Durante 2025, el patrimonio cultural a escala internacional se confirmó como un terreno en tensión constante: escenario de nuevos aportes significativos, pero también de fragilidad extrema frente a conflictos armados, desastres naturales y mercados ilícitos.

En este periodo se trazó un panorama global marcado por sucesos de gran impacto simbólico, nuevas inscripciones y procesos de restitución que reavivaron debates sobre memoria, soberanía y responsabilidad en la conservación del legado histórico.

Entre los frentes más visibles destacó el mundo antiguo. Egipto concentró algunos de los hallazgos más relevantes, con excavaciones que ampliaron el conocimiento sobre las dinastías faraónicas y los rituales funerarios del Nilo.

En Deir al Bahri, cerca de Luxor, se documentaron tumbas talladas en roca y pozos de entierro con una antigüedad de hasta 3 mil 600 años, correspondientes al Reino Medio y al periodo tolemaico.

Entre los materiales recuperados figuran monedas de bronce con la efigie de Alejandro Magno, juguetes infantiles, máscaras funerarias y ataúdes antropoides, entre ellos el de un niño que permaneció intacto desde su entierro, así como arcos de guerra asociados a la lucha contra los hicsos.

A este conjunto se sumó el anuncio del descubrimiento de la tumba de Tutmosis II, el primer sepulcro real identificado desde 1922. Aunque ya se conocía la momia del faraón, la localización de su tumba, confirmada por vasos de alabastro con inscripciones que mencionan a Hatshepsut, cerró una búsqueda histórica de más de un siglo y subrayó el papel de la dinastía XVIII en el auge del poder imperial egipcio.

En Europa, Pompeya volvió a sorprender con nuevos elementos sobre la vida ritual romana. En una sala de banquetes se halló una megalografía monumental dedicada al cortejo de Dionisio, con figuras casi a tamaño natural, datadas entre el 40 y el 30 aC.

Este hallazgo, apenas el segundo de su tipo en la ciudad, ofreció escenas de iniciación vinculadas a cultos mistéricos e incorporó un friso de caza inédito en otros ejemplos conocidos. La ciudad romana, con una extensión de 22 hectáreas, de las cuales un tercio permanece bajo cenizas, reafirmó su condición de archivo vivo del mundo clásico.

En el Medio Oriente, Irak aportó elementos claves para comprender los inicios de la burocracia estatal. Más de 200 tablillas cuneiformes y 60 sellos administrativos, con una antigüedad de 4 mil años, demostraron el desarrollo de un sistema administrativo complejo en la antigua ciudad sumeria de Girsu.

Los registros detallan desde raciones de cebada hasta movimientos de ganado, y los especialistas las identificaron como las primeras “hojas de cálculo” de la historia.

El patrimonio europeo también se expandió hacia el norte. En Inglaterra, el “botín de Melsonby” incluyó más de 800 objetos de la Edad del Hierro, entre ellos arneses de caballos, lanzas ceremoniales y piezas relacionadas con vehículos. Estos fueron enterrados en el siglo I dC, en el contexto de la conquista romana de Britania.

No obstante, 2025 también evidenció la vulnerabilidad ante las catástrofes. Un terremoto de magnitud 7.7 sacudió Myanmar y dañó más de 150 templos y pagodas históricas, incluidos monumentos en Bagan y las antiguas ciudades de Pyu, ambos sitios inscritos en la lista de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).

En Bagan, donde sobreviven más de 3 mil estructuras construidas entre los siglos XI y XIII, se registraron colapsos parciales que reactivaron las alertas sobre el riesgo estructural permanente del sitio.

En América Latina, los avances arqueológicos reforzaron la idea de un pasado interconectado. En Guatemala, un altar de estilo teotihuacano fue localizado en una zona residencial de Tikal, con restos óseos de tres niños asociados a rituales de sacrificio.

La evidencia confirmada ratificó la presencia e influencia directa de Teotihuacan en las élites mayas entre los años 300 y 500 dC. En Perú, arqueólogos identificaron Peñico, una ciudad de 3 mil 500 años de antigüedad con 18 estructuras ceremoniales y residenciales, que habría funcionado como nodo comercial entre la costa, los Andes y la Amazonia, tras el colapso de la civilización Caral.

Este año también estuvo marcado por acciones de restitución. Brasil recuperó y devolvió a Perú tres piezas prehispánicas vendidas ilegalmente en línea, mientras Siria anunció la restitución de mil 234 tablillas cuneiformes y 198 objetos arqueológicos extraviados durante la guerra.

Datadas alrededor de 3200 aC, las piezas pertenecen a civilizaciones fundacionales como Sumeria, Acad, Ebla y Asiria, y su recuperación fue presentada como un paso simbólico en la reconstrucción de la identidad cultural del país.

En Asia, China incorporó un nuevo sitio a la lista del patrimonio mundial con la inscripción de las Tumbas Imperiales de Xixia, lo que elevó a 60 el número de bienes reconocidos en su territorio.

Turquía recuperó uno de sus santuarios más importantes: una parte del Templo de Zeus en la antigua ciudad de Lymra fue identificada tras 43 años de investigación, lo que permitió devolver a la ciudad licia un referente clave de su vida religiosa clásica.

Finalmente, el patrimonio inmaterial ocupó un lugar destacado en la agenda global. La Unesco incluyó expresiones como el joropo venezolano, el cuarteto argentino y el sari de Tangail en el listado representativo.

Además, saberes en riesgo de Panamá, Paraguay, Vietnam, Kenia y Filipinas fueron añadidos a la lista de salvaguardia urgente, lo que mostró los efectos del cambio climático y la pérdida de la transmisión generacional.