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Tu colonia

Sus orígenes se remontan al siglo XIX

En la Obrera florecieron fábricas, vecindades, vida nocturna y las pulquerías

Los terremotos modificaron esta zona popular, donde abundaban los baños públicos y las imprentas

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▲ Casas de la colonia en 1930, la fábrica de calendarios en San Antonio Abad, tradicional pulquería y el monumento a la costurera.Foto Colección Archivo Casasola de la teca Nacional del INAH.https://mediateca.inah.gob.mx/
repositorio/islandora/object/fotografia%3A12167
y Jair Cabrera
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de septiembre de 2025, p. 29

Entre las colonias centrales de la alcaldía Cuauhtémoc se encuentra la Obrera, un lugar cargado de historia que pasó de ser un cuartel general a emblema de los trabajadores textiles y de la vida nocturna de la Ciudad de México, donde ahora sus habitantes llevan una vida apacible, quizás trastocada por los malandros, que dicen los nativos, vienen de fuera.

Su origen se remonta al finales del siglo XIX, cuando este territorio –conocido como el Potrero del Cuartelito– comenzó a poblarse de manera irregular. Su nombre inicial hacía referencia a un antiguo fortín militar que protegía la zona, situada en aquel entonces en las afueras del sur de la ciudad.

A pesar de carecer de permisos de urbanización y servicios, el asentamiento creció de forma apresurada. En 1899 se trazaron calles con un estilo afrancesado y sus pobladores, la mayoría trabajadores y artesanos, comenzaron a instalarse. Por décadas fue conocida también como colonia Escandón, nombre ligado a sus fraccionadores, hasta que en 1930 recibió el reconocimiento oficial y su nombre definitivo: Obrera.

Este cambio coincidió con la llegada y proliferación de fábricas que pronto se convirtieron en el corazón económico y social del barrio. Entre las industrias emblemáticas se encuentra la factoría de calendarios y cromos publicitarios Galas de México, cuya sede en la calzada San Antonio Abad, distinguida por los ladrillos rojos, aún se conserva en su estado original y ha sido declarada patrimonio artístico.

Esta parte de la ciudad se volvió el hogar de obreros que junto con sus familias habitaron vecindades, abrieron talleres y pequeños comercios que daban vida a una comunidad trabajadora y solidaria. “Había herrerías, carpinterías, los que arreglaban imágenes religiosas de bulto, muchas imprentas, las sigue habiendo sobre la calle Manuel Payno, pero antes eran unas máquinas enormes, ya se han ido modernizando”, cuenta don Juvencio Ricardo Corona Lucero, de 76 años, cuya familia se instaló en 5 de Febrero y Lucas Alamán, donde ahora se encuentra un conjunto de escuelas.

Los baños públicos eran otro distintivo del barrio: “No lo sé, quizá porque muchos habitábamos en vecindades con baños comunes era normal que la gente acudiera a estos negocios. Yo iba del diario, porque eran muy económicos. Después del 85 comenzaron a caer en desuso y desaparecieron”, recuerda desde su peluquería La Perla, que fundó su papá en los años 40 del siglo pasado.

Entre el activismo y la fiesta

La efervescencia de la colonia también estuvo marcada por la actividad política y social. Cuentan las crónicas de este lugar que en sus calles los hermanos Flores Magón incubaron las ideas que dieron origen al Partido Liberal Mexicano, pieza clave del movimiento obrero y la lucha por la justicia social.

Sin embargo, no todo fue trabajo y luchas. La vida cotidiana aquí tuvo su lado festivo. Por las noches los cabarets, cantinas y salones de baile –como El Burro, El Caballo Loco o El Quinto Patio– se convirtieron en refugios de esparcimiento y encuentro para varias generaciones.

La popularidad del pulque y la música popular marcaron un ritmo propio que se mantuvo hasta la controvertida campaña de moralidad del regente Ernesto P. Uruchurtu, que cerró estos negocios en los años 50 y 60. De esos tiempos sobreviven La Catedral del Pulque, en el cruce de Isabel la Católica y Lorenzo Boturini, y el popular centro nocturno Barba Azul, en Simón Bolívar 291, que resistió la pandemia y mantiene las puertas abiertas y su pista de baile.

El terremoto de 1985 abrió una herida profunda en la Obrera. Perdió muchas fábricas, entre ellas la emblemática Topeka, donde murieron decenas de costureras al colapsar el edificio que dejó al descubierto las precarias condiciones laborales de sus trabajadoras. En un acto de justicia histórica, tras más de 38 años de lucha, en 2024 el gobierno local donó el predio de Manuel José Othón 160 a la asociación Costureras y Costureros 19 de septiembre, conformada por trabajadores textiles damnificados.

La historia se repitió 32 años después, con el movimiento telúrico de 2017, pero en la calle Bolívar, en una fábrica textil de la empresa SEO Young. El inmueble colapsó y evidenció que las condiciones laborales de los trabajadores del ramo continuaban igual.

El sismo del 85 también derrumbó viviendas y provocó el desplazamiento de cientos de familias. La colonia vivió un proceso de reconstrucción prolongado, con cambios significativos en su tejido urbano y social. “Sigue despoblado, antes por las mañanas veías a los niños que entraban a la escuela que parecían parvadas de pájaros cuando corrían para llegar a tiempo, y por las tardes era igual. Hoy ya no hay turnos vespertinos”, refiere don Juvencio.

Delimitada al norte por la calle Chimalpopoca, al sur por el Eje 3 Sur José Peón Contreras, al poniente el Eje Central Lázaro Cárdenas y al oriente la calzada San Antonio Abad, la Obrera tiene una ubicación y accesos privilegiados, tanto en automóvil como en transporte público. Durante el día sigue la actividad comercial febril, pero la vida nocturna se apagó. A las siete de la noche ya está todo prácticamente cerrado. El mayor bullicio se prolonga en algunos puntos como el entorno de la parroquia de San José de los Obreros, que se comenzó a construir en los orígenes de la colonia y concluyó a mediados de la década de los 50.

“Donde está la iglesia siempre ha habido más movimiento, y en calles principales como Bolívar, Manuel Payno, 5 de Febrero y Fernando Ramírez”, señala César Aparicio, de 37 años, comerciante, para quien la colonia “no es tan peligrosa como algunos piensan. Sí hay robos, como en todos lados, sobre todo de autopartes, pero es segura para quienes ya nos conocemos”.

De hecho, comenta que antes había puntos que estaban en el olvido, pero han comenzado a ser rescatados. “Hacia la calzada de Tlalpan estaba todo muy oscuro, pero han puesto más luminarias, y de los servicios no podemos quejarnos: tenemos agua y el camión de la basura pasa todos los días”.