Se requieren al menos 3 mil dólares para la primera fase del desalojo de una familia
Domingo 21 de septiembre de 2025, p. 20
Cuando el ejército israelí ataca zonas residenciales en Gaza, la campaña de prensa del gobierno destaca las órdenes de evacuación emitidas minutos antes y difunde la idea simplista de que los residentes civiles tuvieron amplias oportunidades de huir, pero no informa de las complicaciones emocionales, económicas y prácticas que enfrentan las familias durante los desplazamientos.
Un texto de Taqwa Ahmed Al Wawi, una escritora y poeta gazatí de 19 años, estudiante de Literatura Inglesa en la Universidad Islámica de Gaza, publicado en The Intercept, revela cómo el tema financiero puede obligar a los gazatíes a quedarse en casa, a la espera del próximo bombardeo.
En Gaza, una orden de desalojo significa dejar atrás vivencias enteras: un rincón familiar, el aroma del café de la mañana, un cuaderno con historias de vidas interrumpidas. Estas pérdidas son emotivas y desgarran las imágenes cotidianas que les recuerdan quiénes son.
Pero también está el desafío económico que implica el traslado de una familia, y muchas no pueden permitírselo; huir para salvar la vida es una necesidad básica fuera de su alcance.
El costo del transporte está alrededor de unos 2 mil dólares. Una tienda de campaña cuesta unos mil dólares. La comida para sobrevivir los primeros días, 150 dólares, al igual que alquilar un terreno baldío sin servicios. Instalar un baño austero, 450 dólares. Los clavos, la madera y materiales para construir refugios improvisados, al menos 100 dólares.
La estimación más baja asciende a un total de al menos 3 mil dólares sólo para cubrir la fase inicial del desplazamiento de una pequeña familia. Con la economía de Gaza destruida por el implacable genocidio israelí, que ha dejado a la mayoría de la gente con escasos o nulos ingresos, estos costos están fuera del alcance de muchos palestinos.
Al Wawi comparte varios testimonios de residentes gazatíes, entre ellos el de Sundus, su amiga de la universidad. “Antes del genocidio, la vida era sencilla”, recuerda la chica de 20 años. “No necesitábamos salir porque nuestra casa tenía la vista al mar más hermosa que cualquiera pudiera soñar. Mis hermanas y yo nos sentábamos en el balcón de abajo a contemplar las olas. Hani y Aboud, los hijos de mi hermano, jugaban con nosotras, llenando el día de vida”, recuerda Sundus. Ambos niños, de cinco y siete años, quedaron atrapados bajo los escombros tras una ronda de bombardeos en octubre de 2023.
La familia de Sundus comenzó su peregrinar, primero partió hacia Al Shifa, luego se refugiaron en Jan Yunis, después en Rafah, donde pasaron el invierno en tiendas de campaña. Finalmente a principios de este año regresaron a la destruida ciudad de Gaza, donde la semana pasada su casa fue bombardeada. “La limpiamos, la organizamos y nos quedamos, porque no podemos permitirnos irnos”, afirma Sundus.
“Según la ocupación israelí el sur es una zona segura, pero es falso”, sostiene Al Wawi. “Es como cualquier área de Gaza, sufre bombardeos y destrucción a diario”.
“La vida en situación de desplazamiento implica largas colas para obtener pan y agua, ropa sucia amontonada sobre hombros cansados y niños que se duermen exhaustos, no por jugar, sino por correr para sobrevivir. Tiendas de campaña abarrotadas de paredes delgadas que dejan entrar el frío y el miedo, mientras el dolor se contiene y las lágrimas se tragan bajo mantas finas”, narra la escritora.
Para quienes no pueden afrontar los costos de la reubicación, la única opción es enfrentarse al peligro y los bombardeos mientras permanecen en el lugar. “Nozoh (el desplazamiento) es una muerte lenta, que pesa sobre cuerpos, mentes y corazones por igual” añade.
El artículo de Taqwa Ahmed Al-Wawi se puede leer en: https://goo.su/tsj0DBz.