oy en día, el mundo en general, América Latina y el Caribe en particular, se mueven, reaccionan y actúan en función de la agenda punitiva y excluyente que ha impuesto el presidente climato escéptico o negacionista que es Trump, cuyo gobierno rechaza la crisis climática, según él, la mayor estafa de la historia, e impulsó un boicot contra la Cumbre Climática de las Naciones Unidas, la llamada COP30, en Belém, Brasil (del 10 al 21 de noviembre) al no enviar ninguna delegación oficial, además de amenazar y sancionar a cualquier país que intente poner coto a las actividades depredadoras de las grandes industrias y consorcios contaminadores.
Como ejemplo, en octubre de 2024 la Organización Marítima Internacional iba a aprobar un impuesto mínimo sobre las emisiones contaminantes del sector marítimo, el cual fue pospuesto porque Trump amenazó con sanciones comerciales a los países que aprobaran las nuevas tasas. “Un drama diplomático que ilustra el poder de interferencia de Estados Unidos para torpedear las políticas ambientales, incluso fuera de sus fronteras” (Raphaël Morán, COP30…www.rfi.fr, 11/11/25).
Es cierto que la presencia del gobierno trumpista en la cumbre climática empieza a ser irrelevante, ya que ante su falta de liderazgo se formó una delegación de gobernadores y alcaldes estadunidenses que sí viajó a Belém para reafirmar sus políticas locales de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en un 24 por ciento por debajo de los niveles de 2005, “al tiempo que han aumentado el PIB colectivo en 34 por ciento (Morán, Rfi), también es cierto, a decir de Democracy Now!, que en el título de su relato de la cumbre resume los resultados: “El acuerdo climático excluye la eliminación gradual de los combustibles fósiles, mientras los países ricos imponen la carga a las espaldas de los pobres”. Cita a Brandon Wu, director de políticas y campañas de Action Aid USA, cuando dice: “Estoy indignado por un resultado tan débil… con los cabilderos de los combustibles fósiles (se habla de mil 600) que deambulan libremente por el recinto, mientras los activistas indígenas se enfrentan a una represión militarizada” (Amy Goodman, democracynow.org, 24/11/25).
Hay que recordar que uno de los ejes de la política trumpista es el vaciamiento del Estado, la desregulación de todo control sobre los grandes capitales, el enriquecimiento extremo de esta plutocracia y especialmente el sometimiento a la industria de los combustibles fósiles ( gas, petroleo y carbón) y a la industria de manipulación mediática.
Es interesante ver que no sólo las organizaciones de la sociedad civil, sino instituciones financieras y de inversión están tomando en cuenta el clima como factor de riesgo, como informa una de ellas: “El año 2024 se cerró como el más cálido jamás registrado, además de que la concentración atmosférica de dióxido de carbono marcó un nuevo record: mas de 50 por ciento respecto a los niveles de 1750, según datos de la Organización Metereológica Mundial (Mapfre, “La cuenta atrás climática entra en fase crítica”).
Quizá estos datos puedan sonar repetitivos, porque los medios corporativos no nos ayudan a relacionarlos con eventos trágicos –incendios e inundaciones–, como los consignados en un estudio de la red internacional de científicos World Weather Attribution, que concluyó que el cambio climático intensificó los 10 eventos metereológicos extremos mas mortíferos en el mundo en las dos últimas décadas, los cuales se cobraron al menos 576 mil vidas.( ibid).
Julia Steinberger profesora de Ecología Social y Economía Ecológica y coautora del sexto informe del IPCC ha venido señalando que la evidencia científica –cada vez más contundente– no es suficiente para concientizar a los y las ciudadanas sobre la urgente necesidad de actuar contra el cambio climático: “No hay victoria posible en la lucha climática en este contexto de desinformación”.
Si bien las campañas negacionistas no son nuevas, el acoso, las amenazas, los insultos acompañados de bulos y mentiras sobre asuntos que tienen que ver con la crisis climática y ambiental han convertido las redes sociales, especialmente X, en un espacio hostil para los ambientalistas. Científicos, investigadores, divulgadores y periodistas denuncian campañas premeditadas que tienen como objetivo desprestigiar sus mensajes sobre el cambio climático, coincidiendo con la catastrófica inundación de la dana en Valencia, la elección de Donald Trump y su alianza con Elon Musk, dueño de X (Tristán, La Vanguardia, 22/11/25).
El gobierno de Trump ha cancelado varios proyectos de energías alternativas, intentando retroceder al siglo pasado, a la era de los combustibles fósiles con todo y sus guerras por recursos y territorio, al mismo tiempo aislándose de un mundo que busca –más allá de que tan alta es la temperatura– un cambio de paradigma, de cómo nos relacionamos con la naturaleza. La presencia de las comunidades indígenas a pesar de estar fuera de los recintos donde se discutía su futuro, fue uno de los indicios más prometedores de que los actores de este proceso tienen que cambiar.












