Al Teatro de la Ciudad acudieron amigos, colegas y seguidores para escuchar con gusto y alegría sus palabras que muerden y acarician
Lunes 1º de diciembre de 2025, p. 7
En su espectacular doble festejo por 80 años de vida y 66 de trayectoria, Guillermo Briseño resplandeció en el concierto ¡Apaga la pinche luz!, en el que resonó “su rock y blues sin cadenas, crudo, feroz, vivo”.
El Teatro de la Ciudad Esperanza Iris ardió ayer con los acordes y la nutrida presencia del público que accedió al recinto de manera gratuita para sumarse a la gran celebración del poeta, compositor, pianista y fundador de la Escuela de Música del Rock a la Palabra.
Con palabras precisas, reflexivas y críticas, Briseño, vestido de brillante negro y gafas oscuras, se plantó en el escenario con su piano para recordar que “el rock no se doméstica, que sigue siendo un acto de insurrección”.
Recordó que “dominó el miedo a componer y dijo que celebrar es resistencia, así como que su música está viva y la poesía la viste con un velo protector”.
Y como había dicho antes el músico en una entrevista a La Jornada, reafirmó: “esto no es un homenaje y no me estoy despidiendo, simplemente sigo haciendo niveles al andamiaje”.
Con Suburbia madre comenzó el repertorio, que recibió ovaciones de los asistentes.
“Hay una excitación grande por toda la gente que estará hoy aquí; es una historia conmovedora y me doy cuenta de que estoy ronco, pero será por el miedo que me dan ustedes”, dijo el músico, de quien sus invitados admiraron su terquedad, así como la calidad de su obra y trayectoria.
Briseño, junto con su banda, continuó con Viejos los cerros y Condón, cuya letra alude al VIH/sida: “hay que ponerse los chalecos y evitar que las espumas nos empapen. Aguantar a que el estrépito se calme y lograr tener los pies y el alma secos. Que naufragios se dan en cualquier mar y hasta en aguas del amor se han dado muertes”.
En la rola Túnel 29 lo acompañó el bajista Sabo Romo, que luego entrelazó con poesía y palabras de sus invitados que entonaron Un blues por Marx y, en Remando despacio, sobresalió la imponente voz de Eugenia León.
Siguió un popurrí con La escena me traspasa (el corazón), Danza del olfato, Caricia urgente, Guárdame niña y Se está viniendo.
Entre aplausos y palabras elogiosas se tocaron Sed, A Rodrigo (un aplauso al corazón), Te amo, El Botellazo y El Mar (poema de Pablo Neruda).
A punto de terminar el festejo, en una noche surrealista Briseño cautivó a su público con Yo sabía que amarse duele, Apaga la luz y A mí no me cuenten.
El “inmortal” Memo Briseño cumplió lo que quería: un festejo al que acudieran amigos, colegas y seguidores con gusto, alegría, fraternidad y hartas ganas de rocanrolear.
Su banda, la cual presentó con orgullo, estuvo formada por Ángel Rodríguez, bajo; Gabriel Arango, batería; Eduardo Vázquez, batería; Felipe Antonio Souza, guitarra, y su hijo Leonardo Briseño, también en la guitarra.
En la velada también estuvieron Iraida Noriega, Juan Carlos Márquez, Federico Luna, Nico Maroto, Juan Carlos Flores, Octavio Victoria, Juan Sosa y Alán Rubio, además de Las Sirenas y otros invitados como Guillermo Velázquez, León Chávez Teixeiro, Mardonio Carballo, Óscar Sarquíz y Fernando Rivera Calderón.
En la noche de Briseño “no hay homenajes ni despedidas. Hay poesía hecha música, hay un piano que late como tambor de guerra, hay palabras que muerden y acarician”.
En ¡Apaga la pinche luz!, Guillermo Briseño expuso su libertad creativa, la experimentación y la palabra crítica. Fue un recorrido sonoro que atravesó seis décadas artísticas, en las cuales ha sido un puente entre la canción de autor, el rock urbano y la literatura, consolidándose como una de las voces más singulares de la música popular del país.












