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Los proyectiles: orígenes, evolución, vigencia
C

omo toda especie animal, el ser humano tuvo que enfrentar de manera directa tanto a sus depredadores como a sus presas para evitar ser devorado y para poder alimentarse, hasta que echó mano de los primeros proyectiles: las piedras. Con las piedras, los humanos lograron tomar distancia. Después siguieron las lanzas, que se pueden clasificar según su uso, su diseño o su función específica. Existen hasta 13 diferentes tipos de lanzas. Una lanza consta de un mango, generalmente de madera, con una cabeza puntiaguda. La cabeza puede estar simplemente afilada al final del mango mismo, como es el caso de las lanzas endurecidas al fuego, o puede estar hecha de un material más duradero adherido al mango, como hueso, pedernal, obsidiana, hierro, acero o bronce.

Luego tenemos los arcos y flechas. Los principales tipos de arcos son el arco recurvo (con puntas curvadas hacia adelante), el arco largo y el arco de poleas (compuesto, con sistemas mecánicos).

Las flechas, por su parte, se distinguen principalmente por el material con que se fabrican: madera, fibra de vidrio, aluminio o carbono, y también varían en longitud y diseño para diferentes usos.

Uno de los grandes inventos del ser humano es el bumerán o búmeran, herramienta de caza y recreación que debido a su perfil aerodinámico y especial forma de lanzamiento, se caracteriza por que tras ser lanzado, regresa a su punto de origen si no impacta en el objetivo.

Aunque el bumerán se considera un diseño de los aborígenes australianos, hoy existen evidencias de su aparición en varios puntos del planeta con una antigüedad de hasta 30 mil años.

Con el descubrimiento y manejo del fuego y la aparición de la energía nuclear, el otro gran salto fue la pólvora, que fue inventada en la antigua China, alrededor del siglo IX, por alquimistas taoístas que buscaban el elíxir de la inmortalidad, mezclando accidentalmente azufre, carbón y salitre (nitrato de potasio) para crear un polvo inflamable que llamaron “medicina de fuego”.

Este descubrimiento inicial, que provocó incendios y fue usado en fuegos artificiales, pronto evolucionó militarmente en flechas incendiarias y bombas, llegando a Europa alrededor del año 1200, y revolucionando la guerra y la construcción.

El uso de la pólvora dio lugar a las pistolas y a los cañones. Las primeras pistolas se crearon en el siglo XVII como armas auxiliares de la caballería. La primera pistola capaz de disparar de manera consecutiva antes de recargar munición fue el revólver. La invención del cañón se atribuye a China durante la dinastía Song (siglos XII-XIII), evolucionando de bambú a metal, y llegando a Europa a través de los árabes y mongoles, popularizándose en el siglo XIV para asedios y batallas.

Un salto descomunal por el inmenso poder desatado se logró con la aparición de la energía nuclear liberada desde el núcleo de los átomos, que se puede obtener mediante dos procesos: la fisión nuclear (división de núcleos pesados, como el uranio, utilizada en las centrales actuales) y la fusión nuclear (unión de núcleos ligeros, como en el sol).

Las centrales nucleares usan la fisión para generar calor, que se convierte en electricidad, y se destaca por no emitir gases de efecto invernadero, aunque presenta desventajas como la gestión de residuos radiactivos y el riesgo de accidentes de consecuencias devastadoras, como ocurrió en Chernóbil y Fukushima. Las dos bombas nucleares arrojadas en 1945 por Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki dejaron entre 110 mil y más de 210 mil personas muertas, aunque no existen cifras definitivas.

Finalmente, el último proyectil reconocido son los drones, producto de la ingeniería aeronaútica; aeronaves pequeñas que pueden controlarse fácilmente desde un teléfono celular. Fabricados con fines militares desde la Segunda Guerra Mundial, su uso masivo comenzó hace apenas una década con la integración de sistemas como el GPS. Hoy existen decenas de libros sobre los drones.