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Aprender a morir

Ocuparse y despreocuparse

S

i bien la enajenada época actual no ha impedido, todavía, que las personas intenten comprometerse de algún modo con la preservación de su salud, el sistema que anima esa enajenación publicita y estimula, por un lado, al consumo de todo aquello que resulta perjudicial para la salud, alimentos incluidos y, por el otro, recomienda y prescribe medicamentos, rutinas y regímenes rigurosos para recuperar y mantener esa salud día a día deteriorada por diversas vías, cerrando así un círculo perverso de enfermedades colectivas planeadas. No es conspiracionismo, sino observación de la estresada vida diaria en las ciudades.

“Luego de haberme sometido a una operación de próstata –comienza Fernando Medina Ávila, ingeniero industrial por la UAM– me vino una fuerte neuropatía posoperatoria en la espalda baja y en el nervio ciático que afectó mi calidad de vida y limitó considerablemente mi movilidad, provocada por un dolor insoportable. Desesperada con mi desesperación, mi esposa me hizo una cita con un experimentado médico del IPN posgraduado en acupuntura en China, el doctor Armando González Martínez, por desgracia fallecido recientemente a los 67 años de edad, dejando a infinidad de pacientes doblemente entristecidos. Es la última posibilidad que tienes de disminuir o acabar con ese dolor, me había advertido ella.

“Yo ya no creía en ningún tipo de medicina –añade–; sin embargo, el doctor González Martínez resultó un hallazgo, una insólita combinación de conocimientos no convencionales de su parte y de motivación y compromiso con mi restablecimiento por parte mía, a partir de la aceptación de una enfermedad y de las medidas y actitudes que tuve que tomar para superarla. Ante un dolor insoportable, fui experimentando una disminución gradual hasta desaparecer por completo luego de 10 sesiones de acupuntura de una hora de duración.

“Supe desoír las reacciones alarmistas de familiares y sin dejar el tratamiento me refugié en mi trabajo y en el estudio sobre esta enfermedad, con lo que logré impedir que siguiera consumiendo mi organismo. Me ocupé más conscientemente y me despreocupé de la misma forma, atento a mi pensar y sentir, adoptando una actitud optimista y poniendo toda mi voluntad en que podía salir adelante. No absoluticé mi problema, lo relativicé y procuré ser flexible con razonamientos e inteligencia, relacionándome mejor conmigo mismo”, finaliza Fernando.