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Larvatus prodeo
D

escartes (1596-1650). Para la mayoría, su nombre se asocia con la duda y la fórmula “pienso, luego existo”. Algunos lo han llamado “el filósofo enmascarado”, por la prudencia con que supo ocultar sus ideas más radicales en tiempos de aguda intolerancia. En su juventud había adoptado el lema larvatus prodeo (avanzo enmascarado): como un actor que se esconde tras una máscara, según explicaba. Cuando se enteró de la condena de Galileo, Descartes optó por no publicar su ambicioso El Mundo o Tratado de la luz, sometió sus tesis a la censura de “los doctores de la Sorbona” y en sus escritos llegó a defender el geocentrismo. Conmovidos con tanta obediencia, los miopes inquisidores nunca se dieron cuenta de que estaban avalando algo mucho más duro de digerir que el movimiento de la Tierra: cosas como el mecanicismo radical, el hombre-máquina y ese dualismo metafísico que dividía al mundo en dos sustancias inconmensurables entre sí. (Tomado de Pablo Capanna, 14/2/2012, ITACA).

Dicharacheros. Cuando el líder del Senado (actor aparentemente fenecido en términos políticos), operó el desalojo del impresentable fiscal general, recordé una máxima que viene a cuento: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. En cambio, cuando AMLO resucitó, fue difícil no recurrir a la segunda ley de la dialéctica mexicana: las cosas duran hasta que se acaban.

El muégano. Morena no es un partido, ni un movimiento, a veces suele ser una coalición sui géneris. El latinajo es el mejor valladar contra cualquier crítica inopinada. Lo que sí es, es un muégano. Que se mantiene pegado no por el dulce azucarado, sino por el dulce más pegajoso de la corrupción, el contubernio y la impunidad. ¿Y entonces para que quiere el poder? preguntara un falsamente ingenuo comentarista neoliberal. ¡¡Pues para servir al pueblo bueno!!! Respuesta en coro y en fa sostenida.

Contra el argumento anterior no hay nada que hacer salvo retirarse con dignidad e irse a otro tema fecundo y creador como solía predicar don Adolfo Ruiz Cortinez.

El mundo confiscado. Un nuevo rockstar de la economía. Arnaud Orain, (el más reciente ha sido Thomas Piketty) director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, nació en 1977, recibió su doctorado en Paris I Panthéon-Sorbonne sobre el pensamiento económico del abad Étienne Bonnot de Condillac (1714–1780). Le monde confisqué, publicado este año en francés por Flammarion plantea que el “capitalismo finito”, una visión del mundo que prevaleció desde el principio del capitalismo, ha regresado hoy en la etapa del nuevo imperialismo. Su opuesto el “capitalismo infinito”, que muchos describen como liberal, librecambista, abierto o neoliberal, se ha limitado a dos periodos anómalos de poco más de 65 años cada uno: la pax britannica desde la derrota de Napoleón el grande hasta 1880, después de la derrota francesa por Prusia y los nuevos alineamientos entre Francia-Rusia contra Alemania y Austro-Hungría. Por otro lado la pax americana desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis financiera de 2008.

El capitalismo finito. Orain argumenta que se trata de un expansionismo extractivista: “una vasta empresa naval territorial que monopoliza activos: tierras, minas, zonas marítimas, pueblos dominados o esclavizados, depósitos y almacenes, cables submarinos y repositorios de datos, conducida por estados nación y consorcios privados con el propósito de generar ingresos rentistas por fuera de la competencia comercial”.

Contra el liberalismo económico. El propósito central del libro de Orain, propone Nicholas Mulder ( New Left Review, septiembre-octubre 2025) es un profundo ataque revisionista al entendimiento del liberalismo clásico sobre un capitalismo abierto y plural, cuando en verdad ha buscado de manera incesante sistemas políticos y económicos cerrados.

Lo cual me lleva a pensar que el actor enmascarado es ese capitalismo depredador y autoritario vestido con las galas de una democracia liberal que a menudo hace agua.