l viernes 5 de diciembre de este año falleció en la ciudad de Juchitán, Oaxaca el intérprete y compositor Mario López, quien, con una trayectoria artística de más de 55 años y más de una decena de discos grabados, abordó los variados géneros musicales que se han desarrollado en el Istmo de Tehuantepec a través de su historia. Meses antes, precisamente, el 8 de abril, pudo recibir la medalla Álvaro Carrillo que le otorgó el Congreso de Oaxaca.
Mario López Hernández fue el continuador de su paisano Saúl Martínez García, conocido en el medio artístico como El trovador del recuerdo, que en 1948 grabó la canción Scanda en español y zapoteco, siendo la primera grabación comercial en lengua indígena que apareció en el disco Folklore sureño, editado por la RCA Victor. Además, fue Saúl Martínez quien le dio un estilo en la guitarra al son istmeño, introduciendo las armonías propias de la trova yucateca de la que, además de interpretar, aprendió y desarrolló.
Saúl Martínez llegó a la ciudad de México en los años 40 y Mario López en los 60. Por circunstancias de la vida, se conocieron en Coyoacán, pues coincidieron como vecinos. Desde luego, Mario López ya sabía de Saúl Martínez porque lo escuchaba por la radio en el programa La hora azul, que transmitía la XEW. Con el tiempo ambos artistas hicieron amistad y Saúl Martínez grabó la canción A esos ojos, de la autoría de Mario López, que apareció en El disco póstumo, editado en 1970 por Orfeón, quedando pendientes de grabar un par de canciones para la siguiente producción, debido a que Saúl Martínez falleció en 1969.
En 1970 Mario López, acompañado del Trío Sureño, grabó su primer disco, titulado La fiesta istmeña, editado por Discos Apolo y reditado en disco compacto casi 30 años después por Discos Pentagrama bajo el título de Mi guitarra vieja.
Igual que otros artistas de la música tradicional y popular mexicana, Mario López incursionó en la canción social. En su primer disco incluyó la canción Los ejes de mi carreta, de Atahualpa Yupanqui, y en 1972, acompañado de la Peña Juchiteca, grabó el disco Oaxaca Grita, que fue editado por Discos Cohete.
En éste aparece la canción Mi Abuelo, que se hiciera muy popular en el repertorio de la nueva canción mexicana y que grabaron posteriormente Amparo Ochoa en la producción El cancionero popular (1975); Óscar Chávez, en Casi todos con Óscar Chávez (1976), y Gabino Palomares, en México a través de su canto (2010). El primer verso de esta canción dice: “Mi abuelo mató franceses, y mi padre federales, y yo tan sólo heredé un jacal y tres nopales”, lo cual no es casualidad, ya que el 5 de septiembre de 1866 ocurrió la Batalla de Juchitán, cuya población, que incluía indígenas zapotecos y huaves, derrotó a los franceses. En 1911, también en Juchitán, Oaxaca, se llevó a cabo la Rebelión Indígena afín a los zapatistas, comandada por Che Gómez. En 1990, Amparo Ochoa y Óscar Chávez, acompañados por el Trío Los Morales, hicieron una gira por Holanda, en donde interpretaron juntos El Abuelo. En 1996, Óscar Chávez ofreció un concierto en la ciudad de Juchitán, donde, además de interpretar El Abuelo, compartió el escenario con Mario López interpretando juntos el danzón La Guanábana, un tema cuyo texto es de Alfredo Cardona y la música de Mario López.
Posteriormente, en 1975, Discos Orfeón publicó el disco Mario López, su folklore y su verdad, en el que interpretó obras del poeta y escritor juchiteco Gabriel López Chiñas. En este disco también está acompañado de la Peña Istmeña y del grupo Ca de Xaguete’, mejor conocido como Cade, del cual eran integrantes sus hermanos Gustavo y Enrique y quienes eran parte de los grupos del movimiento de la nueva canción mexicana que, además de grabar su propio disco en 1976, también acompañaron ese año a José de Molina en el disco Se acabó. En 2002, Mario López grabó el disco Siempre rebelde, siempre amoroso, acompañado del grupo Zazhil, también integrante del movimiento de la nueva canción mexicana.
La música, al estar sujeta al manejo de los medios comerciales, sufre de por sí una desvalorización de nuestra identidad y diversidad, lo que ocasiona un mercado de moda, donde también hay ausencia de las lenguas indígenas mexicanas. No obstante, hay algunas alternativas, como las que ofreció Mario López, quien igual que interpretar sones istmeños tradicionales, cantó boleros, cumbias y otros ritmos que forman parte del gran acervo de la música istmeña, que no está sujeta a la versión turística que nos han impuesto.
El lugar de las flores tiene gran cantidad de poetas, pintores, músicos y otros artistas que lo enaltecen con su canto. La vida es hermosa, no hay nada que se le compare, pero sólo es un momento. Rayando el sol despedimos a nuestros seres queridos, porque hay que reír, cantar y gozar.
Hasta siempre, Mario López. Nos dejas tus cantos llenos de flores.
*Cronista e historiador musical











