a publicación de la nueva estrategia de seguridad de Estados Unidos es una ruta que fomenta la ruptura con la legalidad existente. Presenta el Corolario Trump a la Doctrina Monroe –como lo llama el New York Times “Doctrina Donroe”–, que en suma es el reposicionamiento violento de EU en lo que de manera arbitraria considera su hemisferio por medios militares y letales, si es necesario, para tener control sobre la geografía, el territorio y sus recursos contra toda pretensión de que intereses no hemisféricos –lease China y Rusia– pretendan intervenir de cualquier forma en su patio trasero.
Después de hablar de todo lo que según él ha logrado su presidencia en términos de restablecer la soberanía en sus fronteras, desplegando al ejército para evitar la “invasión” a su país, erradicar la ideología lunática woke y la extremista identidad de género en las fuerzas armadas, resolviendo de paso ocho conflictos bélicos que estaban en curso, “trayendo la paz y estabilidad al mundo” (sic) y enumerando sus objetivos, como ser una potencia industrial, tecnológica y militar, lo cual parece una lista de buenos deseos al no quedar claro los cómos, y ahí queda todo en suspenso.
El geopolitólogo John Mearsheimer ha sostendio que la hegemonía de EU desde la posguerra fría es estructuralmente insostenible a largo plazo: ningún Estado puede mantener su hegemonía global indefinidamente, porque los costos de la proyección de su poder global terminan por exceder las capacidades económicas del hegemón. En palabras de Paul Kennedy, quien ha analizado el ascenso y la caída de las grandes potencias, la sobrecarga imperial precede al colapso.
Parece que hemos llegado a ese momento; Michael Kimmage, historiador, se pregunta ¿qué tipo de orden mundial busca la nueva estrategia de seguridad? (Trump’s Power Paradox. Foreign Affaires, 8/12/25).
Dice Kimmage que partiendo de que para Trump el poder y no los principios son lo que hace que el mundo se mueva –y que sólo él lo puede hacer–, a pesar de sus referencias y admiración a la Doctrina Monroe, el documento carece de sustento histórico y no ofrece una historia alternativa, es una estrategia de seguridad para la era de las redes sociales en su eterno presente.
Kimmage habla también del intento de delimitar el poder de Estados Unidos, ya que si luego del colapso de la URSS, en 1991, las élites estadunidenses pensaban en el dominio permanente de su país en todo el mundo, ahora Trump plantea que el mundo no estadunidense precupa a EU “sólo si amenaza nuestros intereses”. Considera que Europa está en un proceso de crisis civilizatoria y la alianza militar está resquebrajada, por lo que más que una política de alianzas, el documento propone promover a la oposición de extrema derecha.
Nada de eso son buenas noticias para nuestra región debido a que Estados Unidos busca concentrarse en el dominio de “su” hemisferio (sic) y aunque no podríamos esperar algo distinto a lo que ha sido la política injerencista de Washington, el despliegue militar y los asesinatos en el Caribe, así como las amenazas de usar fuerza letal contra Venezuela, Colombia y México, añaden mucha presión sobre nuestra región. Sin embargo, y dada la precipitada crisis legal, política moral que enfrenta Trump dentro de su país, y dados los límites al poder que impone su propia crisis hegemónica, esto limitará las posibilidades de una agresión, sobre todo militar.
No sólo se trata de las derrotas sufridas por los republicanos en las últimas elecciones frente a los demócratas, siendo las más simbólicas el triunfo de Eileen Higgins, luego de 30 años de hegemonía de la ultraderecha cubano-estadunidense, como alcaldesa de Florida, que siguió al triunfo de Zoh-ran Mamdani, en Nueva York, nacido en Uganda y quien se proclama como socialista.
Pete Hegseth esta metido en un problema legal muy grave por los asesinatos extrajudiciales en el mar Caribe, realizados con drones por la armada de EU, que comenzaron el mes de septiembre: 22 ataques con saldo de más de 80 muertos sin autorización del Congreso, sin presentar prueba alguna y sin dar cuentas a nadie.
La cuestión se complicó cuando, según una investigación del Washington Post, Hegseth dio la orden de un segundo ataque para rematar a dos sobrevivientes del primer ataque a una pequeña lancha en llamas y, además, mintió al respecto.
Sin embargo, ese video del 2 de septiembre ha sido visto por algunos miembros del Congreso, quienes sintieron consternación e indignación por la crudeza del hecho, a tal punto que como dice Chris Lehmann, del semanario The Nation, que la petición para su destitución está avanzando y se pregunta “¿Si el asesinato no califica como un delito muy grave, entonces qué esperar?”
Shri Thanedar, congresista demócrata, ha presentado una resolución que culpa a Hegseth por asesinato y conspiración para cometerlo, lo que significa que puede ser culpable de crímenes de guerra.
También la actual secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, una de las figuras más cercanas al presidente Trump, está en el centro de una tormenta legal. Según documentos presentados por el Departamento de Justicia, un tribunal ordenó en marzo detener los vuelos de migrantes hacia la megaprisión en El Salvador, y fue la funcionaria quien de manera ilegal y en violación de la orden del juez, tomó la decisión de continuar con las deportaciones y, lo más impactante, argumentado que “eran ordenes de jueces activistas que utilizan decisiones radicales“ contra las órdenes de Trump, por lo que puede –y debería– enfrentar un juicio por desacato.












