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Pensando en Chile desde Gregorio Selser
L

a presentación de la obra A 50 años del golpe de Estado en Chile: La visión de Gregorio Selser, no podía ser más oportuna para ver a Salvador Allende con ojos de nuestro tiempo, justamente en el marco conmemorativo de aquel 11 de septiembre de 1973 que coloca frontalmente ante nuestra memoria la imagen del Palacio de La Moneda bombardeado. La cita de marras inmortaliza una parte de la herencia disponible de quien, desde la investigación, se ha dedicado a escribir con cabeza latinoamericana. Con profunda valoración de la memoria y el respeto al derecho del ac-ceso abierto, hay dos referentes inomitibles que registran un mancomunado trabajo de más de una década. El Camena de la UACM que, con encomiable profesionalismo, resguarda el voluminoso archivo personal de Gregorio Selser-Marta Ventura y la Fonoteca Nacional, en cuyo acervo se encuentran 138 horas de audio que recogen parte de sus intervenciones públicas.

De mirada a la vez vivaz y amistosa, de voz clara en tono bajo, de caminar firme como si estuviera apurado, recuerdo a Gregorio Selser conversando con asombrosa memoria e información precisa sobre hechos, lugares, fechas y personajes de la política, como si estuviera ante un tablero de ajedrez siempre pendiente de los movimientos posibles. Puedo recordar la agudeza de su mirada sobre los acontecimientos, históricos y del momento, que vivía con la intensidad de un estudioso comprometido hasta los tuétanos, con admirable sentido de libertad al comunicar lo que pensaba. Radical, implacable y a la vez humilde. A pesar de situarse regularmente en los espacios más intrincados del análisis, enfrentado a visiones adversas desde sus principios, no había en él atisbo alguno de rencor o resentimiento, lo cual hace parte de su calidad humana, con clara posición ante la violencia, la descalificación, el abuso, el servilismo, la mentira y la hipocresía en el mundo de la política.

Por diversos testimonios y porque lo pude escuchar de viva voz, tuvo para él un singular significado la Unidad Popular y aquel largo proceso para conformar un programa de transformación con raigambre en la historia del país. Nunca ocultó su admiración por Allende, a quien conoció personalmente y cuya muerte en las condiciones en que ocurrió produjo en él una larga y dolorosa tristeza.

En esta obra Gregorio Selser reafirma su pertenencia a la estirpe de analistas que, con inteligencia y temeridad infor-mada, provisto de una poderosa brújula política, sabía remar a contracorriente, buscando escudriñar aquellos movimientos que caracterizan la lucha emancipadora de los pueblos y que en su oficio profesional suponía, siempre, que había que indagar y conectar las hebras que conducían a la invisible madeja que encierra la incubación de las contracorrientes antiemancipadoras.

Chile es considerado un paradigmático referente de experiencias transformadoras. Selser lo sabía muy bien. Congruente con las interrogantes del momento, consecuente con el sentir de un pueblo y con los términos de un debate, actuaba guiado siempre por un férreo compromiso con la verdad. En cada capitulado, referidos al itinerario de la lucha del allendismo, podemos encontrar el peso de sus argumentos, las fuentes de referencias en las en que supo apoyarse para anticipar los desafíos injerencistas y sus conexiones colonialistas e imperialistas.

Con Selser podemos recorrer los patios interiores de las agencias, los actores institucionales y encubiertos, así como las maniobras que fueron urdiéndose desde el gobierno estadunidense y sus aliados criollos que, reiteradamente, tocaban las puertas de la Oficina Oval, pidiendo la intervención, empeñados como estaban en hacer descarrilar aquel proyecto que a su vez no estaba dispuesto a subordinar sus grandes objetivos de lucha por la justicia, la igualdad y la defensa de la soberanía.

La didáctica de esta obra sobre Chile muestra cómo se diseña un movimiento desestabilizador con objetivos estratégicos. Allí está el temprano Plan Camelot, diseñado por el Departamento de Defensa (hoy Departamento de Guerra) de los Estados Unidos; las relaciones sediciosas del dueño de El Mercurio con el director de la CIA y al asesor de Seguridad Nacional, cuando apenas se estaba conformando la siguiente candidatura de Allende durante el primer quinquenio de los 70. Más tarde, aparecen los pormenores de la conjura destinada a neutralizar el triunfo de la Unidad Popular, los abigarrados hechos construidos para precipitar el golpe de 1973, así como el financiamiento dirigido hacia la trituradora de conciencias que son los poderes mediáticos, de entonces como ahora, para justificar lo injustificable, así como los requisitos para sembrar la desmemoria inducida que habrá de proyectarse hasta nuestros días. En congruencia con la redoblada política intervencionista estadunidense, rechazada por la conciencia más avanzada de nuestro tiempo, la ultraderecha y el conservadurismo en Chile sigue hoy justificando el golpe contra el gobierno de Allende, al que consideran que fue “un fracaso”. El proyecto que encabezó Allende fue brutalmente truncado. No hay razones para pensar que sus objetivos de transformación y su horizonte anticapitalista hayan sido derrotados.

* Profesor emérito de la Universidad Iberoamericana