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Picasso y Klee dialogan en el museo Thyssen-Bornemisza

Se exponen obras del acervo privado de Heinz Berggruen

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Despertar, 1920, del pintor Paul Klee.Foto sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025 / Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
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Dora Maar con uñas verdes, óleo sobre lienzo elaborado por Pablo Picasso en 1936.Foto sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025 / Cortesía Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 10 de noviembre de 2025, p. 3

Madrid. El espíritu de la exposición tiene analogías musicales: “Pablo Picasso es una gran sinfonía y Paul Klee es música de cámara”. Bajo ese manto metafórico, el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid inauguró la muestra Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen, una de las colecciones privadas más completas y exquisitas de ambos pintores, que a la postre se convirtieron en sus “dos artistas favoritos”, según relató uno de sus hijos, Olivier Berggruen, durante la presentación en la capital española.

El museo madrileño reunió hasta 60 obras para profundizar en el diálogo que mantuvieron en vida dos de las grandes artistas del siglo XX, en las que no sólo se ven con claridad la afinidad en temas y preocupaciones, sino también en técnicas y estéticas, así como en sus estipulados teóricos sobre el arte.

Actualmente, la inmensa colección de Heinz Berggreun se encuentra itinerante por Japón, China, Australia, además de países europeos, debido a que el edificio del museo que alberga las obras está en remodelación desde 2022. Gracias a esto, el museo Thyssen y su jefa de pintura, Paloma Alarcó, pudieron desarrollar una idea que venían pergeñando desde hace tiempo: la de profundizar en el diálogo visual e intelectual entre estos dos artistas.

Berggruen, nacido en Berlín en 1914 y fallecido en París en 2007, se interesó por primera vez en la pintura moderna durante sus años de exilio en San Francisco, donde, curiosamente, colaboró brevemente con el artista mexicano Diego Rivera. A su vuelta a Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, se inició en el mercado del arte y abrió su primera sala en París, en 1948. Años más tarde, adquirió otro local que se convertiría en la Galerie Berggruen & Cie.

A pesar de que París ya no era el principal foco artístico, Berggruen tuvo un papel decisivo en el mercado internacional durante la segunda mitad del siglo XX, centrándose en recuperar obras importantes de colecciones prestigiosas y captar como clientes a grandes mecenas del arte contemporáneo.

A partir de entonces se dedicó en exclusiva al coleccionismo de obras de maestros del siglo XX, fundamentalmente de Picasso y Klee, a quienes, según puede leerse en sus memorias, consideraba “los dos creadores fundamentales de la primera mitad de nuestro siglo”. En 2000, su extraordinario conjunto artístico fue adquirido por el gobierno alemán, lo que dio lugar a la creación del Museum Berggruen como parte de la Nationalgalerie.

La curadora de la muestra, Alarcó, explicó que los artistas poseían personalidades muy opuestas: “Picasso, más terrenal, excesivo, meridional y sensual, y Klee, más introspectivo, nórdico, espiritual e intelectual. A pesar de ello, mostraron interés el uno por el otro, y tanto sus procesos creativos como sus obras guardan semejanzas en muchos aspectos. Los une el espíritu de experimentación, la facilidad para el dibujo, el interés por los mismos géneros y temas, la inclinación por la sátira y el sarcasmo como medios de transgresión, y la deformación de las formas y el cuerpo humano. A través de un lenguaje plástico cargado de radicalidad, contribuyeron a transformar la manera de mirar y acercarse al mundo, dejando una profunda impronta en el desarrollo del arte contemporáneo”.

A lo largo de las 60 obras expuestas se ponen de manifiesto esas similitudes, que fragmentan en varias secciones, como los retratos y máscaras, lugares, objetos, arlequines y desnudos.

Guillermo Solana, director del museo madrileño, explicó que “Picasso y Klee tuvieron un papel decisivo en el cambio de paradigma del retrato moderno. A través de la deformación caricaturesca y el enmascaramiento, contribuyeron a redefinir el género, cada uno con su estilo y diferentes significados. En sus obras, la identidad aparente cede paso a una más profunda y reveladora”. De ahí que hayan incluido en la exposición dos estudios de Desnudo con paños, de Picasso, junto con Cabeza de mujer (1906-1907) y Desnudo femenino (Estudio para Las señoritas de Aviñón) (1907), en los que se muestra la influencia que las máscaras de culturas no occidentales ejercieron sobre el artista malagueño, quien, según Solana, “no las concebía sólo como recurso formal, sino que reconocía en ellas una dimensión mágica y transformadora”.

De Klee se explicó que experimentó con recursos de reducción y distorsión y con el ocultamiento de las máscaras, influido por la fascinación que le provocaban las piezas del museo etnográfico de Múnich y las caretas de los teatros de marionetas. “En sus retratos trasciende la apariencia externa para reflejar lo que se oculta bajo la superficie, empleando un grafismo de aparente sencillez y técnicas propias de la caricatura. Esto se aprecia en obras como La señora R. viajando por el sur (1924), donde la figura adquiere un aire fantasmal, y en Dama con lacre (1930), cuya retratada destaca por la palidez de su piel y unos labios rojos de los que emerge una línea negra que define sus facciones de mujer fatal”, explicó la curadora.

Uno de los pasajes más importantes de la exposición es de los arlequines, por los que Picasso sintió gran fascinación; pintó a hombres y mujeres de múltiples formas y con diferentes enfoques, desde su época naturalista, durante el desarrollo del cubismo y hasta su etapa final. “Klee también se inspiró en el circo y lo pintó, aunque abordó el cuerpo de forma diferente a Picasso, concibiéndolo como una extensión de la arquitectura en la que se ubica”, explicó Alarcó.

La exposición se puede visitar en el museo madrileño, que la mantendrá abierta hasta el primero de febrero.