
ste año se conmemora el 80º aniversario de la victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la agresión japonesa y la Guerra Mundial Antifascista. Por un lado, América Latina ha gozado de paz sin guerras interestatales durante muchos años; por otro, la región ha hecho importantes contribuciones a la paz mundial en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Primero, América Latina firmó el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares (Tratado de Tlatelolco). Tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón en 1945, el mundo entero comprendió el poder devastador de las armas nucleares. Además, la Crisis de los Misiles en Cuba de 1962 alertó aún más a América Latina de que si el conflicto entre las dos superpotencias –Estados Unidos y la Unión Soviética– escalaba hasta la guerra, toda la región cercana a EU podría convertirse en un “infierno” de guerra nuclear. Por ello, se consideró necesario tomar medidas preventivas.
El 29 de abril de 1963, por iniciativa de México, cinco naciones latinoamericanas –México, Brasil, Bolivia, Chile y Ecuador– emitieron una declaración conjunta para establecer una zona libre de armas nucleares en la región. En diciembre del mismo año, la 18ª Asamblea General de la ONU adoptó la resolución 1911, apoyando esta iniciativa. Con el respaldo de la ONU, 17 países latinoamericanos crearon en noviembre de 1964 la Comisión Preparatoria para la Desnuclearización de América Latina (Copredal), encargada de redactar el tratado. Catorce países latinoamericanos firmaron el 14 de febrero de 1967 el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina en la zona de Tlatelolco, Ciudad de México.
El tratado estipulaba que los Estados parte no debían probar, usar, fabricar, producir ni adquirir armas nucleares dentro de sus territorios, ni aceptar, almacenar, instalar, desplegar o poseerlas en ninguna forma. Para garantizar el cumplimiento, en 1969 los Estados contratantes establecieron la Organización para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina (rebautizada en 1985 como el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, Opanal). Los 33 países de la región se han adherido a esta organización. El canciller mexicano Alfonso García Robles recibió el Premio Nobel de la Paz en 1982 por su destacado papel en la concreción del tratado.
Segundo, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) ha declarado a América Latina como una “Zona de Paz”. Es bien sabido que las guerras son libradas por los seres humanos. Por tanto, el hecho de que el concepto de paz esté profundamente arraigado en la naturaleza humana tiene un impacto decisivo en la elección entre guerra o paz. En otras palabras, el carácter nacional de un pueblo desempeña un papel crucial en la conformación de sus visiones sobre la guerra y la paz.
América Latina es una región multiétnica (con unas 600 etnias), que puede dividirse a grandes rasgos en cinco categorías: pueblos indígenas (amerindios), inmigrantes europeos y sus descendientes, africanos y sus descendientes, inmigrantes asiáticos y sus descendientes, y diversos grupos mestizos (como mestizos y mulatos). Esta composición diversa ha moldeado un carácter nacional que valora la armonía, el respeto mutuo, el optimismo, la resiliencia, la apertura y la hospitalidad. También se caracteriza por la inclusividad, la no agresividad, la amistad y la satisfacción. Como resultado, los pueblos latinoamericanos poseen un anhelo innato de paz y tranquilidad.
Esto explica en parte por qué el gasto militar en América Latina es relativamente bajo. Según datos publicados por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo en abril de 2025, entre las 40 economías del mundo con mayor proporción de gasto militar respecto al PIB en 2024, sólo Brasil, México y Colombia aparecen en la lista, ocupando los puestos 21, 22 y 24, respectivamente. Costa Rica no tiene ejército, únicamente una pequeña fuerza policial para la seguridad interna y la vigilancia fronteriza. De manera similar, las fuerzas armadas de República Dominicana, Granada, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Haití y Panamá son extremadamente limitadas en tamaño.
En la II Cumbre de la Celac, celebrada en Cuba entre el 28 y 29 de enero de 2014, América Latina declaró su determinación de resolver las disputas interestatales sin recurrir a la fuerza, sobre la base del derecho internacional y la Carta de la ONU, estableciendo así a América Latina como una “Zona de Paz”. Alfred-Maurice de Zayas, experto independiente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre la Promoción de un Orden Internacional Democrático y Equitativo, consideró esta declaración tan significativa como el nacimiento del Tratado de Tlatelolco.
Tercero, América Latina siempre ejerce la máxima moderación en las disputas territoriales. La paz mundial se compone de la paz en distintas regiones. Sólo cuando cada región logre la paz, la paz mundial podrá convertirse en realidad. Así, al mantener América Latina la paz regional sin guerras interestatales, ya constituye una contribución a la paz global.
