La artista se presentó ante público del teatro Cervantes y frente a más de 53 mil usuarios de TikTok en tiempo real

Martes 21 de octubre de 2025, p. 4
Guanajuato, Gto., El teléfono frente a su rostro fue su espejo y su escenario. Louise Orwin apretó el botón de transmisión y, en segundos, la sala se abrió en dos dimensiones: una física y otra digital.
En el primer plano, los asistentes observaban cada movimiento con atención; en el virtual, “más de 53 mil usuarios” presenciaron en TikTok la función en tiempo real y reaccionaron con comentarios, corazones y emoticones flotando en la pantalla.
Así comenzó Famehungry, propuesta con la que la artista británica impactó este domingo al público del Festival Internacional Cervantino al explorar, en el teatro Cervantes, los límites de la exposición y la intimidad, y la tensión que surge del deseo de ser vista frente a la imposibilidad de escapar del algoritmo.
A su lado –aunque en otra latitud– estaba Jax Valentine, joven de 21 años con 80 mil seguidores, su guía en el universo de tendencias de baile, filtros faciales y transmisiones continuas. Orwin –con 37 años y apenas 4 mil seguidores– abordó este nuevo espacio como una actriz que descubre otra forma de presencia.
La pregunta que detonó el eje de la obra fue: “¿cómo puede el arte escénico competir en la era digital?”
En el escenario, los comentarios llegaban desde distintos países y se proyectaban al fondo: “Amazing”, “Qué raro”, “Amo esta energía”, fragmentos de un coro global que incorporaba a los internautas como un personaje más.
La audiencia presencial, compuesta mayormente por adultos mayores y turistas europeos, respondió con curiosidad y entusiasmo. Algunos miraban fijamente, mientras otros sonreían ante la ironía de una mujer que se convierte en influencer para mostrar la soledad que se esconde detrás del brillo de la fama y las redes sociales.
Algunos turistas británicos destacaban la cercanía entre performance y documental; otros valoraban la valentía de una creadora que “plasma la vulnerabilidad en lenguaje”.
Días antes del estreno, en entrevista con La Jornada, Louise Orwin explicó que la idea nació de una experiencia personal.
“Después de más de una década en la escena teatral, noté que mi público disminuía mientras un adolescente acumulaba multitudes en línea.
“Me cuestioné cómo el arte en vivo podía mantenerse relevante frente a esa velocidad digital. De esa reflexión surgió el experimento: una artista millennial guiada por un mentor de la generación Z.”
El montaje va más allá de la sátira y expone el conflicto de un cuerpo que debe ajustarse a los filtros para ser aceptado. “La libertad de expresión no es negociable, pero para transmitir en TikTok he tenido que censurarme. Ese dilema forma parte del proyecto: ¿hasta dónde puede ser libre un creador en un espacio que exige moldearse para existir?”, cuestionó.
Los aplausos estallaron. Hubo asombro, emoción y risas cómplices ante la claridad de la propuesta. La obra refleja el vértigo de un presente donde visibilidad y existencia se entrelazan.
Entre pantallas, gestos medidos y reacciones simultáneas, Orwin consigue que lo digital adquiera cuerpo y que lo efímero pese.
“Todos hacemos performance en las redes”, reflexionó Orwin antes de llegar a Guanajuato. “Lo hago en vivo, pero no es tan distinto de subir un video. La pregunta es: ¿cuál es el costo de sostener esa identidad y cuánto nos consume permanecer visibles?
“En esta propuesta, cada gesto parece impulsado por la necesidad de ser mirada, y cada aplauso responde al vacío que deja la pantalla.”
Nacida en Brasil y criada en el Reino Unido, Louise Orwin ha sido premiada en festivales como Summerhall y Sit Up x List, y nominada al Arts Council England Digital Innovation Award. Su montaje Famehungry repitió función ayer en el teatro Cervantes.