cívicas y políticas, cuya función social esencial es, precisamente, conformar un conocimiento común. Esto quiere decir que no se trata sólo de saber las mismas cosas, sino de que los otros sepan que sabemos que lo saben.
El conocimiento común se conforma de señales, unas de ellas son públicas y otras compartidas, y es la base de la coordinación social. Esto último no supone que todos piensan lo mismo, sino que la manera como se trata lo que todos saben puede crear las condiciones que hagan posible mantener la paz, es decir, prevenir el conflicto directo.
No obstante, como señala Pinker, las mentes que modelan otras mentes crean expectativas compartidas que posibilitan la coordinación social. Ha de añadirse que esta situación surge aunque haya fisuras en el orden establecido.
De tal manera, “el conocimiento común puede mantener las normas, pero también puede magnificar fácilmente la intolerancia. Añade: “La sociedad depende de este delicado equilibrio: saber cuándo hacer común el conocimiento y cuándo dejarlo permanecer tácito”.
El conocimiento común tiene una función relevante y estratégica en la política. Tiene que ver con las acciones de coordinación colectiva. El asunto es que no trata sólo de saber las mismas cosas, sino de saber que otros lo saben, que saben que sabemos que lo saben y así, sucesivamente. De ahí su fuerza cohesiva mediante los medios del poder.
Esta forma de entendimiento es esencial para conseguir una coordinación social sustentable y establecer diversas formas de cooperación. Sin embargo, la falta de conocimiento compartido o incluso su manipulación puede desatar el conflicto social. Esta cuestión la expuso el filósofo escocés David Hume, en el Tratado sobre la naturaleza humana (1740). Sostuvo que una condición necesaria para la actividad coordinada era que los agentes conocieran qué comportamiento esperar unos de los otros. Sin el requisito del conocimiento común las convenciones sociales de beneficio mutuo desaparecerían.












