Sábado 15 de noviembre de 2025, p. a12
El compositor Bob Dylan es noticia: creó una versión nueva y muy poderosa de la pieza que ha mencionado varias veces durante años como “la mejor” que ha escrito: Every Grain of Sand, que dio a conocer hace 24 años y que ahora a sus 84 lanza como un mensaje soberano: una obra maestra cuyos componentes, música y poesía, lo declaran como el más grande músico vivo.
Es costumbre del Premio Nobel de Literatura 2016 sorprender. La mayor sorpresa que ha dado es ganar el máximo galardón literario del mundo, lo que causó que muchos se desgarraran las vestiduras.
Cuando hizo a un lado su guitarrita de palo y se electrificó, hace 60 años, hizo enojar a muchos también.
En 1979 grabó Slow Train Coming, pleno de citas bíblicas y mensajes religiosos, dada su conversión al cristianismo. Eso causó coraje y críticas muchas.
¿Qué espera la gente que sea Bob Dylan? ¿una estrella más del negocio de la música? ¿un socialité? ¿un santón que obre milagros?
La respuesta está en el viento, es decir, es muy obvia por sencilla: Bob Dylan no es otra cosa que un músico y un poeta.
Cada vez que Bob Dylan se planta en un escenario, sorprende. Como su última visita a México, donde durante más de dos horas canturreó una tras otra sus piezas favoritas. Al salir, escuché este diálogo:
–¡Qué decepción, wei!
–Sí, wei, no cantó Blowing in the Wind, wei.
No tuvieron tiempo de sorprenderse: por supuesto que la cantó, pero en el glíglico-esperanto-lengua nonata, estilo que ha desarrollado desde entonces, de cantar sin prosodia, sin pronunciar con claridad palabras, para limitarse a poner acentos en determinados acordes y lograr así, nueva sorpresa, invenciones musicales prodigiosas.
La nueva epopeya consiste en eso: una creación musical pura. En la página @the_Daily_Dylan, en X (antes Twitter) puede usted, hermosa lectora, amable lector, disfrutar y confirmar el aserto en un video donde interpreta Every Grain of Sand con tal ímpetu poético, atmósfera muy íntima y un sentido muy delicado y exquisito del arte de la música, que uno no tiene más que repetir la pieza una y otra vez para descubrir los pliegues, recursos musicales, efectos en acordes, cambios de ritmos, contracantos, un solo de armónica como nunca lo había hecho, hasta llegar al clímax, como un hermoso himno y luego un pasaje en piano primero con la mano derecha mientras en la izquierda sostiene la armónica y sopla y luego con las dos manos, en su costumbre de tocar el piano sin sentarse, mientras sus músicos completan paisajes gospel, vaivenes, oleajes marinos, densidades de arena deslizándose. Una nueva obra maestra habemus.
Dylan comenzó a retomar esa pieza, Every Grain of Sand, hace cuatro años, en plena pandemia, con todo el sentido de reflexión que aquellos años que vivimos en peligro y en que murieron tantos, ameritaba.
Desde entonces suele ser la pieza de regalo al terminar cada concierto de su Never Ending Tour (otra forma de sorprender a propios y extraños: no dejar de tocar en vivo, en una gira que nunca terminará) y esa costumbre se ha convertido en un mensaje con hondo significado.
En el video disponible en Tuiter, logrado por alguien entre el público, dado que Dylan suele negar presencia de fotógrafos y prensa y grabaciones en sus conciertos, vemos a Dylan terminar su concierto, irse a un rincón, alisarse el pelo, concentrarse como un director de orquesta lo hace antes de la anacrusa, y entona los versos en el estilo que creó cuando lanzó su disco Murder Most Foul, hace cinco años, como un registro humanístico del devenir.
En esa obra maestra, Dylan echa mano de recursos de la balada antigua: pies yámbicos, trocaicos y dactílicos. Es una música hecha con palabras, forma tradicional de la balada anglosajona que consiste en un poema narrativo recitado, no cantado, donde la música va por un lado, creando atmósferas.
El yambo nació en la antigua Grecia como un pie de métrica con dos tiempos, uno de elevación y uno de descenso. El nombre pie procede de las canciones acompañadas de danza, en las que el pie servía para marcar el ritmo. El pentámetro yámbico o trocaico es el verso blanco inglés. Así están escritos los sonetos de William Shakespeare.
Y es precisamente la danza, el vaivén, el movimiento, lo que impele la poesía, la danza, en Every Grain of Sand.
Todo en ella se mueve como la marea.
A la materia sonora se funde la poesía:
In the time of my confession, in the
hour of my deepest need
When de pool of tears beneath my
feet floods every newborn seed
There’s a dying voice within me
reaching out somewhere
Toling in the danger and the morals
of despair
(…)
In the fury of the moment I can see
the master’s hand
In every leaf that trembles, in every
grain of sand
Sabemos de la admiración de Bob Dylan por Wiliam Blake, quien al igual que Dylan abrevó de los salmos para escribir sus Auguries of Innocence, que comienzan así:
To see the World in a Grain of Sand
And a Heaven in a Wild Flower
Hold infinity in the palm of your hand
And Eternity in an hour
La pieza de Bob Dylan es la que cierra su álbum Shot of Love, de 1981 y a su vez culmina su trilogía cristiana, que inició en 1979 con Slow Train Coming (con Mark Knopfler en la guitarra ) y continuó con Saved, de 1980.
Pero esa tríada espiritual en realidad no representaba novedad, dado que desde que comenzó a presentarse en público, a los 15 años de edad, Robert Zimmerman siempre hace alusiones a Jesús, a la Virgen y a la religión cristiana. Vaya, en 2012 en su hermoso disco Tempest, tiene en la pieza Duquesne Whistle este par de versos:
I can hear a sweet voice gently calling
Must be the Mother of our Lord
El efecto controversial que siempre ha producido Dylan con sus profesiones de fe tuvo momentos cómicos cuando su amigo John Lennon lo imitaba en su manierismo al cantar, o en su pieza titulada God (“Dios es un concepto hecho para medir nuestro sufrimiento… pero yo no creo en la magia ni en el I Ching ni en el matra ni en Buda ni en Jesús ni en Los Beatles ni en Zimmermann, yo nomás creo en mí. En Yoko y en mí. Dream is over”).
La libertad de pensamiento y de creencias, le dicen.
El maestro Bob Dylan cree en la poesía:
Miro a la puerta de la llama furiosa
de la tentación
y cada vez que paso por ahí siempre
escucho mi nombre
Luego, en mi camino, llegué a
comprender
que cada cabello está numerado como
cada grano de arena lo está
(…)
En el espejo roto de la inocencia, en
cada rostro olvidado
oigo los pasos antiguos como el
movimiento del mar
A veces volteo y veo a alguien, otras
veo que ese alguien soy yo
En su poema Every Grain of Sand, Dylan huele “las flores de la indulgencia” y las “weeds of yesteryear” y suelta versos de los que con los años le harían merecedor del Premio Nobel:
El sol cayó sobre los pasos del tiempo
para iluminar el camino
He aquí a un poeta mayor. He aquí a un músico exquisito. He aquí al sorprendente Robert Zimmerman cuyo alter ego principal se llama Bob Dylan.
Larga vida a Robert Zimmerman.











