n 1713 nació la Academia Española de la Lengua, a propuesta de distinguidos académicos españoles. Su constitución fue aprobada por la Real Cédula del soberano Felipe V. Siglo y medio más tarde, los americanos, ahora llamados latinoamericanos –ya que los norteamericanos se apropiaron del término–, propusieron crear Academias Americanas Correspondientes; así, en 1875 nació la Academia Mexicana de la Lengua (AML).
Contra lo que pudiera pensarse por su antigüedad, continúa “vivita y coleando” y este año celebra renovada y con gran vitalidad su 150 aniversario. Actualmente dirige la institución el escritor y profesor universitario Gonzalo Celorio, quien ha traído savia nueva, no obstante los difíciles tiempos que ha tenido que sortear: en 2019, la AML sufrió la reducción de más de 80 por ciento del subsidio que recibía vía la Secretaría de Educación Pública (SEP). Después, vino la pandemia que limitó aún más la posibilidad de acción de la corporación.
Para sostenerse, la academia vendió un predio de su propiedad en Coyoacán y tuvo que comercializar algunas de las obras de arte que tenía en posesión y que se adquirieron en sexenios anteriores, entre ellas, de Carlos Mérida, Dr. Atl y Jorge González Camarena, las cuales fueron adquiridas por la Fundación Kaluz.
Como si no fuera suficiente, enfrentaron un difícil litigio para recuperar su antigua sede en la calle de Donceles. Por fortuna lograron contar con el apoyo de algunas fundaciones para tener los recursos para rehabilitarla.
Ahora la hermosa casona del siglo XVIII, tras varios años de trabajos ha recuperado su antiguo esplendor. En estilo barroco, luce una elegante fachada recubierta de tezontle color vino, con marcos de cantera bellamente labrados en la portada, balcones y ventanas. Dentro hay dos patios; el principal, de generosas dimensiones, está rodeado de columnas de cantera que sostienen el segundo piso y se desprende la señorial escalera de mármol blanco.
Con un sobrio y bello mobiliario, ya funciona a plenitud, con su amplia biblioteca con un acervo de 50 mil volúmenes, la sala de plenos, un auditorio para 100 personas, sala de lectura y las oficinas para el trabajo de las comisiones.
Aquí se llevaron a cabo las celebraciones por el sesquicentenario de la AML, que concluyeron hace un par de días, con seis mesas de conversación en las que participaron la gran mayoría de los académicos de número y varios de los correspondientes en el país, además de otras actividades que se extenderán a lo largo del año.
Concepción Company, directora adjunta, explicó que un objetivo fundamental es dar a conocer al público, a la sociedad, qué es la academia, qué le preocupa, qué hilos conductores tiene, así como analizar el pasado, presente y futuro de la organización.
La AML, señaló su director, “no es una institución impositiva ni autoritaria en términos lingüísticos, como a veces se piensa. Respeta el uso normal de los hablantes, aunque también pugna por la mejor utilización de la enorme riqueza de la lengua española en nuestro país y quisiera que esto también estuviera presente en el sistema educativo nacional”.
Celorio dio la buena noticia que ya está en la imprenta un Diccionario Escolar del Español, que sobre todo será útil para alumnos de educación básica y media superior. También prepara un diccionario construido desde cero sobre el español contemporáneo.
En alguna ocasión publicamos en éstas páginas una crónica titulada “Dime como hablas y te diré quien eres” acerca de El Diccionario de Mexicanismos, una de las obras más interesantes y disfrutables que ha publicado la academia. Es el fruto de un trabajo que duró más de 10 años. Reúne cerca de 11 mil términos, lemas y acepciones. Es sorprendente conocer la enorme riqueza de vocabulario exclusivo de los mexicanos que hemos integrado al español que hablamos y como refleja nuestra idiosincrasia.
Al término de la visita fuimos a comer a Limosneros, en Allende 3, que ofrece deliciosa comida mexicana elaborada con técnicas tradicionales y un toque contemporáneo. Recibe el nombre por el colorido muro de tezontle del siglo XVII, que se hizo con limosnas de los pobres que sólo podían dar piedras.
Los platillos van cambiando por temporada; ahora nos agasajamos con las tostadas de langostinos de río, el gazpacho veracruzano y el pulpo negro. Con el café, un churro de feria.