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La monumental Sinfonía núm. 3 de Gustav Mahler es una teoría sobre la vida: Scott Yoo

Después de dos años de intentos fallidos, la OFCM interpretará la pieza, hoy y mañana en la sala Silvestre Revueltas y luego en el Palacio de Bellas Artes, el 22 de noviembre

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▲ Para el director de orquesta estadunidense, la Sinfonía núm. 3 de Mahler “es única en el repertorio. Son alrededor de 100 minutos de música total, lo suficiente para tres sinfonías”, por lo que, reconoció en entrevista, su interpretación representa un reto para él.Foto Jair Cabrera Torres
 
Periódico La Jornada
Sábado 15 de noviembre de 2025, p. 3

La tercera –como reza el refrán– es la vencida para la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM). Tras dos años de intentos fallidos, la agrupación se apresta a enfrentar la colosal Sinfonía núm. 3 de Gustav Mahler (1860-1911) en una serie de tres conciertos.

Los dos primeros tendrán lugar hoy y mañana –a las 18 y las 12:30 horas, respectivamente– en su sede: la sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli (Periférico Sur 5141, colonia Isidro Fabela).

El tercero será una gala en el Palacio de Bellas Artes el 22 de noviembre, lo que marca el regreso de esa orquesta al máximo escenario cultural del país tras su más reciente actuación, en 2018.

La programación de esta obra es siempre un acontecimiento, al ser considerada una “de las más monumentales” del repertorio sinfónico, tanto por su extensión –entre 90 y 110 minutos– como por su concepción filosófica que busca abarcar la totalidad de la naturaleza y la existencia humana.

“Es una teoría sobre la vida y la humanidad”, resume Scott Yoo, director artístico de la OFCM, en charla con La Jornada al concluir el ensayo. “Una pieza musical de esta magnitud es increíble; es como cuando uno camina en Teotihuacan, la Ciudad de México o París y se da cuenta de que el mundo es inmenso y uno ínfimo. Al lado de esta obra soy como una hormiga”.

El ambiente en la sala Silvestre Revueltas este viernes se percibe expectante. Es el segundo ensayo a tutti. Están los atrilistas, así como los integrantes de los coros Femenino de la Orquesta Sinfónica de Minería y de Niños de la Schola Cantorum de México, además de la mezzosoprano mexicana Carla López-Speziale, la solista, amalgamados por la batuta de Scott Yoo.

El director deja el podio para acomodar a los niños más pequeños al frente, buscando la complicidad visual en un escenario que se antoja insuficiente para tan vasta empresa. Aun así, de ese numeroso conjunto emanan notas subyugantes.

Tras un “let me see”, en inglés, interrumpe y canta el “bimm-bamm” que busca del coro infantil, el sonido de campanas del quinto movimiento de la sinfonía mahleriana. “Excelente, amigos”, felicita en español y despide a los niños, quienes se retiran entre aplausos de la orquesta. “Ahora el tercer movimiento”, anuncia.

Esta es la primera ocasión que el músico estadunidense de origen japonés (Tokio, 1971) dirige la tercera sinfonía mahleriana, concebida por su autor como un mundo que abarca todo, desde los sonidos de la naturaleza hasta la pregunta por la existencia humana.

“Es única en el repertorio”, subraya a este diario. “Son alrededor de 100 minutos de música total, lo suficiente para tres sinfonías. Cada movimiento representa mucho trabajo; de hecho, el segundo y el tercero son los más difíciles del repertorio sinfónico”.

Explica que uno de los principales escollos es que, mientras la mayoría de las sinfonías tiene una melodía y un acompañamiento de una segunda y hasta una tercera voz, ésta posee cuatro o cinco voces de manera simultánea.

“Me tomó cuatro meses memorizarla, a razón de siete u ocho horas de trabajo diario. Arruinó mi vida de los últimos tiempos”, dice entre risas Yoo, quien aclara que, aunque la OFCM la había programado en los dos años anteriores, no se realizó por “problemas de agenda”.

Dirigirla representa para él un reto. Considera que las mejores interpretaciones son aquellas en las que “uno se hace a un lado del camino y permite que la pieza hable por sí misma. Tenemos que ser respetuosos siempre de la maestría”.

El también violinista describe a ésta como una sinfonía plagada de pasajes sublimes e intensos. Incluso, reconoce que la parte final del último movimiento le hace recordar el día que murió su padre, hace 11 años, cuando pasó de la desolación a una especie de epifanía.

“Una de las cosas maravillosas de la música es lo que permite sentir. Es algo que hace muy bien, mejor que la televisión y que las otras expresiones artísticas; no sé cómo decirlo, pero la experiencia es increíble. Y eso es lo que proporciona esta sinfonía: muchos momentos de plenitud”.

Para Yoo, la vigencia de esta obra es incuestionable, pese a que se estrenó hace más de 120 años: “Ahora tenemos electricidad, Instagram, teléfonos celulares, aviones, un sinfín de cosas que no existían en la época de Mahler, pero en esencia seguimos siendo lo mismo: nos sigue doliendo el corazón y podemos estar tristes, felices o emocionados; la humanidad no ha cambiado”.