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Cervantino 2025
Nathy Peluso reunió a miles de jóvenes en una experiencia festiva y de libertad

La artista argentina presentó su repertorio de rap, pop y salsa // “No sólo canta, interpreta cada palabra con el cuerpo”, comentó una asistente

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▲ “El desmadre también es cultura; estar aquí es parte de eso, una forma de sentirnos vivos”, expresó una estudiante de 22 años que acudió a la presentación de la argentina.Foto Carlos Alvar / FIC
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Periódico La Jornada
Lunes 20 de octubre de 2025, p. 5

Guanajuato, Gto., Bajo una Luna que parecía encender los cerros de la capital, más de 4 mil jóvenes –según reportó la policía municipal– se reunieron ayer en la explanada de Los Pastitos para disfrutar la participación de Nathy Peluso en el Festival Internacional Cervantino (FIC).

La multitud, vibrante y colorida, confirmó lo que cada fin de semana se advierte en esta ciudad: son ellos quienes llenan de vida las plazas, los callejones y las escalinatas con su energía y su manera de entender la fiesta y la libertad.

Ante un público que la esperó horas entre luces y música, la artista argentina presentó su repertorio. Las pantallas laterales del escenario mostraron el inicio del espectáculo: Peluso, de presencia magnética, interpretó Corleone mientras el viento movía su cabello y los flashes de los teléfonos móviles iluminaban la explanada.

Sus movimientos parecían calculados para dialogar con la masa juvenil que saltaba, grababa y cantaba cada verso.

“¡Bizcochote!”, gritó un grupo de adolescentes, que después corearon con entusiasmo Aprender a amar. El acceso fue ordenado y en la zona central se habilitó un espacio para personas con discapacidad, quienes celebraron poder disfrutar del concierto sin contratiempos.

En el aire flotaban perfumes, cerveza y humo de cigarro. Cada detalle reforzaba el ambiente que distingue al FIC en su edición 53.

Nathy Peluso apareció acompañada por una banda precisa y tres bailarines que multiplicaron su intensidad con acrobacias. En Real se deslizó sobre el piso con la agilidad de una gacela, mientras en Ateo los bailarines se besaron y los presentes estallaron en gritos y aplausos. El escenario se volvió una extensión del cuerpo, el gesto era una provocación y una invitación al delirio.

La artista alternó momentos de vulnerabilidad y euforia al combinar rap, salsa y pop con la expresividad que la distingue. A cada rato, los asistentes gritaban su nombre: “¡Nathy, Nathy! ¡Hermana, ya eres mexicana!” Ella los miró, sonrió y respondió: “Me llaman de muchas maneras, pero hay una que tienen razón…”, antes de interpretar Mafiosa.

Euforia y contemplación

Iluminada por una luz cenital, bajó el tono y permitió que su voz recorriera la explanada. En ese instante, el murmullo se apagó; incluso los vendedores ambulantes detuvieron su andar.

Más adelante se declaró amante de la salsa Erotika e interpretó esa melodía y el público respondió con una ovación inmediata. En los rostros se mezclaban la euforia y la contemplación, como si las canciones activaran recuerdos.

“Ella no sólo canta, interpreta cada palabra con el cuerpo”, comentó Yazmín Gutiérrez, estudiante de 22 años. “Siento que el desmadre también es cultura, y que estar aquí es parte de eso, una forma de sentirnos vivos.”

A su lado, Javier Espíndola, de 27 años, sonreía con un cigarro entre los dedos. “Esto es una fiesta sin culpa; el alcohol, la mota y la música nos conectan sin que haya nada qué lamentar”. Cerca de ellos, Camila Torres, de 19 años, agregó: “Es música, pero también una experiencia que nos hace sentir libres por un momento”.

En las primeras filas, grupos de jóvenes con pómulos decorados con brillantina que reflejaba la luz bailaban como si la noche no tuviera fin. Otros, sentados o recostados sobre el pasto, improvisaban coreografías, tomaban fotos y se abrazaban. La noche cervantina fue suya, reinventada y convertida en espacio de comunidad.

El repertorio recorrió los contrastes de Grasa, segundo álbum de Nathy Peluso, lanzado en mayo de 2024. En él, la cantante explora las tensiones entre la fama, la autenticidad y el deseo, con un sonido que fusiona la crudeza del rap con la épica de la salsa setentera.

En las calles de Cuévano, estos matices se tradujeron en una velada que combinó expresividad, ironía y confesión.

El operativo de seguridad permitió que la multitud circulara sin incidentes. Cuando el flujo alcanzó su punto máximo, se veían mares de luces de celulares encendidas, como una constelación sobre el bullicio.

Las calles aledañas fueron cerradas al tráfico y, mientras la ciudad seguía llena de movimiento y luces, la fiesta se prolongó en las escalinatas del teatro Juárez y los callejones iluminados.