La rapacidad que endeudó al país

n más de una ocasión la presidenta Sheinbaum se ha preguntado, nos ha preguntado: ¿Y dónde está todo el dinero con el que se endeudó al país?
La revisión de los números espanta, pero no explica. Hay datos que parecen sacados de una pesadilla financiera, por ejemplo los millones y millones que parecían financiar a Pemex, que a su vez los transfería como impuestos a otras dependencias donde los funcionarios ganaban millones y donde los negocios privados florecían como plantas del mal.
Por eso, a la pregunta de la Presidenta, le sigue la que se refiere a los dineros que recibían, más allá de lo salarios y los negocios, quienes estaban cercanos por ejemplo a los gobiernos panistas. Hasta esos personajes y firmas llegaban las devoluciones de impuestos que ordenaba el gobierno.
Y entonces, de dónde salían los pesos y los dólares que en calidad de devolución de impuestos recibían las empresas y la gente cercana al poder. Parecería una enorme perversión, tal vez ni pensarlo, pero entre el berenjenal creado en los gobiernos neoliberales, no estaría de más echar una revisión al o los destinos de lo que ahora es la deuda nuestra de cada día.
Los datos duros son los que nos obligan a pensar así: A finales de 2005, el PriAn reformó la Ley del Impuesto Sobre la Renta para que, principalmente las grandes empresas, pudieran diferir el pago de gravámenes hasta 100 por ciento. En realidad se dejaba de pagar el impuesto, pero además hay episodios de abuso a la población: el regreso de impuestos a las empresas.
Al arribo de la administración panista al poder, obsequio o compromiso cumplido de Ernesto Zedillo y en plena decadencia priísta, sobre la población del país se ejerció una especie de venganza contra las mayorías. Diego Fernández de Cevallos encabezó un equipo que desempeñó un papel decisivo. Fernando Gómez Mont, Arturo Chávez y Antonio Lozano Gracia –todos asumieron en diferentes tiempos algún puesto de gobierno–, cuando menos, fieles a su forma de pensar se lanzaron a proteger a los suyos, mientras se empobrecían los demás.
Hay dos casos que deberían ser investigados, en los dos estuvo involucrado el equipo de Fernández de Cevallos. Uno de ellos, la devolución de impuestos a la familia Ramos Millán. Ese caso se convirtió en uno de los ejemplos de la rapacidad de los panistas. El litigio por la devolución de impuestos duró por ahí de 16 años.
Más tardó en llegar Fox a la Presidencia que Diego Fernández en poner fin al lío legal. En dos meses el panista, en ese momento presidente de la mesa directiva del Senado, obtuvo por fin una esencia que indemnizaba, o para ponerlo en claro, devolvía a los Ramos Millán mil 214 millones 174 mil pesos, de los que 600, según se dijo en su momento, eran para el cártel de los abogados azules.
Otro de esos terribles ejemplos fue el llamado “jugos Del Valle” que todo el mundo recordará y significó la devolución del mil 800 millones de pesos. Como en el caso Ramos Millán, Fernández de Cevallos logró obtener la sentencia favorable de la Suprema Corte en un tiempo mínimo.
Pero para ser más precisos habrá que recordar que en el sexenio pasado se denunció durante una “mañanera” a las 10 empresas –no fueron las únicas, aunque sí las más representativas– que lograron la condonación de impuestos por miles de millones de pesos. En la lista, con sus diferencias, estaban las dos televisoras más fuertes del país, algún banco y una fabricante de vehículos automotores, entre otras.
La pregunta salta: ¿De dónde salían los miles de millones que se regresaban a particulares? ¿De dónde sacaba el gobierno dinero para pagar salarios, por ejemplo, de sus muy altos funcionarios? La respuesta está a la vista: el país se endeudaba con cargo a ¿Pemex?
Hay preguntas que sólo podrá responder una investigación que responda a la pregunta de la Presidenta: ¿Dónde esta el dinero con el que se endeudó la población de México?
De pasadita
Ya es tiempo de que alguien, a nivel oficial y con la ayuda de quienes si saben, nos diga qué está pasando en el suelo de la Ciudad de México. La pandemia de socavones cada vez se torna más peligrosa.
Es muy probable que como se nos dijo, los hoyos que presenta la calzada Ignacio Zaragoza nada tuvieran que ver con el accidente que convirtió en un infierno aquella parte de la ciudad, pero ¿qué se espera para componer calles y avenidas?, ¿que sí ocurra un accidente del tamaño que vivimos y que costó la vida –hasta el momento de cerrar esta columna– a 13 personas? Cuidado, el estado de las vialidades en la ciudad es ya insostenible. Cuidado.