lega a su fin un año particularmente tempestuoso en todo el orbe, pero especialmente en Estados Unidos, nación desde donde se generaron una buena parte de las tormentas. Desde luego las fatídicas guerras en el Medio Oriente y Europa oriental, donde Israel y Palestina por un lado, y Rusia y Ucrania por el otro, generaron desazón y angustia por los efectos que pudiesen tener en el mundo entero. Pero fue en y desde la nación estadunidense en que los manotazos en contra del statu quo del presidente Trump, los que en forma más clara han tenido mayores consecuencias en contra del multilateralismo y provocaron el rompimiento con los esquemas tradicionales de relaciones comerciales y financieras, los que en forma más profunda amenazaron en desestabilizar al mundo entero y, evidentemente, a la propia Unión Americana.
En la nación que hoy encabeza un grupo empeñado en cambiar la faz de un Estado que ha prevalecido desde hace más de 200 años, las decisiones de su presidente, estampadas en docenas de decretos, han tenido un efecto devastador en la vida y la sociedad estadunidense. Sería muy largo repetir lo que en cierta forma es del conocimiento de cualquier lector atento a lo que sucede en esa nación y el mundo entero sobre la forma en que, paulatinamente, Donald Trump ha intentado demoler los cimientos que a lo largo de años han sido su sostén. Vale mencionar muy esquemáticamente algunos de los más sobresalientes:
Trump negó en principio los planteamientos del documento conocido como Proyecto 2025, elaborado por la organización conservadora Heritage Foundation, cuya esencia ha sido la inspiración para su trabajo de zapa. Pero una vez electo siguió casi literalmente cada uno de ellos y para que no hubiera duda incorporó a su gabinete a quien dirigió dicho documento, Russel Vought, quien maneja la oficina de gasto y presupuesto, una de las más poderosas del gobierno.
Vale dar cuenta nuevamente de sus principales ejes: coartar la inmigración y deportar tantos migrantes como fuera posible, sin importar la forma de hacerlo, violando incluso normas legales y constitucionales; reducción sustancial del gobierno, suprimiendo oficinas y agencias sin importar la necesidad de ellas para el funcionamiento del gobierno, ni la violación de derechos laborales de sus empleados o civiles de la población en general; reducción de impuestos, en especial a quienes obtienen percepciones más altas, y como contrapartida, reducir el gasto social; incrementar sustancialmente el poder del presidente, propuesta en la que la Suprema Corte coadyuvó, incluso violentando el precepto de la división de poderes, una de cuyas implicaciones es la vigilancia que el Congreso debe ejercer sobre las decisiones del Poder Ejecutivo; eliminar la independencia con la que tradicionalmente ha funcionado el Departamento de Justicia traspasando de facto sus funciones directamente a las órdenes del presidente; acabar con la independencia del Banco Central en forma tal que las decisiones en materia monetaria queden bajo las órdenes del ejecutivo.
Comentario aparte merece la política exterior, en especial en aranceles y con la OTAN, que el gobierno de Trump ha implementado para confrontar a un puñado de naciones, destacadamente la Unión Europea y China.
La mayor parte de esos lineamientos de gobierno han sido implementados en los 11 meses en que el presidente del país vecino del norte ha gobernado. En las elecciones de noviembre próximo, posiblemente el Partido Demócrata obtendrá la mayoría del Congreso y pondrá coto a los excesos del presidente. Sin embargo, hay una nube que amenaza el proceso electoral: la posibilidad de que, como lo trataron de hacer en el 2000, Trump y el Partido Republicano intenten desconocer los resultados de la elección, pero en esta ocasión con los medios y recursos extralegales para lograr su objetivo.
Hasta ahí, todo bien, o mal. Ahora hay que esperar que el Partido Demócrata elabore un plan con sus ideas y propuestas para contraponerlos a los del Proyecto 2025.
Una luz de optimismo: para sorpresa de propios y extraños, la Suprema Corte propinó un revés al presidente cuando dictaminó que la utilización de la Guardia Nacional para patrullar las calles de varias es violatoria de la Constitución. Fue una grata noticia para toda la nación y atenúa el temor de que Donald Trump prosiguiera con su intención de militarizar el país entero.
Mis mejores deseos para el año que viene, el aprecio a los lectores y a quienes hacen posible la edición de La Jornada.












