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La ignominia
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ño tras año aumenta la ignominia de la injusticia social en el mundo. Desde el ángulo de la economía, la desigualdad en aumento continuo es muestra de ese oprobio. Véase el World Inequality Report 2026: 50 por ciento de la población del mundo percibe 8 por ciento del ingreso global medido en PPA (paridad de poder adquisitivo), mientras el 10 por ciento superior se adueña de 53 por ciento. Esta concentración empeora en el rubro de la riqueza personal acumulada: el 50 por ciento inferior posee 2 por ciento de la riqueza total; el 10 por ciento superior es dueño de 75 por ciento. Ambos rubros, ingreso y riqueza acumulada, empeoran año tras año.

La concentración de la riqueza sigue una dinámica perversa. Entre 2000 y 2025, el 50 por ciento más pobre del planeta permaneció con una riqueza acumulada estancada en torno de 2 por ciento. El 0.001 por ciento poseía en 1995 alrededor de 3.8 por ciento de la riqueza total, y en 2025 era dueña de 6.1 por ciento.

Entre mayor es la riqueza de un ultrarrico, más alta es la tasa de crecimiento de su riqueza. Es decir, la riqueza de los millonarios crece aceleradamente, pero si al 1 por ciento (los más ricos del mundo) se le divide en 10 segmentos, se hallará que la brecha entre esos segmentos se amplía de modo permanente: la riqueza de los deciles superiores de ese 1 por ciento crecen más rápido que la del resto; así crece la desigualdad entre los megamillonarios.

La desigualdad entre géneros es brutal y abarca al mundo. En Oriente Medio y en Norte de África, las mujeres trabajadoras perciben 16 por ciento del ingreso laboral total. En África subsahariana perciben 28 por ciento; en América Latina , 36 por ciento; en Europa y Norteamérica, 40 por ciento. Pero esas bajas proporciones se derrumban cuando se incluye en el cálculo el trabajo doméstico de ellas.

El reporte analiza muchas dimensiones de la desigualdad, no sólo la de los ingresos; no podemos abarcarlas en este espacio. La operación del sistema financiero produce desigualdad económica, por ejemplo.

La distribución del ingreso y la de la riqueza, en cada momento histórico, resultan en última instancia de la fuerza económica y política de los actores sociales. La fuerza de los asalariados y cuentapropistas es menor o mucho menor que la de los empresarios capitalistas, menor que la de los ricos en general. Los capitalistas tienen influencia decisiva en las campañas políticas y en las decisiones públicas. Su peso es determinante en los resultados electorales, y es decisivo en el contenido de las leyes. Las decisiones de gobierno se construyen para favorecer a los ricos. Hoy en día, todo en el mundo contemporáneo está hecho para perpetuar la desigualdad y empeorarla con el tiempo.

Con la globalización neoliberal iniciada a principios de los años 1990, comenzó también una espiral de desigualdad mucho más acentuada que en las décadas anteriores. En esos años cayó la Unión Soviética. Como lo hemos apuntado en este espacio, fue el de la URSS el mayor intento fallido por superar la lacra capitalista; fracasó, pero durante los años de su existencia, operó como un freno efectivo a las peores prácticas de la explotación capitalista en Occidente.

Frente a la desigualdad desbocada, el World Inequality Report formula la siguiente propuesta: dar seguimiento continuo a la desigualdad; redistribuir el ingreso mediante una fiscalidad progresiva y la institucionalización de transferencias sociales; aumentar la inversión pública en educación y salud; crear de un nuevo sistema monetario global.

Es difícil comprender el paso de los autores del reporte, desde su diagnóstico, certero y preciso, a esa propuesta. Y es que, como dicen los autores del reporte y suelen decir también la mayoría de los críticos de las economías subdesarrolladas, todo es cuestión de “voluntad política”. Es decir, las cosas no ocurren porque los gobernantes no quieren, o no se atreven. En algunos casos, porque “no entienden” (quizá son tontos).

La eliminación de la desigualdad multidimensional que padece el mundo es imposible en un marco capitalista. Puede ser atemperada en una medida imposible de determinar a priori. Será siempre necesario explorar esa medida en la práctica política, bajo unas condiciones sociopolíticas favorables. Esas condiciones no existen en la mayoría de los países del orbe, y el World Inequality Report 2027 nos mostrará un nuevo aumento de la desigualdad.

Si un país logra configurar una correlación de fuerzas, en el seno del Estado, favorable a institucionalizar una política del corte “primero los pobres”, como ocurrió en México, se abrirá la posibilidad de atemperar la desigualdad. La “voluntad política” está precedida por el acceso a las llaves del poder político de una fuerza política de la izquierda a la que de veras le importe la vida de las mayorías presentes en el hoy de la nación. Que todos cuenten con acceso a los alimentos, la vivienda, la salud, la educación, el empleo, con salarios crecientes.

El crecimiento en la desigualdad de la riqueza es resultado de la desigualdad de los ingresos, y de unas instituciones que la favorecen, como las herencias libres de gravamen, y un sistema impositivo con impuestos regresivos como el IVA.