onocí a Marco desde abril de 1989, me lo presentó Rosa Albina Garavito. En ese momento era oficial mayor de la vieja Sedue, tenía una doble función, administrar la secretaria y ser parte del grupo de asesores del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari a través de Patricio Chirinos, su jefe inmediato. Como todas las asesorías políticas, había un seguimiento puntual de la realidad mexicana, investigación de temas específicos y una mirada al entono internacional.
La situación política en esos años se encontraba enormemente confrontada y Marco siempre sabía cuál era el tema que le podría interesar al presidente y sobre todo serle de utilidad. Era un hombre que podía en un minuto encontrar el giro conceptual necesario para marcar la dirección correcta a una propuesta estratégica que se encontraba inacabada. Tenía una sólida formación académica y era un incansable lector de diversos géneros.
Marco Bernal venía de estudiar una maestría en El Colegio de México, donde conoció a Manuel Camacho Solís, al que siempre respetó pero luego tuvo que enfrentar políticamente. El destino los llevó a dos grupos políticos diferentes. Estuvo en las filas que apoyaron la candidatura de Luis Donaldo Colosio. Cuando Colosio es nombrado secretario de Desarrollo Social, lo nombran presidente del Instituto Nacional de Solidaridad. En ese puesto, Bernal vuelve a mostrar su gran capacidad política al integrar un equipo de trabajo que provenía de diferentes grupos políticos de ese entramado llamado PRI.
Ahí se destaca por formar los cuadros de solidaridad que iban a participar en la probable campaña de Luis Donado Colosio, un trabajo intenso y estresante, porque cada semana se presentaban los diferentes grupos egresados del instituto con el presidente de la República en un acto en el que hacían un pronunciamiento político que podría incomodar o molestar a algunos miembros del gabinete o de sectores sociales e incluso al mismo jefe del Ejecutivo. Marco pasó la prueba con calificación sobresaliente.
Esto se comprobó cuando Colosio sale electo como candidato a la Presidencia de la República, quien lo nombró subcoordinador de prospectiva, el nombre del puesto era el reconocimiento de la enorme capacidad que Marco tenía para avizorar las problemáticas venideras. Lo que le pedía el candidato era la visión de futuro, qué retos había que enfrenar y cómo hacerlo. Algo que se dice fácil pero es lo más complicado en la asesoría política. Recuerdo que en esas ansias de la prensa por adelantarse al futuro, realizó el equipo del diario El Financiero una prospectiva tratando de adivinar quién de los ocho personajes de la coordinación de campaña de Colosio sería el próximo candidato a la presidencia de la República, el nombre de Bernal estaba como uno de los posibles.
A diferencia del resto de subcoordinadores que vieron como un intruso la llegada de Ernesto Zedillo a la coordinación de campaña presidencial, Marco mostró otra de sus facetas que mantuvo a lo largo de su carrera, institucionalidad total y respeto a las decisiones tomadas por Colosio. Siempre busco a Zedillo, era su jefe, ese trato le dio. Le informaba sobre lo que pensaba realizar, platicaban, discutían y llegaban a acuerdos. Desarrolló tareas de campaña con la misma intensidad de siempre y con los buenos resultados a que nos tenía acostumbrados.
Una situación que liga a ambos personajes, Colosio y Zedillo, ocurrió con el levantamiento zapatista el primero de enero de 1994. En nuestra estancia en el INSOL, Marco me pidió hacer un seguimiento de lo que ocurría en Chiapas, la instrucción la dio en noviembre de 1992. El equipo hizo un seguimiento diario de lo que se publicaba en La Jornada sobre Chiapas. Cuando se hace el levantamiento zapatista Bernal cuenta con toda la información ordenada de forma temática, territorial de lo que se había publicado sobre ese estado sureño.
Su entrevista con el candidato, la visión e información ordenada que Marco le presenta, lo hace formar parte de un grupo especial de expertos en Chiapas. Un año y tres meses después es nombrado coordinador de la delegación gubernamental para la pacificación de Chiapas y nueve meses después de arduas negociaciones se logra la firma de lo que se llamaron Los Acuerdos de San Andrés Larráinzar. Compromisos que Zedillo no cumplió, pero eso es otra historia. Marco Bernal logró lo que su querido maestro Manuel Camacho hubiera querido obtener. No le han hecho el debido reconocimiento a Marco por ese logró tan relevante. Publicó la historia de esa negociación en un libro agotado: Chiapas: crónica de una negociación.
Marco era un político nato y decide dejar la burocracia gubernamental e iniciar una carrera política parlamentaria con la idea puesta en la gubernatura de Tamaulipas. Le presenta su renuncia de colaborador a Zedillo y le anuncia su intención de postularse como senador de tres años. Gana la senaduría y va a la lucha por la gubernatura. Esa elección forma parte de lo que será un ensayo para la designación de candidato a la Presidencia de la República en 2000. Compite contra todo y contra todos, pierde con una ligera desventaja ante Tomás Yarrington.
Regresa al senado. El PRI pierde las elecciones en 2000 e inicia un periodo de incertidumbre para los políticos priístas profesionales. Es en esa etapa que inicia su acercamiento con Manlio Fabio Beltrones y rápidamente se hace un asesor indispensable. Forma parte del equipo del sonorense en la CNOP y a su salida, en 2006, es nombrado diputado federal y al poco tiempo secretario de la citada organización.
Pero Marco no era solamente un político, era un hombre generoso, simpático al que le gustaba ponerse una máscara de malo y encarado. Nunca lo dijo, pero seguro era un juego que como sicólogo de profesión, le gustaba hacer. Nació y creció en Matamoros donde tiene a sus amigos más cercanos, más leales, quienes lo acompañaron día a día desde el momento en que decidió ya no dar la batalla por nada y por nadie: Beto y Rafa.
Vivió con una intensidad profunda, tenía una memoria privilegiada. Era un gran jugador de dominó, implacable con su pareja al que no le perdonaba no ahorcar la mula del contrario o hacer un cierre a lo tonto y no se diga si fallaba y no le daba la ficha con la que se iba.
Conmigo fue el personaje más bondadoso que he conocido. Y me hizo pensar en problemas de trascendencia nacional y de una gran utilidad pública. Vivo eternamente agradecido con Marco Bernal.
* Analista político
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