En efecto, cada país concede gran importancia a sus fronteras. El dominio colonial dejó muchas herencias en América Latina, una de ellas fueron las disputas fronterizas. Tras las guerras de independencia a comienzos del siglo XIX, la mayoría de los estados latinoamericanos recién creados adoptaron el principio del uti possidetis juris (posesión jurídica), que designaba los límites administrativos coloniales como fronteras oficiales de los nuevos estados. Sólo unos pocos países usaron el principio del uti possidetis de facto (posesión de hecho), que determinaba las fronteras según las áreas efectivamente ocupadas en el momento de la independencia. Con el tiempo, las deficiencias de estos principios se hicieron evidentes: los límites administrativos coloniales carecían de precisión, especialmente en zonas poco pobladas; la cartografía de la época era imprecisa; y los nuevos Estados no podían prever la futura importancia económica de los recursos minerales subterráneos o marítimos.
Las disputas fronterizas heredadas del colonialismo se dividen en dos categorías: las existentes entre países latinoamericanos y las que enfrentan a países latinoamericanos con estados extrarregionales. Por ejemplo, la “Guerra de la Triple Alianza” (1864–1870) fue un conflicto entre estados latinoamericanos y la guerra más larga del continente después de la independencia. La Guerra de las Malvinas, que estalló el 2 de abril de 1982, fue un conflicto entre un país latinoamericano y el Reino Unido por reclamos territoriales.
Hasta el día de hoy, en América Latina persisten muchas disputas fronterizas sin resolver, pero no han escalado en guerras de gran envergadura. Esto se debe tanto a la moderación mostrada por las partes involucradas como a los esfuerzos de mediación cruciales de las organizaciones de integración regional latinoamericanas.
Cuarto, América Latina participa activamente en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU. Según la ONU, estas operaciones constituyen una de las herramientas más eficaces para ayudar a sus miembros a evitar conflictos militares y mantener la paz. Desde el inicio de las operaciones de paz en 1948, la mayoría de los países latinoamericanos han participado activamente en ellas.
Es cierto que, por factores económicos y diplomáticos, la participación latinoamericana en operaciones de paz no es de la misma magnitud que la de China. No obstante, la mayoría de los países de la región han hecho su debida contribución. En particular, Brasil, como potencia regional, ha sido un participante constante y a menudo ha proporcionado comandantes para operaciones de paz de la ONU. En 2005, Brasil estableció su Centro de Entrenamiento en Operaciones de Paz para capacitar tanto a sus propios efectivos como a los de otros países. Uruguay, Argentina, Chile y Perú, entre otros, también han apoyado con firmeza los esfuerzos de la ONU.
Por último, América Latina fue vanguardia en la promoción del establecimiento de un nuevo orden económico internacional. Una de las raíces de la guerra es la pobreza. Eliminarla o aliviarla reduce el riesgo de conflictos y contribuye a la paz mundial. La pobreza tiene causas internas y externas, siendo el injusto orden económico internacional una de las más críticas entre las externas. Por tanto, la creación de un nuevo orden económico internacional representa una valiosa contribución a la paz mundial.
México desempeñó un papel decisivo en esta agenda. El 19 de abril de 1972, el presidente Luis Echeverría Álvarez, en la 92ª sesión plenaria de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), pidió reformar el injusto sistema económico internacional y establecer una carta que salvaguardara los derechos y las obligaciones económicas de todos los países, especialmente los en desarrollo.
El 12 de mayo, Etiopía, en nombre del Grupo de los 77, presentó un proyecto de Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados a la Unctad. El 21 de noviembre de 1974, México, en representación de los 90 Estados miembros del Grupo de los 77, presentó formalmente un proyecto de resolución sobre dicha carta, que fue adoptada por la Asamblea General de la ONU el 12 de diciembre de 1974.
Poco antes, el 1º de mayo de 1974, la Asamblea General de la ONU ya había adoptado la Declaración sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional. Ambos documentos históricos subrayaban la necesidad de salvaguardar los derechos económicos de los países en desarrollo y exhortaban a las naciones desarrolladas a proporcionar asistencia real en áreas como financiamiento, comercio y transferencia de tecnología. No cabe duda de que estos documentos representaron una importante contribución de América Latina a la paz mundial.
En conclusión, América Latina no solo apoyó de diversas maneras la guerra antifascista mundial durante la Segunda Guerra Mundial, sino que también ha hecho contribuciones significativas tanto a la paz regional como a la mundial en la era posterior a la guerra.
*Profesor de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Macao