La cuarta marcha se fraguó en el viejo edificio de Insurgentes // Lo que no se paga de impuestos, salario para los violentos
que no se olvide, porque los ecos de aquel sábado de furia, nos dicen que no fueron tres, sino cuatro las marchas que mandó la derecha para tratar de desestabilizar al gobierno de la 4T y fracasó.
Me explico: La marcha convocada fue la de los miembros de la generación Z, que en términos de asistencia no significó mucho, casi nada si sabemos que 23.3 por ciento de la población del país se halla en el rango de edades que pertenece a esa generación.
Más desangelada, casi sin importancia, la de “los sombreros” quedó marginada, pese a que el motivo que la convocó era el crimen en contra de su fundador, el alcalde Carlos Manzo de Uruapan, en Michoacán.
La tercera fue la de los violentos, que se dividió en dos: unos ya muy conocidos, vestidos de negro con el rostro cubierto hasta las orejas, esos que de pronto aparecen con la idea única de dañar a sus contrarios; en ese caso, a los policías de la Ciudad de México, a quienes golpearon hasta casi matarlos, y a los símbolos de gobierno como el Palacio Nacional, que ya han tratado de destruir.
No, no lanzan consignas, no demandan cambios, no plantean nuevas formas de gobierno, simplemente atacan con furia desmedida todo lo que al parecer les disgusta, o lo que les han dicho que es su blanco. Actúan en bloque y saben cómo usar las “armas” que portan, desde botes de pintura que convierten en sopletes, hasta cadenas con puntas de candados o pinzas para cortar metal.
Casi en todos los casos su vestimenta es común, nada o casi nada que los proteja, confiados, seguramente, en la orden de gobierno de no reprimirlos. Sí, son un bloque, casi nunca se separan, aunque no se hablan entre sí, pero atacan en conjunto, bien entrenados.
Los otros, esa vez, se miraron diferentes. No lanzaban consignas porque parecían vacíos de ideas y se conformaban con gritar insultos, los que les vinieran a la cabeza. Aunque también tenían un blanco bien identificado y era el mismo que el de los de negro; a ellos no se les vió uniforme, pero llevaban mochilas de marca, se cubrían la cabeza con cascos que no deben ser muy baratos y atacaban en pequeños piquetes. No eran iguales. Estos estaban muy bien adiestrados, mucho mejor que los de negro.
La cuarta marcha, la más peligrosa, sin duda, es la de los medios, que durante toda la semana fueron y vinieron por radio, televisión y prensa escrita fabricando un relato increíble. Ahí se levantó una verdad que no correspondía a la realidad. La idea de construir con el crimen en contra del alcalde Manzo una historia que prendiera el odio contra la 4T, no les funcionó, lo olvidaron, y entonces quisieron poner ese sábado en el rango de lo histórico.
Poco a poco la realidad ha mostrado su esqueleto. Ya se tiene una idea de que los de vestidura variopinta obedecieron a los “apoyos” de un par de delegados panistas, pero hay pistas, indicios serios, de que el reclutamiento y las amenazas y los dineros que habrían sido repartidos llegaron desde el despacho principal del muy descuidado edificio de Insurgentes Norte, donde ya casi nadie llega.
Ahí, según se dice, se repartió el recurso, pero ¿de dónde salió? Nada más falta que lo que no se quiere pagar para beneficio de todos vía impuestos, se utilice para financiar el caos. Nada más eso nos falta.
De pasadita
Parece que ahora sí el gobierno decidió poner alto a los vándalos que silencian con violencia las protestas callejeras en el afán de provocar un hecho represivo del que se pueda acusar al gobierno para desacreditarlo frente al electorado.
Si de verdad se respeta la libertad de expresión, se debería impedir que esos sujetos sigan acallando la protesta. Luego de los petardos, las molotov y los golpes de cadena nadie sabe qué sucedió en los mítines ni qué razón convocó a la protesta. Eso sí es impedir la libre expresión de las ideas, aunque a muchos no les dé la cabeza para comprenderlo. Ni modo.












