l mundo atraviesa una emergencia de desigualdad, señala un importante informe (https://media-front-elmostra dor.cl/2025/11/Full_Global_Inequality _Report_embargoed_pdf) preparado para la presidencia del G-20 por un grupo de economistas. Entre 2000 y 2024, el uno por ciento más rico del mundo capturó 41 por ciento de toda la nueva riqueza creada a nivel global. El 50 por ciento más pobre, en cambio, sólo logró retener uno por ciento de esa riqueza nueva. Por supuesto, la desigualdad económica en ingresos y en riqueza lleva a desigualdades en salud, en oportunidades, en justicia. La desigualdad atenta contra la democracia.
Ese uno por ciento más rico, en promedio, aumentó su riqueza en 1.3 millones de dólares; en tanto, el 50 por ciento más pobre distribuido en todos los países la aumentó sólo en 585 dólares. En términos llanos esto significa que la mitad del mundo, la más pobre, en el último cuarto de siglo ha vivido un estancamiento de su nivel de vida. Esta imagen general del mundo se repite en 83 por ciento de los países, que representan a 90 por ciento de la población mundial. El estudio se basa en consultas directas con 80 economistas expertos en desigualdad y en la World Inequality Database.
En México hemos celebrado que la desigualdad ha disminuido. El dato de la última ENIGH de 2024 indica que la relación entre los ingresos del 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre pasaron de ser 20.75 veces mayores en 2016 a 14.12 veces en 2024, una disminución importante. Si hacemos la comparación entre los ingresos de ese 10 más rico y el 50 por ciento más pobre tendríamos un cociente de 1.81, es decir, fueron 81 por ciento mayores en 2016 y en 2024 fueron 30 por ciento mayores. La disminución de la desigualdad es notoria.
Si hacemos estas comparaciones para México usando la World Inequality Database (WID), los resultados son diferentes. Como en esta base de datos el último año con información es 2022, usamos el periodo 2000-2022. La comparación para México es la siguiente: el uno por ciento más rico en 2000 se apropiaba de 11.7 por ciento del ingreso nacional; en tanto, el 50 por ciento más pobre ganaba 7.6 por ciento de ese ingreso. Veintidós años después, el uno por ciento más rico se apropió de 21.6 por ciento del ingreso nacional; en tanto, el 50 por ciento más pobre disminuyó su participación a 6.2 por ciento.
La conclusión que resulta de la comparación para México en los ingresos de los más ricos con la de los más pobres, con información de la WID, es la misma que para el mundo. Nuestros superricos, el uno por ciento, prácticamente se apropiaron del doble del ingreso nacional en 22 años, pasando de 11.7 a 21.6 por ciento. El mismo proceso de concentración del ingreso se muestra con la evolución de la participación en el ingreso nacional del 50 por ciento más pobre, que disminuyó de 7.6 a 6.2 por ciento. Seguramente estos números mejorarían con información a 2024, pero la imagen gruesa no cambiaría.
Los economistas que trabajaron para el estudio del G-20 proponen tres acciones para combatir global y nacionalmente la desigualdad. Primero, reformar globalmente las reglas económicas: las normas de propiedad intelectual, las fiscales para que las trasnacionales y los grandes ricos tributen justamente. Segundo, nacionalmente promover reglas favorables a los trabajadores, reducir la concentración empresarial, gravar más las grandes ganancias de capital, invertir en mejores servicios públicos y una fiscalidad más progresiva. Tercero, promover nuevos modelos de cooperación fiscal, comercial y de transición verde entre países.
Las acciones que serán propuestas por el G-20, del que forma parte México, son pertinentes para nuestro país. Proponen crear un panel internacional sobre la desigualdad que aporte conocimiento técnico para evaluar las evidencias y apoyar las políticas que pudieran instrumentarse. A México le convendría que, por ejemplo, ese panel señalara que las trasnacionales bancarias tributen justamente en los diferentes países en los que operan, contribuyendo en la misma proporción que en los países en los que están domiciliadas sus matrices.
Lo que proponen los autores del estudio para pensarse nacionalmente es claramente pertinente, incorporando las consideraciones políticas que sean necesarias para escoger el momento oportuno para hacerlo, pero es indudable que al país le sirve una mayor progresividad fiscal, que se siga favoreciendo a los trabajadores y aumenten los gravámenes a las ganancias de capital. Además, en las condiciones que ha abierto el gobierno de Trump, apoyar la cooperación global en las relaciones comerciales y en la búsqueda de una transición verde es excepcionalmente útil.











