Martes 18 de noviembre de 2025, p. 18
El estrés, la depresión y el cansancio son algunas de las afectaciones en la salud mental de quienes se dedican a los cuidados, remunerados o no, que pocas veces son visibilizadas. La asesora especial del Banco Inte-ramericano de Desarrollo (BID), Diana Rodríguez Franco, señaló que si bien los cuidadores sin sueldo “están atrapados en la pobreza del tiempo”, quienes trabajan de forma remunerada también padecen precariedades, pues cuatro de cada 10 han sufrido abuso verbal donde laboran, más de la mitad padece estrés y uno de cada cuatro presenta síntomas de depresión.
Subrayó la importancia de hablar de los cuidados intergeneracionalmente y poner en el centro de la discusión a quienes se encargan de proporcionarlos, ya que no sólo se atiende a niños y niñas, sino también a adultos mayores y discapacitados que requieren apoyo.
“Cuando abrimos la puerta en un hogar en América Latina, nos encontramos, al mismo tiempo, que una mujer, seguramente mayor, está cuidando a una niña, a un niño, sus nietos o sobrinos, pero a la vez atiende a un adulto mayor o a alguien con discapacidad; es decir, diferentes cuidados que coexisten.”
En América Latina y el Caribe hay 8.9 millones de cuidadores re-munerados; de ellos, 5.8 millones cuidan niños y 3.1 millones a adultos mayores y discapacitados. La mayoría de los profesionales del sector son mujeres en sus 40 años, con educación secundaria y acceso limitado a los sistemas de protección social, según datos del BID.
Rodríguez indicó que el sistema de cuidados tiene un triple desafío: déficit de cobertura y calidad, una distribución desigual y el envejecimiento de la población. La falta de calidad se da en la primera infancia, pero también afecta a otros grupos poblacionales “porque no se nace siendo cuidador”.
Recordó que los cuidados caen en mayor medida en las mujeres, tendencia que se perpetúa, puesto que las niñas y adolescentes dedican siete horas más por semana al trabajo doméstico y el cuidado de sus padres, en comparación con sus hermanos varones.
Con el cambio demográfico en la región, donde uno de cada cuatro será mayor de 50 años para 2025, América Latina se vuelve vieja antes de hacerse rica, a diferencia de países de Europa o Asia, que se volvieron ricos antes de envejecer, lo cual pone una “gran presión” a los go-biernos para asignar recursos.












