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Ligas de tiempo
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l gobierno chino presidió al inicio de este mes la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái, que se define como un grupo político, económico y de seguridad internacional. Creada en 2001, está compuesta hoy por 10 naciones euroasiáticas, entre ellas Rusia, a las que se sumaron observadores de otros 16 países, incluido el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan; el primer ministro Narendra Modi, de India, y Kim Jong Un, de Corea del Norte. A pesar de las diferencias políticas entre los participantes, el hecho del encuentro es significativo en el conflictivo panorama internacional.

El presidente de China, Xi Jinping, declaró, para centrar la agenda: “La mentalidad de la guerra fría, la hegemonía y el proteccionismo siguen rondando el mundo, y la gobernanza global ha llegado a una encrucijada”.

El líder chino sigue reforzando su presencia e influencia en la política internacional, en un escenario marcado por la confrontación con Estados Unidos y ante el apreciable apocamiento de los países de la Unión Europea. Parte de ese refuerzo fue mostrado recientemente con la ostensible exhibición, en un desfile militar, del armamento con que cuenta. El mensaje fue claro: mostrar que China es una potencia y, también, una fuerza de atracción.

Una de las cuestiones relevantes que se advierten en ese entorno es la estrecha relación de Xi con Putin, con quien ha conformado lo que llaman una “sociedad ilimitada”. El líder ruso parece, de tal modo, jugar política y diplomáticamente a varias bandas: en su propio país, con la guerra en Ucrania y, dada la manera en que opera en su relación con Washington, con Pekín, así como en el grupo de países que conforman el BRICS, cuyo objetivo es incrementar su influencia económica.

El escenario político y económico internacional se ha transformado de modo notorio desde 1989 con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética en 1991, un proceso que fue denominado el fin de la Guerra Fría. Los hechos que lo conforman, su significado e interpretación han sido una parte sustancial y controvertida de la discusión sobre el entorno internacional por más de tres decenios. Varios procesos han marcado este periodo alterando de modo significativo la operación de los mercados en la producción y las finanzas, llevadas al entorno de una globalización problemática, y en un ambiente de innovaciones tecnológicas que avanzan rápidamente.

Por otro lado, es posible y útil advertir cómo la conformación actual de las relaciones internacionales y los escenarios de conflicto político, económico y militar se derivan del desenvolvimiento histórico, de los hechos claves que marcaron desde muy temprano el siglo XX.

Los ecos de la Primera Guerra Mundial (1914-18), de la Gran Depresión económica (1929-33), de la Segunda Guerra Mundial (1939-45) y de la guerra fría enmarcan el proceso. Apuntan hacia los distintos replanteamientos que se han intentado del llamado “orden mundial”, con sus sucesivas crisis y reconfiguraciones del poder, con los conflictos continuos que se han desatado y sus profundas consecuencias. Hoy estamos en un momento de flujo en dicho orden, lo que provoca una creciente incertidumbre.

La Primera Guerra Mundial abrió la puerta a la manifestación del nuevo poderío que representaría Estados Unidos. El gobierno del presidente Woodrow Wilson tuvo una participación muy relevante en cuestiones relativas al armamento y la intervención militar, así como en asuntos financieros y diplomáticos del lado de los Aliados. Al final de la guerra intervino activamente en la negociación que llevó al Tratado de Versalles (1919) y a la imposición de las reparaciones de guerra, asunto éste que provocó la importante reflexión de John Maynard Keynes en el libro titulado Las consecuencias económicas de la paz, cuyas lecciones van más allá en cuanto al análisis económico general.

Versalles puso de relieve y proyectó las consecuencias que habrían de precipitar la Segunda Guerra apenas 20 años después. Esta condición se ha presentado como el descarrilamiento del liberalismo frente al nazismo y el fascismo y, así, como una cuestión clásica de la historiografía del periodo de entreguerras. Las experiencias de Alemania e Italia han dejado una huella honda y duradera que se manifiesta de muy distintas formas hasta hoy,

La fallida experiencia de 1919 llevó a una negociación al final de la Segunda Guerra muy distinta a la que se dio en Versalles. El Tratado de Paz de París (1947), con el que terminó formalmente la guerra, planteó entre otras cosas relevantes la reconstrucción de Europa y un marco de cooperación para afianzar la estabilidad económica. Se crearon instituciones como la ONU, el Banco Mundial, el FMI, la OTAN, la Unión Europea, la FAO y el GATT. El punto aquí no es tratar sobre su significado y su funcionamiento, sino poner de relieve aquellos ecos históricos a los que me he referido antes. Éstos son, de algún modo, puentes entre dos épocas distintas que abarcan prácticamente tres cuartos de siglo.

La consideración de esas ligas de tiempo abre el espacio del estudio de los hechos contemporáneos y su interpretación. Piénsese, por ejemplo, en el caso del fin del imperio británico y sus secuelas en la conformación del entorno político que aún hoy es conflictivo. El proceso se extendió prácticamente por todo el mundo, desde Irlanda a Egipto, Palestina, el resto del Medio Oriente, India, Pakistán, Turquía y África.