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Marx en los márgenes
E

l libro Marx en los Márgenes: Nacionalismo, etnicidad y sociedades no occidentales (Verso 2024, Barcelona), del profesor de la Universidad de California, Santa Bárbara, Kevin B. Anderson, que se publicó en castellano el año pasado, después de 14 años de dar a la luz en inglés, constituye una oportuna, actualizada y profunda contribución a los debates políticos y académicos en torno a las resistencias de los pueblos originarios a la recolonización militarizada y delincuencial de sus territorios, y a las reflexiones teóricas del universo marxista sobre las luchas anticapitalistas y antifascistas realmente existentes.

El autor, en su prefacio a esta edición, plantea que nos encontramos en una encrucijada: “el fascismo, la destrucción del medio ambiente, la guerra y el imperialismo, por un lado, las nuevas y crecientes perspectivas para la verdadera liberación humana, por el otro (…).

Ante esta realidad global profundamente contradictoria, el marxismo, –y en particular, el estudio en profundidad de los escritos originales de Marx– comienza a resurgir como discurso intelectual pero también como guía para los movimientos radicales y revolucionarios”.

En este contexto, la obra de Anderson responde –con fundamentos sólidos, e incluso, de alcances enciclopédicos– a los críticos de Marx que señalan un pretendido reduccionismo clasista y economicista en sus análisis, que supuestamente ignoran, excluyen o minimizan otras formas de dominación y explotación.

Como señala Michael Löwy en la contraportada, Anderson presenta un Marx bastante en desacuerdo con las interpretaciones convencionales, y “ofrece un Marx para el siglo XXI: un teórico global cuya crítica social era sensible a las variedades del desarrollo social e histórico humano, incluyendo no sólo la clase, sino también el nacionalismo, la raza y la etnia (…) Este libro pone en primer plano a un teórico global, cuya crítica social era sensible a las diversas formas de opresión y lucha social. ”

Así, el trabajo en comento presenta, además de sendos prefacios aclaratorios y una didáctica introducción, secciones sobre los encuentros coloniales en la década de 1850; el vínculo entre la emancipación nacional y la revolución, a partir de los casos de Rusia y Polonia; raza, clase y esclavismo, como una segunda revolución estadunidense; nacionalismo, clase y el movimiento obrero, privilegiando a Irlanda; temas multilineales de los Grundrisse a El Capital; escritos tardíos sobre sociedades no occidentales y precapitalistas, culminando, en sus poco más de 400 páginas, con conclusiones, apéndices, bibliografía, y un útil índice temático.

Anderson enfatiza un eje emblemático muy importante para las discusiones sobre el neozapatismo y las contribuciones de las luchas de los pueblos originarios, que apunta a que la “evocación por parte de Marx de las comunas rurales de Rusia como espacios para la revolución no sólo se refería a Rusia, sino también a muchas otras sociedades que estudió (Asia, África y América Latina, imbuidas todas en formas comunales de trabajo y propiedad (…), así como su foco sobre el nacionalismo, la raza y la etnia como palanca para la revolución y oposición al dominio del capital y el Estado moderno (…), como fuentes de conciencia y acción revolucionaria.

Estos adoptaban la forma de “aditivo” a la conciencia de clase, eran factores que a veces operaban junto a ella, pero que cobran aún más fuerza si se empezaban a superar los prejuicios de los trabajadores de los grupos étnicos dominantes.”

Advierte que en su libro ha intentado: “tender un puente entre dos corrientes: por un lado, aquellas que analizan y luchan contra la dominación de clase, la que ejerce el capital; por el otro, nuevas formas de análisis y prácticas en la lucha contra las opresiones arraigadas en la raza, el género, la sexualidad y la destrucción del medio ambiente”.

La obra de Anderson viene a fortalecer las búsquedas y posiciones teórico-políticas que desde América Latina se han esforzado por superar reduccionismos economicistas, clasistas y proletarizantes que en nombre del marxismo han ignorado, minimizado o negado el papel de movimientos campesinos e indígenas en los procesos revolucionarios.

Ya en México, desde los años 70 del siglo pasado, se desarrollaron corrientes en el ámbito de la antropología que se autodenominaron etnomarxistas y enfatizaban las posiciones de Marx en su crítica al colonialismo y a las perspectivas eurocéntricas de su pensamiento, sosteniendo que se debían “colorear” los análisis de la confrontación capital-trabajo con las contradicciones que resultan de las composiciones y características culturales, étnico-nacionales, raciales, de género y grupos de edad de las sociedades capitalistas.

En suma, el libro de Anderson es de los imprescindibles para los tiempos de genocidios, crisis climáticas, riesgos de colapso planetario, y, a la par, paradójicamente, utopías concretas que perseguir y poner en práctica.