Opinión
Ver día anteriorSábado 13 de septiembre de 2025Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Los retos
E

l momento actual en el mundo se puede resumir en la frase acuñada por el historiador romano Tácito en los Anales (V, 10) “ fingebant, simul credebant” que significa “fingían al mismo tiempo que creían” o “creaban ficciones y al mismo tiempo creían en esas ficciones”.

Leo en el newsletter de El País (10/9/25): “Hoy encontraréis noticias insólitas: un fiscal general sometido a juicio por revelar secretos que otros ya habían publicado; un gobierno, el de Israel, que bombardea al país que actúa como mediador en su guerra contra los palestinos; un ejército invasor que lanza octavillas sobre una población exhausta y hambrienta para que se desplace “por su seguridad” a otro lugar, que todos saben que también va a bombardear. Y, de esta madrugada, una noticia aún en desarrollo: el derribo por parte de Polonia de varios drones rusos tras una “violación sin precedente de su espacio aéreo”. Añadamos el asesinato político de un cercano impulsor y colaborador del presidente Trump o la movilización juvenil que tumbó al gobierno en Nepal. Y aún así nos quedamos cortos.

Decía que mis próximos textos girarán alrededor de los retos que enfrentan México, los mexicanos y el gobierno que preside la doctora Claudia Sheinbaum. Para ello recurrí a una palabra usada desde la época virreinal, pero que el controvertido intelectual Emilio Uranga le dio nueva vida: nepantla. Uranga lo definía como el desarraigo, el estar en medio, la permanencia en un estado neutro, la abstención de cualquier ley, y la utilización de dos leyes opuestas. Este concepto nahua nos permite pensar, decía Uranga, en la oscilación.

Para continuar por esta vía antes necesito enmarcar la escena mundial. Constato tres grandes tendencias.

El proteccionismo. Las casi cuatro décadas de la globalización en el siglo XX –que comenzó en los noventas con la Organización Mundial del Comercio, aunque el momento decisivo fue el derrumbe del mundo soviético– arrojó resultados ambivalentes: crecimiento para algunos, nuevas clases medias, reducción drástica de la pobreza; pero al mismo tiempo desigualdad extrema, dislocación laboral, rupturas culturales y un segmento importante del pueblo marginado de sus logros y ventajas. La reacción, con ritmos y profundidades diferentes en muchos países metropolitanos y periféricos, fue de encendido rechazo en franjas crecientes de la sociedad, seguido por formas de gobiernos populistas. Lo que se puso en juego con la oposición a esa globalización no fueron sus resortes económicos, sino sobre todo su envoltura política, es decir la democracia liberal. No discuto sí esa equivalencia es adecuada, pero sí es necesario reconocerla para entender lo que siguió.

La intolerancia. Lo que se derivó de ese rechazo a la globalización y sus símbolos, fue y sigue siendo una auténtica revolución cultural –con un lenguaje de extrema derecha, pero con un contenido, en aparente paradoja, cercano a la revolución maoísta de los sesentas–, marcada por la intolerancia y el antipluralismo. Si el punto de quiebre de esta reacción fue el avance de los derechos de las mujeres, su claro refugio ha sido una versión fantasiosa del concepto de familia: nuclear, patriarcal, carente de derechos para mujeres, ancianos y niños…ahh… y de preferencia blanca. Esa familia-adefesio se encubre bajo el lamentable manto de un tipo de comunitarismo próximo a la versiones extremas y primitivas del judaísmo, del cristianismo y del islamismo.

La anomia. La respuesta a esas tendencias –proteccionismo e intolerancia– de parte de los ciudadanos de a pie es el inmovilismo. El ambiente sobrecargado de incertidumbres hace que la gente se refugie en su entorno, se desvincule socialmente –aunque esto es aparente por la existencia de las redes sociales– y acepte cualquier versión moderna del clásico intercambio entre inmovilismo ciudadano a cambio de estabilidad. Este es el verdadero sentido de estar nepantla. No son dudas existenciales, cobardía u oportunismo. Es precaución ante lo imprevisible.