Opinión
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Mis elecciones
L

a elección del munícipe de Nueva York, en días pasados, deja aquí en México varias lecciones. Una, la principal, es que se puede triunfar a pesar de contrariar las muchas trampas y recursos del poderoso. Pero una, íntimamente relacionada con esa primera, es la que toca a la desmesurada avaricia de algunos cuantos banqueros, trastocada en autoritarismo; grandes fortunas incluso para el ya exagerado entorno local, no se diga a escala global. En esa reluciente ciudad se concentran otras muchas riquezas apiladas sobre la desaforada práctica especulativa, destacan los que bien pueden ser llamados barones del gran dinero. Dueños de empresas, especializadas en la compraventa de acciones en bolsa y mesas de divisas, sobresalen por el tamaño alcanzado y por la influencia que irradian en variadas direcciones.

Ahí, en esas altas y selectas demarcaciones, pegaron los inesperados resultados de una sui géneris competencia electoral. Los engreídos dueños del destino electoral se hicieron acompañar por otros de similar tamaño; todos acostumbrados a los continuos triunfos de sus elegidos. De pronto, se espantaron por ciertas ideas “exóticas” y otras premoniciones que empezaron a circular. Un joven inmigrante, de padres indios y nacido en Nigeria, apareció en la disputa sin pedirles permiso. Ofendidos por su presunción definitoria como socialista democrático, fue tajantemente rechazado por tan selecto cenáculo de influyentes. Se tornaron furiosos enemigos que invirtieron abundantes recursos en apoyo de los acostumbrados: candidatos afines a sus intereses, obedientes a sus mandatos. D. Trump lo calificó, sin piedad alguna, de “comunista lunático”; delirante descripción que pretendió ser la más tronante de las descalificaciones. No podría ni debía ser aceptado por el electorado neoyorquino. Él, Trump en persona, es quien guía esa nación y también al mundo. Fracasó su intentona. Más todavía: endosó su palabra a la conocida figura de Andrew Cuomo que, a la postre, quedó en un muy lejano tercer lugar.

Pero lo interesante de esta lectura, desprendida de esa elección municipal y el triunfo de Zohran Mamdani, tiene que ver con lo inútil, y hasta contraproducente, del corajudo y abundante apoyo financiero a sus rivales. La inteligente campaña que Zohran desplegó asumió dos arietes simultáneos. Primero fue su propuesta de cambio radical, direccionada al bienestar de la gente, cumplimentada con directo contacto, casa por casa, con el votante. Más de 100 mil jóvenes voluntarios recorrieron la ciudad. El atrevimiento era insoportable para el entorno del poder establecido, empezando por los mismos dirigentes demócratas, siguiendo por la columna de los mandones de siempre, empresarios de calado. Ellos, los pocos y selectos banqueros de inversión, eran los reales dictadores del éxito electoral. Los ganadores debían depender de ellos y subordinarse a sus intereses y usuales exigencias. Sus prácticas especulativas son intocables, así lo predican. A este tipo de conducta bien puede llamársele tiranía de la riqueza despiadada; el santo mandato de la avaricia sin límite; la esencia del neoliberalismo acumulador.

Es por eso que, aquí en México, se debe continuar el trabajo con el pueblo. Hacerlo ahora con seriedad, organización y antelación. Otear y atender a lo que requiere la gente con vista a los comicios del 27.

La derecha sonó las alarmas sobre ese futuro evento. Ya se están preparando con todo el empeño cupular y sus acostumbradas mañas. Por un lado, se aprestan a impugnar la inscripción de la presidenta Claudia Sheinbaum en la boleta venidera. Hacer coincidir el referendo revocatorio con los demás comicios debe, según reza la oposición, abortarse. Ese tipo de trucos sólo fue permitido cuando se permitió por la crítica y demás apoyadores del desplazado modelo neoliberal, de ninguna manera para engrosar el poder de la actual dictadura que proclaman.

En el otro confín de acciones actuales, la oposición conservadora sueña con retomar la titularidad indisputable de lo que la libertad, el desarrollo, la gobernanza y la democracia significan. Donde los sentidos profundos, ciertos y reales sólo emanan de los sostenedores del modelo valedero de siempre: el que alienta, permite, norma y califica la acumulación capitalista. El llamado a reunirse, de nueva cuenta, en un coro de intelectuales y críticos de calado ha llegado de nueva cuenta, similar al llevado a cabo bajo la batuta de Octavio Paz hace décadas. Ahora, su heredero cierto (E. Krauze y la revista Vuelta) apadrinarán el conciliábulo. Ahí están presentes los que pesan en la inteligencia, los que dictan la línea válida para la democracia y la libertad, para evitar que sigan mancillando tan fundamentales supuestos para el desarrollo y el bienestar. Alejar el manoseo que el oficialismo hace de tan preclaros valores y prácticas; preparar el retorno de los acostumbrados brujos del modelo acumulador.