na mujer ocupa por primera vez el máximo cargo público de México. Una de las novedades de su gestión es incorporar en el calendario de festividades a figuras históricas femeninas. Por ley se estableció el Día de las Heroínas Anónimas de la Patria. Entre ellas, Josefa Ortiz Téllez Girón, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra y Manuela Molina La Capitana.
También se recuerda a las luchadoras por los derechos humanos y contra la injusticia. Como doña Rosario Ibarra. Y se continuará el Paseo de las Heroínas con seis ancestras indígenas, entre ellas Malintzin. Un paso más para erradicar el machismo.
Pero hay otras mujeres que merecen reconocimiento. En la ciencia, por ejemplo, la doctora Lilia América Albert Palacios, nuestra máxima autoridad en toxicología. No asistí como alumno a los cursos impartidos por ella. Ni soy parte de la Sociedad Mexicana de Toxicología, que fundó. Pero me considero privilegiado de recibir su asesoramiento en mis trabajos sobre los agroquímicos.
A Lilia la conocí inicialmente en mis recorridos por el país comprobando los efectos de dichos compuestos en la salud de la población y el medio ambiente. Recababa información para el libro en el que ofrecí un panorama de ese problema. Y en las 12 regiones visitadas, había referencias de las investigaciones realizadas por la doctora Albert.
Poco antes de darlo para impresión a don Andrés León Quintanar, apareció afortunadamente Lilia. Y me dio una cátedra de toxicología que me obligó a revisar el texto. Así, Naturaleza muerta. Los plaguicidas en México (1988) fue el primero en tratar el problema a nivel nacional y ofrecer soluciones no tóxicas. Lo reeditó después la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Al clausurar el gobierno en 1988 el Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (Inireb), fundado por el doctor Arturo Gómez-Pompa, tuve con Lilia una mayor relación académica. Dirigía, por mi parte, el Centro de Ecodesarrollo (Cecodes), que fundé y presidí casi hasta su cierre.
Se incrementó esa relación al fungir como asesores en el área encargada en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) de atender las quejas relacionadas con el medio ambiente y la salud. La CNDH la presidía el doctor Jorge Carpizo, y entonces sí gozaba de respeto. El área ambiental, Fernando Cano Valle, ex director de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Varias fueron las quejas por violación de derechos humanos que nos tocó abordar.
En paralelo, hemos dado juntos diversas batallas por casos emblemáticos de tragedias humanas y ambientales. Una destacada: el estallido, el 3 de mayo de 1991, de las instalaciones que la empresa Agricultura Nacional de Veracruz (Anaversa) tenía en el centro de Córdoba, Veracruz. Allí almacenaba agroquímicos.
Pese a la lucha por castigar a los culpables, la impunidad cobijó a autoridades y propietarios de Anaversa. Cambian los tiempos: el miércoles pasado, el Senado de la República declaró el 3 de mayo Día Nacional de la Prevención de Desastres Químicos.
El Centro de Ecología y Desarrollo publicó en 1995 dos libros de Lilia hoy inconseguibles. Los realizó con los doctores Sergio López-Moreno y Julio Flores: el Diccionario de la contaminación y La contaminación y sus efectos en la salud y el ambiente. Como no han perdido vigencia, merecen reeditarse y enviarlos a las bibliotecas de las escuelas.
Pese a las importantes aportaciones de la doctora Albert al conocimiento de los problemas que ocasionan los agroquímicos, recibe el desdén oficial. Seguramente por el calado de sus investigaciones y su posición crítica, pero constructiva, en las instancias gubernamentales responsables de regular los productos tóxicos y peligrosos. Instancias obligadas además, constitucionalmente, a garantizar el derecho humano a la salud y a un medio ambiente sano.
Sufre también el ninguneo de los grupos caciquiles que se conceden entre sí becas, ascensos y distinciones académicas. Por fortuna, Lilia tiene el reconocimiento de sus innumerables amigos, colegas, ex alumnos. Y muy especialmente, de los grupos humanos víctimas de los efectos nocivos de los agroquímicos. Con sus estudios, les ha dado las armas para evitarlos, a la par que denunciar la complicidad de las empresas que los fabrican y distribuyen, y la burocracia oficial.
Como Lilia, hay muchas otras mujeres fuera del calendario oficial que siguen trabajando en pro de un México sin contaminantes. Y son ignoradas.











