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Comparto una “preocupación”
Q

uizá exagero; comparto en primer lugar, la gran satisfacción con la actual gestión del Poder Ejecutivo; los resultados son evidentes, un dato indiscutible es que nuestra moneda este firme frente al dólar; que no han habido devaluaciones catastróficas y que la economía crece, a veces lentamente, a veces más rápido, pero no disminuyen las cifras claves.

Sin embargo, en esta época de “alegría navideña”, de reuniones familiares y también con grupos políticos y compañeros de trabajo, no dejo de preocuparme; esto porque una nubecilla ensombrece a ratos mi optimismo. Y es que me pregunto y escucho que a otros también les preocupa, la Cuarta Transformación y Morena, el partido que la ha impulsado ¿podrán caer en la tentación de volverse un partido de Estado mimetizado en todo con el poder público y confundirse con él?

Es una espinita que traigo clavada y que comparto como una medida preventiva a mi alcance; puede servir de advertencia, espero que oportuna.

Hace años, cuando iniciaba en la UNAM mi carrera de abogado, entré como pasante a un despacho importante del que eran titulares el panista Manuel Sierra Macedo y don Virgilio Domínguez, un reconocido maestro y litigante; quien había sido además un buen director de la Facultad.

A este maestro le oí decir algo que da pie a esta colaboración; decía don Virgilio que en México sólo funcionaban dos instituciones, el PRI y la Presidencia de la República.

Ahora, cuando se ha logrado consolidar este cambio que parecía imposible, el triunfo del movimiento encabezado por AMLO, la pesada maquinaria política y burocrática a partir de 2018, no sin grandes dificultades, se puso a funcionar con nuevas ideas y principios humanistas, apoyo popular y también con una fuerte oposición de neoliberales y burocracias obligadas a funcionar de otra manera; sin duda con obstáculos, pero, a fin de cuentas con éxito a la vista y el apoyo mayoritario.

El PRI fundado en 1939 por los revolucionarios triunfadores contra el gobierno de Huerta, con el nombre de Partido de la Revolución Mexicana, prolongó su primacía durante cerca de 80 años y efectivamente, como Virgilio Domínguez lo explicaba fue mucho más que un partido, era más bien un sistema de control político, agencia de colocaciones y correa de transmisión del poder.

Con la Cuarta Transformación, que llega al poder con un amplio apoyo popular y propuestas de justicia social, que reconoce la importancia del sector social de la economía, ha logrado consolidarse y mantener vivos sus principios de no mentir, no robar y no traicionar especialmente la premisa: “por el bien de todos, primero los pobres”.

No ha sido fácil pero con la Cuarta Transformación, la pesada maquinaria política y burocrática tomó las riendas a partir de 2018 y puso a funcionar, no sin dificultades y críticas, pero ciertamente con éxito, a los poderes Ejecutivo y Legislativo que fueron electos democráticamente y posteriormente con menos facilidad, se propuso modificar al Poder Judicial; la verdad es que la reforma de este tercer poder, el menos identificado y conocido por la opinión pública fue a fondo.

Se estableció un principio del que no se había hablado anteriormente, también ministros, magistrados, jueces, tendrían que ser electos, su legitimación provendría de entonces en adelante del voto popular como en los otros poderes.

Lo cierto es que para muchos ciudadanos fue una novedad conocer a un poder que se había mantenido alejado de las críticas populares y de los medios de comunicación; resoluciones como la de autorizar el “anatocismo”, esto es cobrar intereses sobre intereses, pasaron casi desapercibidas.

Creo que vamos bien; un poder casi desconocido quedó por primera vez expuesto al juicio de la opinión pública; ciertamente, la elección de los juzgadores de todos los niveles, incluyendo la Suprema Corte, el Tribunal Electoral y jueces de distrito y magistrado de circuito, tuvo que vencer una fuerte resistencia interna y externa que hizo valer no sólo argumentos y recursos legales, sino también paros y toma de edificios del Poder Judicial. Pero al final, esa dificultad se resolvió.

Parece que vamos muy bien, pero debemos estar atentos; no dejo de percibir algunos rasgos y formas políticas que me inquietan, espero no estar exagerando. Veo en reuniones algunos rasgos externos y señales que parecen insignificantes pero que no deja de alarmarme, quizá sin razón, pero dicen que “al que con leche se quema hasta al jocoque le sopla”.

Reaparecen privilegios para la alta burocracia, lugares de preferencia, camionetas enormes y pequeños ejércitos de ayudantes, choferes y guardaespaldas; abrazos estruendosos en encuentros de políticos y burócratas con palmadas que resuenan en las respectivas espaldas de quienes se encuentran; repito, quizá estoy exagerando, quizá influya en mi aquel diálogo inventado pero inquietante: “¿Qué horas son, Dagoberto? las que usted diga señor licenciado.”